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 domingo, 24 de septiembre de 2006  
Graves objeciones a la investigación de un sangriento crimen en Arequito
Una maestra que fue hallada casi muerta junto al cadáver de su marido terminó acusada del homicidio. Su familia pidió la nulidad de las pruebas policiales por creer que fueron forzadas a demostrar algo que no ocurrió

María Laura Cicerchia / La Capital

El 6 de febrero de 2005 el productor agropecuario Omar Carlos Bartolelli apareció muerto de ocho puñaladas en el jardín delantero de su casa de Arequito. Su esposa desde hacía siete meses, la maestra María Antonia Gauna, agonizaba a su lado con dos profundos cortes en los antebrazos de los que sobrevivió pese a la gran pérdida de sangre. Para los familiares de la mujer, a partir de ese momento la investigación estuvo dirigida a demostrar una única hipótesis: la del crimen pasional. Y con la convicción de que las evidencias fueron forzadas para perjudicar a la docente, que lleva 19 meses presa, la semana pasada solicitaron la nulidad de todas las pruebas policiales y pidieron que se acuse a cuatro efectivos de haber falseado las actas.

Como en un guión armado con el único propósito de justificar el final de la película, los hermanos de María Gauna piensan que la policía de Arequito encaminó la investigación para imputarle el crimen. Dicen que, en ese afán, los efectivos no escucharon la versión de la maestra, quien acusó a un pariente enemistado con su esposo de haberlos atacado para robarles.

"Cuando no había pasado más de media hora de la muerte de mi cuñado la policía salió a poner paños fríos y a tranquilizar a los vecinos de Arequito diciendo que se trataba de algo pasional", remarca Ingrid, hermana de la docente procesada por homicidio calificado por el vínculo, un delito que se castiga con prisión perpetua.

Los hermanos de María creen que la teoría del crimen pasional fue rápidamente difundida por la policía para apaciguar a una comunidad sensibilizada ante la inseguridad y donde en junio de 2003 se desató una pueblada tras el homicidio de Luis Cignoli.

En una severa crítica a la actuación policial, el lunes de la semana pasada pidieron que se declare la nulidad de la investigación. A través de su abogado, José Angel Lanza, denunciaron por incumplimiento de sus deberes y falsedad ideológica de documento público a dos policías de Arequito y dos integrantes del gabinete científico de Casilda (ver aparte). El planteo enumera una serie de gruesas contradicciones en las actas y está siendo analizado por la fiscal Adriana Camporini. El juicio por el homicidio se desarrolla en el juzgado de Sentencia Nº 7 de Rosario, a cargo de Carina Luratti, quien ordenó una serie de pericias técnicas.

"No pretendemos la libertad de María a cualquier precio. Lo que queremos es que esto se aclare y se sepa la verdad. No nos vamos a quedar tranquilos si ella sale en libertad. Vamos a seguir luchando hasta las últimas consecuencias para que las personas que hicieron esto estén donde tengan que estar", aclara Ingrid, que tiene 34 años y es docente de EGB, mientras su hermano Pedro, de 55, asiente en silencio.

Los dos son parte de una familia de 12 hermanos nacidos en Corrientes de los cuales cinco viven en Casilda y otros en Arequito. La última en llegar a esa localidad fue María, de 36 años, quien dejó atrás su cargo de maestra de grado en la ciudad correntina de Sauce al casarse con Omar Bartolelli, de 44. Se habían conocido en uno de los viajes que hizo María al sur santafesino para visitar a sus hermanos.

Tras un largo noviazgo a distancia se casaron e iniciaron un tratamiento médico con la esperanza de tener un hijo. "La relación entre ellos era excelente", describe Ingrid.


Sangre y estupor
La pareja llevaba siete meses de convivencia cuando el domingo 6 de febrero del 2005, alrededor de las 14, una vecina escuchó que María gritaba pidiendo ayuda. Al acercarse a la casa de Moneta 1105 los encontró tirados en el patio delantero y fue a avisarle a Ingrid, que vive en la misma cuadra con su familia. "Estaban los dos totalmente ensangrentados y vestidos sólo con ropa interior. El movía la pierna y ella parecía muerta. No entendíamos nada", recuerda la hermana de María.

Omar falleció en el lugar herido de ocho puñaladas, una de ellas en el corazón. María había perdido "el 85% de la sangre" cuando una ambulancia la trasladó a un sanatorio de Casilda. En el trayecto sufrió dos paros respiratorios. Tenía dos cortes transversales en los antebrazos que le destrozaron venas, arterias y tendones. Estuvo cinco meses sin poder usar las manos ("le dábamos de comer en la boca", cuenta su hermana) y sigue en tratamiento para recuperar la movilidad de los dedos. Está presa en la alcaidía de Casilda, donde dicta clases a otros internos.

Al día siguiente, la docente permanecía internada e incomunicada cuando declaró ante la policía "sin la asistencia de un abogado", según resaltan sus hermanos. Entonces dijo que al llegar a su casa la noche anterior fueron atacados por un familiar. Sus hermanos aseguran que no mentía y que la tardía aparición de algunos testigos refuerzan ese relato. Pero la policía calificó sus dichos de "una fábula para negarse a reconocer la gravedad de lo que hizo".

Los investigadores dijeron que no había rastros de una tercera persona en la casa, donde encontraron desorden y abundantes manchas de sangre. En dormitorio secuestraron una cuchilla de cocina de 21 centímetros de hoja y vidrios rotos de una botella de cerveza que la mujer "habría utilizado para golpear a su esposo antes de apuñalarlo". Con ese fundamento fue procesada por la jueza de Instrucción de Casilda, Silvia Nogueras, quien dijo que luego María corrió el cuerpo de Omar hasta la entrada e intentó suicidarse.

La noche anterior al drama la pareja había ido a comer a la casa de una hermana de María. Al regresar, Omar dejó a su esposa en la puerta y fue a guardar el auto a la casa de sus padres, como hacía siempre, para volver a su domicilio en bicicleta. En su declaración, la docente sostuvo que al entrar a su casa alrededor de la 1 se encontró con un encapuchado que le apuntó con un revólver y le dijo que no gritara. Y que entonces reconoció por la voz a un cuñado de Omar, de quien estaban distanciados por problemas familiares.

Según sus dichos, luego llegó su esposo y ambos fueron atados por el encapuchado, que revolvió la casa en busca de dinero y los obligó a tomar un somnífero. A partir de ese momento, sólo recuerda que despertó ensangrentada en el jardín.

Ese pariente de la víctima fue citado a los ocho meses a prestar una declaración informativa sin mayores consecuencias. Pero los familiares de María aseguran que algunos testigos lo vieron esa noche cerca de la casa de la pareja. "Esos testigos fueron amenazados, algo que nosotros denunciamos y estamos luchando por aclarar", apunta Ingrid.
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María Antonio Gauna junto a su esposo Omar Bartolelli.

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