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sábado,
23 de
septiembre de
2006 |
Principio y fin
en Rosario
Carlos Vallejos / La Capital
Curioso destino tuvo Rosario en la vida política-guerrillera de Gorriarán Merlo. Aquí fue su bautismo de fuego, en marzo de 1971, cuando -ya en plena clandestinidad- comandó la primera acción armada del ERP, que tuvo como blanco una comisaría. Aquí también protagonizó su último acto público -34 años después y rodeado de flashes y cámaras-: el lanzamiento, en junio del 2005, del Partido del Trabajo y el Desarrollo (PTD), con el que se proponía competir en los comicios del 2007 "en alianza o con candidatos propios".
En esos 34 años cobró fama por sus acciones armadas, lo escurridizo de sus movimientos y el secreto de sus intenciones.
Tras salir de la cárcel en mayo del 2003, luego de que Eduardo Duhalde le concediera el beneficio de la amnistía, Gorriarán -con un nuevo proyecto político en mente- buscó mostrarse ante la ciudadanía como un hombre que había enterrado su pasado violento, dispuesto a la autocrítica y a pedir perdón. Para tamaña empresa eligió Rosario.
En noviembre de 2003 -previo aviso a La Capital- se dirigió a una vieja casona de Fisherton, la misma donde en mayo del 71 secuestró al cónsul inglés Stanley Sylvester, y se disculpó por aquella acción ante uno de los hijos del que fue el primer secuestrado por el ERP, quien había fallecido a los 91 años.
Gorriarán y Juan Sylvester charlaron largamente en el jardín del viejo chalet e intercambiaron anécdotas sobre aquel episodio. "Siempre sentí ganas de hablar con Stanley para pedirle perdón, disculparme, por la situación que le hicimos vivir. Es la primera vez que puedo encontrarme con los familiares de un secuestrado", admitió ante su interlocutor, y le explicó que "sabían que el método de los secuestros era desagradable", pero que lo usaban para lograr "financiamiento y reivindicaciones".
El demonizado Gorriarán mostró así un costado sensible. Quien no se dejó impresionar fue otro hijo de Stanley -Keith-, quien le mandó furibundas diatribas desde Canadá, donde vive, a través de La Capital: "Mi padre nunca hubiese permitido que entre a su casa; si quería realmente disculparse, lo hubiese hecho en privado".
Gorriarán volvió a Rosario una semana antes del lanzamiento del PTD. Presenció el homenaje que el Concejo Municipal le brindó al fallecido dirigente político Lisandro Gringo Viale. Decía que padecía un mal incurable. La Capital observó a un hombre entre cansado y melancólico, siempre atento y escuchando como quien busca segundas intenciones. Nunca andaba solo.
"Soy parte de una generación que enfrentó con las armas a los golpistas; sin dictaduras no hubiese habido guerrillas", justificó su acción la última vez que pisó Rosario. "No volvería a la lucha armada", dijo también. Fue casi una despedida.
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