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 sábado, 02 de septiembre de 2006  
Golpe de un trío en Warnes y Baigorria
Entraron a un instituto por plata y se llevaron computadoras
Fue la noche del jueves. Los ladrones cargaron el botín en el auto de la víctima

Ariel Etcheverry / La Capital

"No te movás porque te quemamos. Ya fuiste, sos boleta. Ahora decinos dónde está la caja fuerte". Horacio Moro ya estaba tirado en el piso, con las manos atadas sobre la espalda y con los pies inmovilizados con su propio cinturón. La camisa que usaba segundos antes se había convertido en una improvisada mordaza. En esa situación de indefensión el hombre buscó tranquilizarse, dejar que todo transcurriera y rezar para que a su mujer no se le ocurriera volver al instituto de enseñanza particular que ambos manejan en Warnes y Baigorria. Al menos tres delincuentes irrumpieron en el lugar, cuando ya no había alumnos y el local estaba cerrado. Entonces, trabajaron durante más de una hora para cargar cuatro computadoras, impresoras y otros artículos en el auto de la víctima, que horas más tarde apareció abandonado en barrio Rucci.

El asalto ocurrió cerca de las 22.30 del jueves en el Instituto Integral Alberdi, de Warnes 2320. A esa hora ya hacía rato que los alumnos se habían retirado y todo estaba cerrado. Moro y Norma Salsi, esposos y responsables del establecimiento, también se habían marchado a su casa, a pocas cuadras de allí. Pero Horacio decidió volver al local porque tenía que consultar un material en internet. El hombre estacionó su Chevrolet Corsa en la puerta y cuando colocaba la llave para abrir la puerta sintió un fuerte golpe en la cabeza.

"Más que una emboscada, parece que los delincuentes tenían planeado entrar cuando estuviera todo cerrado y de pronto se encontraron con el dueño", argumentó ayer una fuente policial.

"No sé con qué me pegaron. Si era un ladrillo, un palo o la culata de un revólver. Me dejaron un bubón impresionante en la cabeza. No alcancé a ver nada. Me empujaron adentro y me tiraron al piso", contó Horacio mientras exhibía ayer las profundas y visibles marcas que quedaron en sus manos producto de las ataduras. "Llegué a ver tres tipos, pero pudieron ser más. Me metieron en una de las salas y me tiraron al piso. Me sacaron el pantalón y la camisa. Me gritaban que les dijera dónde estaba la caja fuerte. También me dijeron que me iban a torturar hasta que les diera la información", afirmó.

Tras dejar fuera de acción al dueño del instituto, el grupo tomó las llaves de las salas y las del auto de Moro. Así, los delincuentes se movieron con comodidad mientras Horacio escuchaba desde su incómoda posición cómo los hampones acarreaban las computadoras y otros objetos que cargaron en su auto.

"Se llevaron cuatro aparatos completos con las impresora. También una cámara de fotos y otras cosas que no te puedo precisar porque no tuve tiempo de hacer un relevamiento. En esa hora y media que estuvieron acá traté de poner la mente en blanco y que sea lo que Dios quiera. Yo rogaba de que no viniera mi mujer porque yo había salido unos minutos. Vivimos a seis cuadras. Ella me esperaba con la comida y yo sólo vine un ratito para buscar algo en internet pero me hicieron demorar demasiado", señaló Moro.

Cuando los delincuentes se marcharon en su coche, cerrando la puerta de calle con llave, Horacio se tuvo que arrastrar hasta la cocina. Allí logró desatarse los pies. Entonces corrió una silla hasta una de las ventanas y, haciendo equilibrio, pudo abrirla y esperar pacientemente hasta que alguien pasara por la vereda. Moro tuvo noticias de su auto durante la mañana de ayer cuando desde la policía le avisaron que había aparecido en Cavia al 1200.

El instituto funciona en ese lugar desde 2003. Según contó Norma, la zona tiene mucho movimiento y vigilancia "hasta las 21.30. Después, no te olvidés que esto es Alberdi, no queda nadie".
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Horacio Moro, frente a su instituto.


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