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domingo,
24 de
septiembre de
2006 |
Petergof, el palacio de verano
Una buena excursión en las afueras de San Petersburgo es llegar hasta Petergof, la residencia de verano de los zares. En un muelle del río Neva, cerca del Palacio de Invierno, se aborda una lancha que tras media hora de viaje alcanza el golfo de Finlandia. Allí, sobre la costa, emerge una obra maestra de la hidráulica y la arquitectura.
El palacio, imponente como todo el poderío imperial ruso, se complementa con enormes jardines, fuentes y cascadas doradas de agua en un entorno tan bello como natural que se desarrolla en dos niveles. Fue construido para que los emperadores pasaran los meses de verano al aire libre. Jardineros holandeses y arquitectos alemanes, rusos e italianos lograron, en el siglo XVIII, cuando se construyó, una combinación perfecta en medio de la naturaleza. Durante la Segunda Guerra Mundial el palacio fue zona de combates y resultó muy dañado. Hoy, totalmente restaurado, es una visita casi obligada para los miles de turistas que visitan la capital de los zares y llegan también a su residencia campestre. El paseo exige de largas caminatas que son recompensadas por un lugar verdaderamente difícil de igualar.
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