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jueves,
27 de
julio de
2006 |
SOS
Pichincha
Una lectura atenta del anteproyecto del plan especial Pichincha sustentado por la administración municipal socialista podrá advertir a cualquier interesado que se trata de un plan que destruirá un vecindario para reemplazarlo por otro pensado a la medida de una burocracia que planifica desde la foto satelital y el puntero laser, pero donde los ciudadanos no quedan registrados. Los fundamentos del proyecto entre los que se menciona el pasado prostibulario del barrio son, como mínimo, prejuiciosos y discriminatorios para con una población perteneciente al sector del trabajo desde hace más de 50 años. Población que desde las gestiones de Hermes Binner y Miguel Lifschtitz viene soportando tantas habilitaciones salvajes de boliches como promesas reiteradas e incumplidas de no más boliches en el barrio. Este proyecto que impulsa Planeamiento resulta del todo arbitrario e inequitativo para este sector de vecinos; abusivo, en tanto pretende legislar no sólo sobre las alturas de la edificación, sino sobre nuestra vida y costumbres; autoritario, en tanto se proyecta un espacio y cómo usarlo sin consenso alguno con los actuales habitantes del barrio. Los antecedentes, como toda la ciudad lo sabe, son penosos: desde hace unos años, por lo menos seis, la gestión municipal señaló arbitrariamente a este barrio como el lugar de la joda rosarina y lo materializó con habilitaciones salvajes y absoluto descontrol. Ahora, con el llamado Plan Especial Pichincha están cocinando la legitimación de esta política antisocial aunque aparentemente progresista. Es preciso que el resto de la ciudad acompañe a los vecinos de Pichincha a resistir esta pérdida de ciudadanía travestida de proyecto de desarrollo urbano y que las fuerzas políticas y sociales nos comprendan y nos defiendan de esta agresión a la vida de un sector numeroso de la ciudad.
Ana María Margarit
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