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sábado,
02 de
septiembre de
2006 |
Yo creo: "Todos pueden tener un final con gloria"
Si los Rolling Stones necesitan un médico que los acompañe en su gira ¿qué problema hay? Ya no son chicos que devoran la vida. Más bien todo lo contrario. Cuando ellos, a los 60 y pico, tienen que ser supervisados por un geriatra, como sucedió en la etapa de su gira en Oslo, no es que estén viejos. Es previsión o un buen chiste publicitario ¿Pero qué pasa que algunos hablan con sarcasmo de los cuatro sexagenarios? Las voces opinan que ya está bien, que es grotesco, en fin, que no tienen edad para tanta marcha ¿El rock está tan unido a la juventud que ignora un axioma de la vida como el hecho natural de envejecer? Viejos, pero viejos "bien", hay en todos lados: en el cine, los negocios, en el teatro, la pintura, y también en la música. El rock no debería ser la excepción. En la otra punta da gusto escuchar las voces cansinas, pero vitales de Chavela Vargas o Cesaria Evora. Ejemplos hay también en folclore con Adolfo Abalos, que a los 85 editó un disco; en el blues, John Lee Hooker, que murió a los 83, sigue dando envidia a muchos, o B.B.King, o también Bob Dylan que con 65, lanzó "Tiempos modernos". Y claro, Charly García y Luis Alberto Spinetta, que tampoco son niños y están activos. También Bebo Valdéz, que a los 85 volvió a arrancarle sentido a viejos boleros. Otro longevo como Ibrahim Ferrer dio un salto cuantitativo después que los "super abuelos" de Buena Vista Social Club grabaron un disco y filmaron para Wim Wenders. Quizás el rock, en tanto movimiento social y cultural ligado desde sus comienzos a la juventud, acusa un tipo especial de nostalgia. Si, es verdad, si se los mira objetivamente los Rolling Stones son cuatro señores grandes con actitudes y vestuario que no encajan con lo que se espera de su edad, pero ellos parecen no advertir ese detalle. Que Ron Wood reitere sus episodios con el alcohol, ¿y qué? ¿nadie bebió unas copas de más? Y si Jagger tiene laringitis es lógico. Para él es como una enfermedad laboral. Y bueno, si Keith Richard se hubiese partido la cabeza cuando cayó de la palmera en las islas Fidji, hubiese muerto en su ley. Porque no hubiese sido lo mismo que le dieran un pelotazo en el banco de una plaza mientras le daba de comer a las palomas. De nada le hubiera servido tener un geriatra cerca. Además nadie se merece un final tan poco glorioso.
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Fotos
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Rodolfo Bella. Escenario.
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