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 jueves, 27 de julio de 2006  
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Un 27 de julio...

1586: Sir Walter Raleigh introduce el tabaco en Inglaterra

Caballero de fortuna para algunos y eterno perdedor para otros, sir Walter Raleigh nació en Hayes, Inglaterra, en 1552. Su familia lo envió a estudiar leyes a Oxford, luego de lo cual se enroló para la guerra en Francia a favor de los protestantes. Volvió a Gran Bretaña en 1574 como oficial y poco después se dirigió a Irlanda, donde para imponer el anglicanismo asesinó a sangre fría a 600 soldados enviados por el Papa. En 1578 salió con patente de colonizador al Nuevo Mundo y comandó una expedición pirata sobre dominios españoles. En este viaje conoció de los indígenas el tabaco y adquirió la costumbre de fumar en pipa. De vuelta a casa, el 27 de julio de 1586 introdujo en Inglaterra el tabaco, el que ya desde 1560 era conocido en España, Portugal, Bélgica, Holanda y Alemania. Por los servicios prestados a la corona fue integrado a la corte y en cierta ocasión se cruzó con la vanidosa reina Isabel. Arrojó entonces su capa al barro para que la dama no se ensuciara los zapatos (fue el iniciador de esta galantería), y aunque ella era casi 20 años mayor, en poco tiempo logró introducirse en su lecho, ganando así favores, posesiones y riquezas descomunales. Pero al cumplir Raleigh 35 años en 1587, la soberana, de 55, lo desplazó por el conde de Essex, un muchacho de 20. Sin embargo algunos sostienen que otro pirata, sir Francis Drake, se le adelantó algunos años a sir Walter Raleigh en dar la primera bocanada de humo en la corte, e incluso en hacerlo en la alcoba de la reina. Al ser desplazado por el conde de Essex se sintió en libertad para casarse con una cortesana, pero la celosa Isabel lo hizo pasar la noche de bodas en la Torre de Londres. En 1592 fue desterrado definitivamente de la corte y partió entonces nuevamente hacia América, esta vez para buscar la mítica ciudad de El Dorado, con lo que creyó volver a ganar los favores de su soberana. Tomó entonces por las costas de Terranova y fundó la colonia de Virginia. Hacia 1595 se internó en el Orinoco y mató a cientos de aborígenes para obtener información. Volvió a Inglaterra con las manos vacías, pero de esta expedición llevó el curare y un tubérculo que haría fortuna: la papa. En 1616 logró ser enviado a una nueva expedición a El Dorado en la que murieron casi todos sus hombres. De regreso en 1618 fue condenado a muerte por no respetar los nuevos tratados entre España e Inglaterra. Su cabeza rodó el 29 de octubre de ese año, pero no sin antes que el indomable pirata hiciera realidad su último deseo: sacarle unas bocanadas de humo a su vieja pipa.
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