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domingo,
06 de
agosto de
2006 |
[Nota de tapa] - historia viva
Viaje a la meca del anarquismo
Ricardo Falcón explora aspectos inéditos de la constitución de los sectores populares y los orígenes del movimiento obrero rosarino en "La Barcelona argentina", su nuevo libro
Osvaldo Aguirre / La Capital
La historia dice que en 1902, en ocasión de una huelga general, el dirigente socialista Enrique Dickman visitó Rosario y quedó sorprendido por la difusión y la intensidad que había alcanzado entonces el movimiento anarquista en la ciudad. "Entonces usa dos expresiones: «Rosario es la meca del anarquismo» y luego dice «Rosario es la Barcelona argentina», comparando con Barcelona, que probablemente haya sido con Rosario la sede de los movimientos urbanos anarquistas más fuertes", cuenta Ricardo Falcón. Y precisamente "La Barcelona Argentina. Migrantes, obreros y militantes en Rosario" es el nuevo libro del historiador, en el que aborda una etapa decisiva en la historia local y regional.
El libro abarca el período comprendido entre 1870 y 1912. "Hay una división entre cuestión social, cuestión obrera y trabajadores y política. Empiezo en 1870 porque es el momento en que comienzan los primeros problemas que se plantean en los intersticios de la construcción de un capitalismo en Rosario. Y ahí se plantea para la elite el problema de la disciplina de los trabajadores, de los migrantes venidos del interior, el problema de la mendicidad infantil, el de la prostitución, que adquiere dimensión más adelante. Cuestiones que hacían a la necesidad de un orden en Rosario", dice Falcón.
-¿Quiénes componen esa elite de fines del siglo XIX?
-Es una elite advenediza y heterogénea, que tiene una diferencia muy grande con Buenos Aires, supongo que con otras del interior también, y es que en gran parte es extranjera. Son los comerciantes que vienen alrededor de 1850, muchos de ellos genoveses propietarios de embarcaciones de cabotaje, con algún sector de descendientes de españoles y alguna cuota de mestizaje de los asentamientos anteriores. Pero la presencia fuerte de los italianos le da un carácter diferente a Rosario. Por otro lado, en Rosario no había una tradición de orden colonial como en Córdoba, o rosista, como en Buenos Aires, con una mezcla de coerción y consenso. Y entonces aparece el problema del orden como orden social, como orden laboral, e incluso una especie de necesidad del orden urbano, que se efectúa no sólo en el reordenamiento urbano para adaptarlo al proceso inmigratorio que va adquiriendo envergadura sino también en el sentido de que la mayoría de los inmigrantes que vienen, sean europeos o argentinos, son campesinos. Y hay una necesidad para la elite de introducirlos en las normas de la vida urbana.
-¿Cómo comienza ese proceso?
-En ese sentido tomo como ejemplo simbólico el carnaval. Me llamó la atención la importancia que los diarios le daban hacia 1870 a esa cuestión. Les parecía que el carnaval simbolizaba un desorden, que si bien admitían, porque eran dos o tres días al año, tampoco podía ser como se planteaba y entonces había que moralizarlo. Era un carnaval de luchas bárbaras, en el juego con el agua había una simbología sexual más o menos explícita -los diarios a veces hacían bromas con esa cuestión- y por otro lado había una cuestión de revancha social. Estaba prohibido hacer tiros al aire, galopar en el corso y disfrazarse con algo que remedara los poderes terrenales o celestiales: ni de militar ni de cura. Después, a partir del 80, aparece la cuestión obrera con el desarrollo de un proletariado sobre todo en el sector de servicios.
-¿Cuáles fueron las primeras manifestaciones de ese movimiento?
-La primera huelga general en el país que yo he detectado es de 1896. Pero es una huelga virtual porque no está declarada por ningún organismo suprasindical: hay una huelga ferroviaria y comienzan a plegarse distintos gremios con los mecanismos de solidaridad, que no eran en abstracto porque agregaban reivindicaciones propias. Y hay una huelga importante, que afecta a 4 mil trabajadores. Otra huelga general importante es la de 1901, a partir de un conflicto en la Refinería y de la muerte de Cosme Budislavich. En la primera huelga nacional, en 1902, Rosario tiene una participación importante.
