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domingo,
24 de
septiembre de
2006 |
Opinión: La segunda oportunidad
Alejandro Cachari / Ovación
En el mediodía del 12 de diciembre de 1981 el sol pegaba fuerte en la ciudad. Las calles estaban desiertas. El calor hacía su parte, pero los televisores, casi todos blanco y negro, ayudaban para que la gente se mantuviera en sus casas. El milagro Vilas ya tenía unos años y el tenis había dejado de ser un deporte elitista. Argentina jugaba la final de la Copa Davis por primera vez. En la carpeta del Riverfront Coliseum de Cincinnati, Guillermo y Clerc batallaban contra John McEnroe y Peter Fleming, una de las mejores parejas de todos los tiempos. Un día antes, Supermac le había ganado fácil a Vilas (6/3, 6/2 y 6/2) y Batata había hecho lo propio con el imponente sacador Roscoe Tanner (7/5, 6/3 y 8/6). Vilas y Clerc no se hablaban, ni se miraban a la cara. A pesar de todo, perdieron el dobles apenas 11/9 en el quinto. Al otro día Mc Enroe le ganó en 5 a Clerc y Tanner-Vilas suspendieron cuando el local ganaba 11/10 (no había tie break en la Davis) en el primero. Pasaron 25 años. Mancini encontró el equipo que buscaba: jugadores con hambre de gloria sin vedettismos. Será difícil, pero nada es mejor que una base sustentada en el objetivo en común. Porque no sólo hay que declamarlo, sino, y fundamentalmente, ejercerlo.
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