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sábado,
24 de
junio de
2006 |
Un estudio analiza los rituales en fechas patrias
La idea de ciudadanía y los actos escolares
Pasan los años, pero estas prácticas que suman valiosos aspectos culturales no se transformaron sensiblemente
Ana María Margarit (*)
Rituales o rutinas, indicadores de ciudadanía o de identidad nacional, expresiones de un auténtico contenido simbólico o simples repeticiones de clichés y frases anacrónicas, representaciones de ciudadanos reales, activos y actuales o disciplinamiento de chicos y jóvenes quietitos, derechitos, calladitos.
Entre estos contrastes y opuestos, entre lo que son y se espera que sean, se traman los actos escolares, verdaderos frescos de una sociedad que sobrevivió en críticas condiciones al autoritarismo de la dictadura pero no logró hasta el momento construir y comunicar una idea de ciudadanía, simplemente porque no la ejerce en plenitud.
"Ciudadanía y actos escolares. La construcción de sentidos" se titula un trabajo de investigación que realizó la licenciada Marcela Rosales y que se conoció en oportunidad de la defensa de su tesis de grado en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), en diciembre de 2003.
La autora se dedica a buscar los sentidos del concepto de ciudadanía que circulan en las prácticas de los actos escolares desde las perspectivas de todos los actores involucrados, principalmente alumnos y maestras, aunque también dejan sus señales las voces de directoras y supervisoras, padres y una funcionaria municipal. El estudio trata de desmontar, describir y analizar las estrategias comunicacionales que se ponen en juego y así hacer transparentes las contradicciones y las concordancias, los choques y las correlaciones de sentido que circulan en estos encuentros sociales.
La mirada curiosa, abierta y siempre crítica de Rosales no descuida el afecto y el reconocimiento a quienes más se exponen en el sostenimiento de la escuela pública: las maestras. Artífices privilegiadas de los actos escolares, protagonistas decisivas a fuerza de estar siempre presentes, activas y obligadas, pueden lograr desde el acto más aburrido hasta el más creativo, entre otros motivos porque ellas reúnen al mismo tiempo todas las conciencias, todos los fracasos, todos los deseos.
Antes y ahora
Nacidos a fines del siglo XIX bajo la influencia de la historia contada por Bartolomé Mitre, los festejos patrios primero y los actos escolares después se conformaron como representaciones colectivas con el objetivo de construir un sentimiento nacional integrador de una sociedad cuyos ciudadanos era minoritariamente argentinos y mayoritariamente inmigrantes extranjeros.
"En las primeras décadas del siglo XX los actos escolares fueron vividos como verdaderos rituales. Es decir, que esas pautas, esas formaciones, esas enseñanzas que se manifestaban durante estas prácticas grupales fueron comprendidas y sentidas como válidas para el conjunto de los actores sociales, miembros de la comunidad educativa, solidariamente vinculada con el círculo oficial, porque representaban sus sentidos de las normas sociales y del patrimonio cultural que deseaban perpetuar, más que por rasgos de identidad, por todo lo que implicaba para ellos este país que les permitía reconfigura sus destinos".
Desde este modelo de nación, los actos escolares se perpetuaron prácticamente sin modificación hasta nuestros días: pasaron varios modelos de país, mucha historia y varios conceptos acerca de la ciudadanía, pero estas prácticas que involucran valiosos aspectos culturales no se transformaron sensiblemente. Aunque la ley de educación vigente desde 1993 se ocupó de incluirlos atribuyéndole un sentido formal, en la práctica, la autoridad de aplicación no articuló la capacitación de docentes en actividad ni de los que están en formación del profesorado, con lo cual, esta letra de la ley no se traduce en efectivos ejercicios ciudadanos.
Aguante, la escuela
La escuela actual, escenario obligado en que se desarrollan estos actos patrios, institución a la que la sociedad y el Estado encomiendan la formación de ciudadanos, muestra todos los rostros de la crisis. Según la investigadora, la escuela pública argentina "sigue en pie como una de las pocas instituciones confiables en esta crisis" aunque "los vestigios de respeto que se le remiten se atribuyen más que al cumplimiento de sus objetivos pedagógicos, a la misión que se le impuso como contenedora social: cada vez son más las escuelas afectadas a actividades relacionadas a la contención afectiva, psicológica y, la más reciente, física (alimentaria) de los alumnos".
Así, entre docentes convencidos de que dejaron de ser transformadores de la sociedad para ser contenedores sociales, políticos y económicos y alumnos sumidos en aburrimiento y desinterés por estas prácticas repetidas y rutinizadas, el objetivo de construir ciudadanía en el marco de la conmemoración de una fecha patria se diluye hasta el sinsentido.
La investigadora sostiene que los actos escolares son importantes como rituales en tanto permiten conocer y reconocer el orden social y permiten aún construir un orden soñado sobre la base del patrimonio nacional. Esos rituales son constitutivos e integradores sólo si esos sentidos simbólicos son comprendidos y compartidos por todos.
Así como son los actos escolares, anacrónicos y aburridos, reproductores de un orden social jerárquico en el que la idea de ciudadano se lleva bien con la obediencia, "espacios donde se da lugar a expresiones confusas, vacías, equivocadas, repetidas o copiadas, que pocos escuchan, momentos propicios para reunir a la familia en torno al disfraz, al baile o a la actuación del niño, obligaciones que demandan mucha energía por la presión de la mirada ajena a la escuela, así, con todas las limitaciones que los caracterizan, tal como aparecen, casi idénticos a como surgieron casi cien años atrás, continúan siendo espacios propicios para la reunión, que abren horizontes de posibilidades".
Chispazos innovadores en algunos actos, en algunos momentos, en el interior de estas prácticas escolares formadoras de ciudadanos, dan cuenta de que es posible que esos acontecimientos se expandan y comiencen a explotar su potencial formativo.
Es preciso, según el estudio de Rosales, "comenzar a rediseñar estas prácticas estableciendo nuevas pautas, nuevos acuerdos, más acordes al orden social democrático, que se alejen de la hipocresía o de la repetición vacía, que incluyan nuevos sucesos para valorar, aprender, recordar y perpetuar sus virtudes, pero no instalando nuevas lógicas para siempre, sino permaneciendo plenamente conscientes de ellas y dispuestos a discutirlas y a cambiarlas cada vez que el grupo, en su circunstancia, lo crea pertinente".
(*) Es docente de la Escuela de Comunicación Social de la UNR. El artículo es un trabajo final del seminario de divulgación científica organizado en el 2005 por la Fundación, la Secretaría General, la Subsecretaría de Cultura y el Centro de Estudios Interdisciplinarios de la UNR.
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Los actos permiten construir un orden soñado sobre la base del patrimonio nacional.
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