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domingo,
01 de
octubre de
2006 |
[Rescates] - La poesía de Paco Urondo
En el corazón de una palabra
A treinta años de su muerte, se editó por primera vez la Obra poética completa de uno de los grandes escritores argentinos
Virginia Escobar
"Yo no escribo para tener éxito, sino para decir lo que siento que debe decirse". Así hablaba Simón, uno de los personajes de "Los pasos previos", la única novela de Francisco Urondo. La escena narraba un debate entre artistas y escritores acerca del rol de los intelectuales frente a la realidad social, una discusión emblemática en la Argentina de los años 60 en la que Urondo, como su personaje, tuvo un claro posicionamiento que llevó adelante hasta las últimas consecuencias.
Francisco "Paco" Urondo nació en 1930 en la ciudad de Santa Fe y escribió desde muy joven. Su obra abarcó la narrativa (una novela y dos libros de cuentos, "Todo eso" y "Al tacto"), el teatro ("Sainete con variaciones"), el ensayo ("Veinte años de literatura argentina") y el periodismo, oficio que abrazó durante toda su vida y cuyo mejor testimonio fue "La patria fusilada", reportaje realizado en cautiverio a tres sobrevivientes de la masacre de Trelew. La reciente edición de su "Obra Poética" (Adriana Hidalgo) significa no sólo la posibilidad de apreciar el valor de su poesía sino de dimensionar su obra entera, porque devuelve la voz de Urondo a estos años conjugando sus símbolos, poniendo en acción sus territorios y texturas, sus amores y odios.
Más que hablar de evolución, en la sucesión de sus libros de poemas se adivina un camino en movimiento, idea que recorre "Historia Antigua", "La Perichole", "Lugares", "Nombres", "Del otro lado", "Adolescer", "Son memorias", "Poemas póstumos" y "Cuentos de batalla". Para Urondo el mundo cruje, los cuerpos crujen, y ese verbo resume su forma de ver la vida, la política y la poesía como "palabra en acción".
La fuerza evocativa de sus imágenes parte de la conmoción ante el mundo. En sus primeros libros es el ser individual conmovido por la naturaleza, pero paulatinamente aparece el hombre como sujeto social movilizado ante la Historia y su misión modificadora dentro de ella. Sus primeros poemas se distinguen por el verso breve, los juegos en la disposición visual, los cambios de ritmo, pero a partir de "Nombres" (1956-1959) el verso se alarga, hay mayor intención narrativa y profusión de personajes. Se define una poesía explícitamente comprometida con la realidad social aunque la naturaleza permanece presente como trasfondo y como fuente de imágenes para nombrar lo urbano -la podredumbre y la magia de la ciudad, sus borrachos, sus gatos, sus obreros, mujeres y mendigos- y la opresión de los pueblos rurales.
El poema "BA Argentine", por ejemplo, ofrece ya la mirada del revolucionario, que no es un iluminado sino más bien un bohemio que mira con honestidad: "la gente no quiere morir/ no quiere sufrir/ quiere seguir", dice, y describe más adelante "la madrugada áspera de barracas/ y la aceitosa de valentín alsina/ la madrugada de la insurrección posible". Los versos reflejan la situación política y las alternativas que se planteaban en esa coyuntura de la mano del descubrimiento de la revolución cubana y de la urgencia de una solución para la proscripción del peronismo: "los gritos de libertad se confunden con el desaliento/ alguien saluda/ las proclamas de las aparentes revoluciones/ entusiasman y espantan/ bandadas alegres de avestruces/ trotan para esconderse/ en la tierra temblorosa y caliente".
En "Del otro lado" (1960-1965) se cristaliza una poesía ligada a los temas de la vida cotidiana con un lenguaje coloquial, en la cual está presente el tango y el rescate de letras arraigadas en la cultura popular: "Era la voz de Fiorentino, la voz ausente y suntuosa del caído/ que hubiese necesitado escuchar con toda violencia/ No sabemos escuchar;/ nos gusta ir haciendo cualquier cosa para destruirnos,/ olvidar un tango cantado de esa manera tan perfecta". El tango aparece unido a los recuerdos de adolescencia y a los barrios, a las citas de Girondo y sus "chicas de Flores". La sensualidad y la mirada política se hermanan en el poema "Abrigo", donde se asocia la imagen de "aquel tapado de armiño" con los sueños: "Algún día, y digo por decirlo, tendremos/ ese tapado de armiño;/ será en tiempo más justo, forrado en lamé".
