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 domingo, 01 de octubre de 2006  
Trastornos de la alimentación: la boca enloquecida

Las alteraciones de la alimentación, o la oralidad o la boca, como les llaman algunos autores, se presentan exclusivamente en los seres humanos. La oralidad o boca humana se empeña en una serie de actividades no localizables en otras bocas: habla, escupe, besa, ríe, miente, vomita, se empacha, se emborracha. Estas situaciones nos confrontan al hecho de que nuestro estar en el mundo comporta satisfacciones que nos son exclusivas.

El hecho de que en el ser humano la función alimenticia pueda alterarse, obliga a interrogarnos acerca de si la alimentación es un comportamiento instintivo, si se trata de una satisfacción natural que responde a ciertas necesidades. No podemos negar que el bebé llega al mundo haciendo uso de un montaje: el reflejo de succión. Pero el hecho es que prontamente este prolijo comportamiento comienza a alterarse. A veces los bebés vomitan, o permanecen atónicos frente a la comida que parecieran necesitar para subsistir. Otras la usan para otros fines, como enchastrarse, tirarla y hasta jugar con ella.

Si creíamos que la oralidad representa una relación puramente natural y fisiológica con el mundo, una relación de tipo animal, sorprende enseguida constatar todas las complicaciones de este supuesto proceso natural.

A la comida, los seres humanos, le ponemos un valor que trasciende el de ser exclusivamente una necesidad. Tanto que inventamos con ella un arte que algunos llaman culinario.


Conducta alimentaria
Desde niños practicamos la selección de alimentos así como la combinación de los mismos. No nos da lo mismo cualquier comida, tenemos nuestras preferidas, y también, somos los únicos capaces de cansarnos de comer siempre lo mismo.

Esto nos habla de que nuestra ley no es la ley simple e indiscutible de la naturaleza. Un colega sabía hacernos observar lo evidente al decirnos: "Las vacas, por ejemplo, no se debaten por una coca o una cervecita, ni vacilan en el menú". No hay espacio ni para la duda, ni para la elección.

Los seres humanos, en cambio, perdimos la regla, el orden. Quizá por esto nuestra boca además, habla. Usamos las palabras para inventar una ley, para decirnos una receta, las bondades de ciertos alimentos, el saber de la nutrición. Y esto no quita que la boca además grite, llore, masque, haga morisquetas, muerda, sonría, y hasta a veces se maquille o se adorne con un piercing.

Habría que preguntarse por qué la boca enloquece. El mito de la ninfa Eco cuenta que es por amor. Que esta joven alegre y bella, era además charlatana. Que a pedido de Zeus, cubría sus infidelidades hacia la diosa Hera entreteniéndola con conversaciones. Cuando Hera lo descubre, castigó a Eco impidiéndole hablar. Desde entonces la ninfa sólo podía repetir la última palabra que pronunciaba su interlocutor. Eco se enamoró luego de Narciso, un joven hermoso pero que despreciaba el amor de todos. Y Eco no fue la excepción. Narciso la despreció cuando advirtió que ella no fue capaz de responder más que sus propias palabras. Es así que Eco desolada se encerró en un lugar solitario y allí dejó de comer y de cuidarse. Así se fue consumiendo poco a poco y el dolor la fue absorbiendo hasta que desapareció y se desintegró en el aire, quedando sólo su voz como eco que repetía las últimas palabras que cualquiera pronunciara.

Este mito relaciona las palabras con el amor y la vida. Sabemos que en los niños la conducta alimentaria comienza a ordenarse en torno a ese saber transmitido con palabras a través de una relación que es amorosa. Quienes padecen alteraciones de la oralidad suelen marcar en relación a los vínculos infantiles o actuales, algún "mal de amores".

Aclaran que pueden haber sido cuidados, a veces hasta el sacrificio, pero que estos dones, no son amor. No se trata de un vacío "material", sino de un vacío de deseos y anhelos hacia el sujeto; como si alimentarlo, cubrir sus necesidades, fuese lo único que hubiera importado.

Es común que ante esto, como en el mito de la ninfa Eco, la boca se cierre, o se "morfe" todo y hasta a veces vomite en un intento de mostrar la imposibilidad de alcanzar así, satisfacción. No hay síntoma que no tenga una función: ¿será la de la boca "loca" decirnos así que la vida es para nosotros algo más que simplemente sobrevivir?

Cristina Eliçabe Urriol

Psicóloga clínica

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