-Como la elite, ¿el movimiento obrero rosarino tenía sus particularidades?
-Sí. Una es que el Partido Socialista es más débil aquí, en Buenos Aires tiene mayor presencia. Además en Rosario no hay una corriente sindicalista revolucionaria, como la que surge en Buenos Aires en 1906, como escisión del socialismo y que toma planteos de Georges Sorel, que es antiparlamentaria y antipoliticista. Por lo tanto, el rol de los anarquistas es mucho mayor. La clase obrera surge en Rosario de un proceso de diferenciación en los sectores populares, sobre todo a partir de los 80. El movimiento obrero tiene su acta de fundación, tanto en Rosario como en Buenos Aires, en la conmemoración del 1º de mayo en 1890. Ahí se da un fenómeno importante, que se refleja en Rosario: con la revolución del Parque, en Buenos Aires, surgen figuras nacionales que representan las tendencias políticas opositoras más importantes, como Leandro Alem, Juan B. Justo, Lisandro de la Torre y Alberto Ghiraldo.
-¿Qué resistencias encontró la elite en esa búsqueda del orden en Rosario?
-Hubo un primer período de resistencias inorgánicas, en algunos casos espontáneas. Por ejemplo, cuando había epidemias se quemaban ranchos; pero la gente volvía a levantarlos en el mismo lugar cuando terminaba la epidemia y se iban el ejército o la policía. A partir del 80 aparece un movimiento obrero sin solución de continuidad y surgen sindicatos, que en esa época se llamaban sociedades de resistencia, que a veces tienen vida efímera pero que empiezan a capitalizar las disidencias del movimiento obrero. En vez de elite, en un momento determinado, habría que hablar de burguesía. Una burguesía que tiende a actuar homogéneamente frente el movimiento obrero. teniendo en cuenta que entre 1902 y 1907 en Rosario hay un período de agitación social muy fuerte, donde el movimiento obrero plantea dos reivindicaciones centrales, la jornada de 8 horas y el aumento de los salarios. Sin embargo, no es homogénea y a veces tiene dificultades. En 1905, ante una huelga general, hay un frente de empresas navieras, ferroviarias y de casas exportadoras con gerencia en Buenos Aires que reclutan grupos de rompehuelgas a través de la Sociedad Protectora del Trabajo Libre y que quieren un enfrentamiento frontal con el movimiento obrero; sectores que se expresan a través de la Cámara Sindical de la Bolsa de Comercio y otros sectores patronales no están tan seguros.
-¿Por qué cierra su recorrido en 1912?
-Por la aplicación de la ley Sáenz Peña. Lo que cambia a partir de 1912 es la llegada del radicalismo al poder. En la provincia el radicalismo comienza a hacer un juego de favorecer ciertas demandas obreras, y esto marca una diferencia y anticipa lo que va a hacer Hipólito Yrigoyen a partir de 1916, en el sentido de arbitrar en los conflictos obreros. Aquí el radicalismo tenía una fuerza importante, por las figuras de Ricardo Caballero y también de Deolindo Muñoz, el director del diario El Municipio. Y sobre todo en la perspectiva de la conspiración cívico-militar de 1905 ellos hacen esfuerzos por atraer obreros a filas radicales, llegan a proponer la huelga general y llaman a afiliarse a la Federación Obrera de Rosario, que era anarquista. Este radicalismo fuertemente obrerista es un fenómeno de Rosario; y en Caballero, tiende más a los trabajadores criollos, por las posiciones nacionalistas de Caballero y porque los criollos son, a partir de 1912 y a diferencia de los extranjeros, los que votan. Hay un rol distinto del radicalismo en Rosario. Por ejemplo, en el manifiesto que viene de Buenos Aires para la insurrección de 1905 no hay casi alusión a las cuestiones obreras, más bien un reproche a los gobiernos oligárquicos; en cambio, en la fracción de Deolindo Muñoz, hay un acercamiento a los anarquistas y en la de Caballero aparecen reivindicaciones democráticas generales que concernían al movimiento obrero, por ejemplo pronunciarse contra la ley de residencia o denunciar matanzas de obreros.
