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jueves,
26 de
octubre de
2006 |
Los ruidos del autódromo
Quisiera expresar mi solidaridad con los vecinos del autódromo, ya que conozco perfectamente la tortura que significa no poder descansar y todo lo que ello implica. No estoy de acuerdo con que se les reproche que cuando ellos compraron sus terrenos el autódromo ya estaba allí. A nosotros nos pasó a la inversa: cuando nos mudamos a Tucumán y San Martín la tranquilidad era absoluta, al poco tiempo se instalaron los boliches, bares, el CEC, el Galpón 11, y nuestra vida se volvió un infierno sin que a ninguna autoridad municipal le importara. Lo mismo pasa ahora en Pichincha, los pocos vecinos que todavía no tienen boliches demasiado cercanos ven ahora amenazado su derecho al descanso por el famoso Proyecto Pichincha, eufemismo usado para permitir la apertura de bares y boliches en cualquier lugar, como si los que ya hay no fueran suficientes. Lo importante no es quién llegó antes, lo importante es que en ningún caso la Municipalidad vela por el cumplimiento de las ordenanzas. ¿Será que hay intereses más importantes que proteger?
Marta Naveira
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