"Adolescer (1965-1967)" muestra a la Historia interpelando al poeta y al país: "Soy un hombre descompuesto, estoy/ maravillado de vergüenza/ y de miedo; paralizado como una reciente/ adolescencia; epígono, incapaz/ de saltar, de sacudirme/ el polvo de otros abolengos, ir tirando/ mis pequeños trofeos, mi vara/ prístina, argentina; de qué manera/ soy argentino, hasta/ qué muerte, con qué gusto, con qué/ desprecio". Adolescer es sufrir, y Urondo asimila este concepto al sufrimiento social: "...qué provecho/ tiene el hombre de todo/ su trabajo con que se afana/ debajo del sol; un trago/ puede animarlo o exasperarlo/ un poco; pero al día siguiente, seguirá saliendo/ por esa puerta, viajarán/ y regresarán al ghetto de los pobres. Son/ carne de engaño; confían demasiado/ en los demás, adolecen".
El ritmo ágil y las historias sencillas reaparecen en "Son memorias" (1965-1969) aunque también se refleja el dramatismo que estaban adquiriendo las luchas revolucionarias: "He visto la mueca de la muerte sonreír", dice, "en el aire/ del amigo caído, en el amigo/ que se ha perdido para siempre, en el amigo que no podemos/ reconocer, porque la amistad, como el amor/ caen y se deshacen y se confunden/ con la arena pálida, con los sabores/ amargos que suben del recuerdo de las ilusiones".
Urondo, quien había tenido formación marxista y había integrado el Movimiento de Liberación Nacional (Malena), se alinea en esos años a la izquierda peronista y se inscribe en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que iban a concluir en Montoneros en 1973. En este período su poesía adquiere potencia como arma política. El poeta busca atrapar los símbolos de su tiempo, de la historia que está viviendo, quiere contar la batalla aunque no deja de anclar en los sentidos, en el concepto de "realidad" que tanto busca determinar.
"Poemas póstumos" (1970-1972) gira en torno de la muerte, y algunos de sus versos tienen un poder anticipatorio pasmoso: "Prematuramente, con un pie/ en cada labio de esta grieta que se abre/ a los pies de mi gloria, saludo a todos, me tapo/ la nariz y me dejo tragar por el abismo". El poema dedicado a Liliana Raquel Gelin acuna la muerte de la militante: "Aquí habrá batalla como en los campos/ de Córdoba, rayo de dolor, escalofrío/ donde murió valientemente una chica/ de veinte años; hijita mía,/ palomita tremenda, duérmase/ mi niña, duérmase mi son que ya nadie/ la va a molestar. El Cuco será derrotado...".
"Cuentos de Batalla" (1973-1976), el libro que Urondo dejó inconcluso al morir, está escrito desde la resistencia, pero también trasuda tristeza. El último poema, "La verdad es la única realidad", fue escrito en abril de 1973 en la cárcel de Villa Devoto, donde la noche antes de ser liberado por el gobierno de Cámpora, Urondo entrevistó a María Antonia Berger, Ricardo Haidar y Alberto Camps, sobrevivientes de la masacre de Trelew: "La única aparente/ es la reja cuadriculando el cielo/ el canto perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz/ fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso/ cubriendo la Patagonia". El poema resulta esclarecedor porque denuncia los mecanismos de negación frente al horror y predice, a la vez, el tiempo ciego que sobrevendría con la dictadura militar: "... un disparo en/ la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos,/ aquellos/ gritos irreales de dolor real de los torturados en/ el ángelus eterno y siniestro en una brigada de policía/ cualquiera/ son parte de la memoria, no suponen necesariamente/ el presente, pero pertenecen a la realidad".
Francisco Urondo murió el 17 de junio de 1976 en Mendoza, en un enfrentamiento con la policía. Junto con él murió su compañera, y la policía secuestró a Angela, la pequeña hija de ambos. Paco había tomado la pastilla de cianuro porque su mayor temor no era la muerte sino que lo empujaran a la delación. "Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra -había escrito- compartir este calor, esta fatalidad que quieta no sirve y se corrompe".
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Por todos los medios. Urondo escribió narrativa, ensayo, teatro y periodismo, pero la poesía fue el eje de su producción.
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