-¿Cómo juega entonces el latorrismo?
-Aparece como un problema particular. El radicalismo expresaría en Santa Fe a sectores productores que vienen del proceso de 1853 a 1880 y donde el epicentro de ese desarrollo uno lo puede simbolizar en los colonos de Esperanza. A partir de 1880 esto se traslada hacia el sur con un desarrollo capitalista más fuerte y ahí aparece otra expresión, la Liga del Sur, que se crea en 1908 y entra en contradicción con Santa Fe capital. Los conflictos comienzan con las políticas impositivas: el sur de Santa Fe, el sector más avanzado desde el punto de vista capitalista agrario en ese momento, sufre las políticas impositivas generales dictadas en la capital. El latorrismo tiene entonces una influencia en que obtura el crecimiento del Partido Socialista. En Rosario el socialismo tiene una presencia, pero se encuentra con un radicalismo obrerista, con un anarquismo muy fuerte y a partir de 1908 con un partido que también es programático, que es orgánico, que no utiliza la plataforma solamente para los momentos electorales sino como elemento de propaganda cotidiano. Si bien sus posiciones son liberales moderadas, en 1909 la Liga del Sur llama a un lock out de almaceneros, con apoyo de grandes comerciantes, para pedir una rebaja de impuestos. Como es un enfrentamiento con el Estado, los anarquistas también adhieren y organizan una huelga general. Esto también le da una particularidad a Rosario, que no veo que ocurra en Buenos Aires
-Según dice en el libro, a mediados del siglo XIX Rosario aparece ya como nexo entre el campo y el puerto, una marca de su identidad.
-Y eso también marca la identidad del movimiento obrero. Los sectores de vanguardia, y con mayor capacidad de acción y negociación, son los que tienen que ver con la circulación de mercancías de la zona de cereales hasta el embarque de ultramar: los carreros, los cocheros, los ferroviarios, los portuarios. Todo está estructurado alrededor de esa relación estrecha entre la producción cerealera y su salida portuaria. Otra diferencia importante con Buenos Aires en esta época son los reclamos de la burguesía del sur santafesino por la falta de brazos para la cosecha. Es una cuestión que se ve bastante fuerte en los diarios: la protesta contra lo que se llamaba el centralismo inmigratorio, es decir, los inmigrantes se quedaban en Buenos Aires. A partir de 1906 la cuestión cambia, la oferta de brazos va a ser mayor que la demanda. ya no está el problema de reclamar para las cosechas sino de ver el problema de las masas desocupadas.
-La represión de 1901, cuando la policía mató al obrero Budislavich, ¿fue un hecho puntual o expresó algo más amplio?
-Anticipa lo que va a ocurrir a partir de 1902. Hasta ese año, el Estado deja librados los conflictos de capital y trabajo a la correlación de fuerzas. No interviene, salvo en dos casos: en grave alteración del orden público o cuando está vinculado al sector agroexportador. A partir de entonces hay un tratamiento de la cuestión obrera como cuestión policial y como cuestión política, porque comienzan los primeros intentos como el proyecto de ley de trabajo de 1904, donde se conceden demandas como las ocho horas a cambio de una regimentación fuerte de los sindicatos. Pero los industriales no parecen dispuestos entonces a pagar los costos sociales frente a un Estado que está dirigido por una clase de origen terrateniente.
-¿Cómo se resuelven los intentos de disciplinamiento social?
-Hay tres aspectos en el mensaje del Poder Ejecutivo por la ley de trabajo de 1904. Desde el punto de vista económico la clase dirigente se siente legitimada; desde el punto de vista político hay un problema, porque el radicalismo está reclamando el sufragio universal, y desde el punto de vista social están los obreros y las huelgas. La ley de trabajo de 1904 es un intento de solucionar la cuestión obrera sin resolver la cuestión política. Finalmente lo que tienen que hacer es resolver esa cuestión con la ley Sáenz Peña, que les sale como les salió: no estaban pensando que el radicalismo les iba a ganar.
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En perspectiva. Falcón despliega y recorre las distintas líneas de un período del pasado rosarino que es gravitante en el marco nacional.
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