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 domingo, 01 de octubre de 2006  
Selección era la de antes

Alejandro Cachari / La Capital

Supo decir un comentarista radial uruguayo en el medio de la eliminatoria para el Mundial de Francia, en 1996, que la realidad del fútbol oriental no permitía ilusionarse demasiado con las chances de acceder a la Copa del Mundo del 98. El nudo del análisis se centraba en la realidad futbolística de los protagonistas de ese momento. Es que la mayoría de los jugadores pertenecían a equipos europeos, pero muchos de ellos penaban en instituciones de medio pelo para abajo que se daban por satisfechas apenas con mantener la categoría. El experimentado comentarista, casi un parlante en todo Uruguay a la hora de escuchar fútbol por la radio, presagiaba tiempos duros para el fútbol charrúa. Ni más ni menos que una estricta proyección fundada en las posibilidades de los intérpretes.

Mientras eso sucedía, por estos lados el pueblo futbolero renovaba la ilusión con un equipo que se quedaría a mitad de camino frente a Holanda (1-2) en el Mundial. Cuatro años antes, en Estados Unidos, el verdugo había sido Rumania, pero en una instancia inferior. Apenas se había mejorado un casillero.

Cuatro años después, Argentina, el gran candidato al título, se volvía del Lejano Oriente en la primera ronda. Hace unos meses, el tren Pekerman paró en la estación Berlín; también en cuartos de final.

Aquella reflexión, lejos de generar compasión por la suerte del fútbol celeste debió ser el disparador albiceleste. En este país se perdió mucho tiempo pensando en que la era pos Maradona consumiría muchos años de readaptación. La excusa siempre fue que a Brasil le llevó 24 años ganar un título después de Pelé.

El error de diagnóstico terminó por comerse cuatro mundiales: dos cuartos de final, un octavo de final y una primera ronda. Extraña estadística precedida por tres finales con dos títulos en los cuatro encuentros ecuménicos anteriores.

Lo cierto es que más allá de la obvia influencia que tuvo el retiro de Diego, los futbolistas de este lado del mundo tienen experiencia europea calificable como de segundo nivel en la mayoría de los casos.

Toda esta perorata viene a cuento porque no se encuentran demasiadas diferencias entre las convocatorias a pesar de los cambios de entrenadores. Casi nada de Passarella a Bielsa, muy poco de Marcelo a Pekerman. Aquí se debe acotar que la decisión de José de centrar el juego en Riquelme maquilló una distancia con el anterior DT que no fue tal en la práctica.

Es que no hay mucho por elegir. Ya ni siquiera se trata de conductores. Basile llamó a los mismos.

Pasando por encima el llamado de Coco para el partido con Brasil, sólo Arruabarrena sorprende. Pero el meollo no debe pasar por los nombres, sino por el presente de esos apellidos.

Sólo 6 de los 21 convocados juegan en equipos del primerísimo nivel europeo. Aquí se toma como parámetro el G-14, que integran Real Madrid, Milan, Ajax, Liverpool, Juventud, Bayern Munich, Inter, Barcelona, Manchester United, Borussia Dortmund, PSV Eindhoven, Porto, Marsella, París Saint Germain, Arsenal, Bayer Leverkusen, Lyon y Valencia.

Ayala (Valencia), Heinze (Manchester United) Lucho González (Porto), Crespo (Inter), Messi (Barcelona) y Saviola (Barcelona) son los únicos que juegan en los poderosos del fútbol del Viejo Continente. Un apéndice más ácido agregaría que ningún integrante de este grupo de selectos es titular indiscutido en su equipo.

Mascherano y Tevez, dos estandartes de la nueva generación, juegan en el paupérrimo West Ham United inglés.

Leo Franco, Maxi Rodríguez y Kun Agüero integran el querible, pero siempre endeble Atlético de Madrid; Leo Ponzio, Gaby Milito y Pablito Aimar pelean por reflotar a Zaragoza; el Vasco Arruabarrena y Somoza viven muy tranquilos en Villarreal.

El detalle sigue. Abbondanzieri juega en Getafe, Coloccini en Deportivo La Coruña, Zabaleta en Espanyol, Bilos en Saint Etienne y Pocho Insua en Borussia Moenchengladbach.

¿Por qué sorprenderse con el subcampeonato de Francia en Alemania? Su plantel estuvo integrado por 16 futbolistas del G-14.

Italia, la única selección que llevó a un plantel íntegramente compuesto por jugadores del torneo local, aportó 11 integrantes de los poderosos de Europa.

Alemania, el local, utilizó 8 y Portugal también. En este último caso se debe consignar que todavía, por suerte, el fútbol se arroga el derecho de guardarse cierto porcentaje de sorpresa.

Está claro. Aquella vieja frase de Luis Bonini también debe ser reformulada. Cuando Bielsa lo invitó a integrar el cuerpo técnico de la selección, el ex PF de Central dijo que "hay cuatro selecciones que todo el mundo se muere por dirigir: Brasil, Alemania, Italia y Argentina".

No es una mala propuesta ser el seleccionador albiceleste, pero no es lo mismo que hace un tiempo. Aquella frase de Bonini estaba compuesta por un gran porcentaje de deseo y un importante aporte de la jerarquía que daba el hecho de integrar una de las selecciones más poderosas del mundo.

El fútbol fue modificando algunos de sus parámetros y se debe concluir, con cierto grado de nostalgia, que Argentina está afuera de la élite.

A partir de ese diagnóstico es probable que la selección recupere terreno a pesar del insólito tercer lugar que ocupa en el ránking de la Fifa.
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