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 sábado, 02 de septiembre de 2006  
Editorial
Cuando los consejos merecen ser oídos

Los notables logros económicos conseguidos en los últimos tiempos por el país con recetas autóctonas deben ser valorados, pero el riesgo que acecha es la soberbia. La presencia en Buenos Aires de Enrique Iglesias, ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, fue la ocasión ideal para escuchar conceptos equilibrados y profundos, que merecen ser destacados.



Es bien sabido que la marcha de la economía argentina registra un impulso tan benéfico como inédito en los últimos años. Y que tal envión, que se traduce en valiosos avances en la calidad de vida de la gente, se ha podido plasmar merced a la aplicación de una receta ciertamente inusual durante el fatídico transcurso económico de las últimas décadas: ignorando y hasta contradiciendo de manera abierta los consejos de los grandes gurúes de las finanzas internacionales, en particular del Fondo Monetario. Acaso no corresponda olvidar la importancia del nombre de Roberto Lavagna en la concreción de tales logros —ardua negociación de la deuda externa en cesación de pagos de por medio—, pero su pase a las filas de la oposición y el egoísmo que campea en la escena política nacional dificultan notoriamente preservar la memoria de su crucial aporte. En los últimos días, la llegada al país del ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Enrique Iglesias se constituyó en una excelente oportunidad para apartarse del ombliguismo ideológico reinante, cuyo abuso puede resultar contraproducente después de una dosis inicial altamente positiva. El prestigioso funcionario —hombre siempre cercano a la Argentina— llegó a Buenos Aires y el somero análisis que efectuó en torno de la marcha de la economía dejó frases que merecen ser repensadas porque eluden la tentación de la coyuntura y apuntan a cambios culturales como el objetivo deseable para el futuro mediato.

   “Más mercado y mejor Estado”, sentenció Iglesias al ser interrogado por el periodismo porteño. Y de inmediato intentó equilibrar el fiel de la balanza entre dos polos opuestos que nunca han logrado una convivencia armónica en nuestro país: el fracaso del Estado neoliberal de los años noventa y los errores del Estado empresario de los años sesenta. Y más tarde, el uruguayo que ahora tiene la responsabilidad de dirigir la Secretaría General Iberoamericana emitió un diagnóstico que debe haber sonado como música en los oídos del presidente Kirchner: “Hoy hay espacio para las políticas públicas en América latina”.

   Sin embargo, el más rico de sus aportes se vinculó con una mirada que planeó muy por encima del presente y supo ver en el futuro los nudos que deben ser desatados si se pretende una recuperación consolidada: “Hay que volver a apostar en la educación como forma de progreso y darle un inmenso impulso a la innovación tecnológica”. Pero la clave fue otra: “Hay que construir el servicio civil, generar una generación que sea capaz de elevar el nivel de las instituciones públicas. El servicio civil es, precisamente, lo que diferencia a los países desarrollados de países como los nuestros”.

   A veces no resultan necesarias demasiadas palabras para expresar verdades de fondo. La voz de Iglesias merecería ser escuchada con la atención que su lucidez justifica.
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