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domingo,
24 de
septiembre de
2006 |
Noches de guardias y planes
"Trabajaba en el hospital Rawson de Córdoba. Como ginecólogo hacía la guardia de los lunes, cuando Eliana comenzó en 2002 su residencia de infectología", recuerda Jorge Martin. A los pocos meses, en una charla de esas guardias nocturnas -como a las 4 de la mañana- precisa, "hablamos los dos sobre lo que nos gustaría hacer, entonces surgió el tema de Médico Sin Frontera. Una semana después nos pusimos de novios y, justo al año, viajé a Marruecos".
"Yo tenía 31 y ella 29, dejamos todo y partimos a esa vocación o «llamado». Los médicos son bastante esclavos de su profesión, pero el mundo de la acción humanitaria constituye una forma de vida para nosotros, en el cual podemos realizarnos profesionalmente. Claro que hay que adaptarse y cambiar de país, cultura e idioma", admite Jorge.
Resalta que "se extraña estar lejos de los viejos, quienes están en Rosario (los de Eliana) y en Córdoba (los de Jorge). Cada dos o tres noches soñamos con ellos. Por suerte, la familia, además de apoyarnos, pudo visitarnos y eso ayuda a aliviar el dolor de la distancia. Además, mi hermana vive en Italia y la hermana de Eliana en París, así que a veces nos juntarnos, al igual que con amigos que andan repartidos por el mundo".
"Los argentinos somos como nómades. Hace una semana, tras un complicado parto, en un pueblito llamado llamado Kakonona, llegó de visita el noruego Jan Egeland, subsecretario de la ONU. Se acercó y preguntó en qué idioma hablamos. Al contestarle en castellano, una mujer que lo acompañaba le dice: «Ves, ése es el cordobés»; ella era también argentina y responsable de la oficina de asuntos humanitarios para la ONU en Congo. Los profesionales de nuestro país están por todos lados y siempre se nos aprecia por nuestra capacidad", remarca.
En lo referido a trabajar en Argentina, los dos señalan que "ésa sería nuestra meta. Pero, la situación de nuestro país es privilegiada ante la de los congoleños. Además, ahora es un tiempo para el aprendizaje, y trabajar en MSF te deja marcas. Pero el sueño es volver al país y desarrollar proyectos de salud para los más vulnerables".
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