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domingo,
11 de
junio de
2006 |
Curas jesuitas cierran la brecha entre ciencia y religión
Desde un observatorio astronómico de Arizona, estudian claves de la formación del universo
Alan Elsner
Desde su mirador sobre el monte más alto del sur de Arizona, el padre José Funes ajusta el telescopio del Vaticano para una noche de observación, en que explorará los procesos que hicieron que se formaran las galaxias y que nacieran las estrellas.
Funes, un astrónomo y un cura jesuita argentino, es uno de una docena de científicos, la mayoría de ellos jesuitas, asociados al Grupo de Investigación del Observatorio del Vaticano, que opera el telescopio de Arizona en Monte Graham y que se dedica a la astrofísica avanzada, cosmología e investigaciones galácticas y extragalácticas.
Pocos católicos y aun menos estadounidenses están al tanto de que el Vaticano posee un telescopio en Arizona o incluso que la Iglesia Católica se dedica a la investigación científica. Pero los sacerdotes se ven a sí mismos salvando la brecha entre la ciencia y la religión.
En el proceso, han surgido como una voz poderosa contra el "creacionismo" y la teoría del "diseño inteligente," que sostiene que ciertas formas en la naturaleza son demasiado complejas para haber evolucionado por medio de la selección natural y deben haber sido creadas por un "diseñador" que puede ser llamado Dios.
Al igual que todos los religiosos científicos, Funes asegura que mantiene la astronomía y la religión separadas.
"Cuando doy clases en la Universidad de Arizona, les digo a los estudiantes, «yo soy un sacerdote, un jesuita, pero mi clase es de ciencia, y la ciencia se trata de causas naturales, no sobrenaturales»", dijo.
Funes, quien escuchó el llamado de Dios cuando estaba estudiando astronomía en Argentina, está trazando el mapa de la formación y evolución de galaxias hasta una distancia de 100 millones de años luz. Para cuando esté completo el proyecto, habrá observado unas 400 galaxias.
A pesar del conocido enfrentamiento del siglo XVII entre Galileo y la Inquisición sobre si la Tierra giraba alrededor del Sol, la Iglesia Católica tiene un largo historial de apoyo a la ciencia y especialmente a la astronomía, dice el padre británico Chris Corbally, subdirector del Observatorio del Vaticano.
Angelo Secchi, un jesuita del siglo XIX, es conocido como el padre de la astrofísica mientras que la que se conoció como la teoría del Big Bang fue propuesta por primera vez en 1933 por otro sacerdote, Georges Lemaitre.
En 1891, el Papa León XII creó el observatorio del Vaticano detrás de la cúpula de San Pedro en Roma, específicamente para demostrar que la Iglesia no era hostil con la ciencia.
El telescopio del Monte Graham, una montaña de 3.261 metros de altura, fue inaugurado en septiembre de 1993, aprovechando el aire seco y claro del desierto que hace del emplazamiento un lugar ideal para la astronomía.
"La metodología que uso es la misma que usan los colegas no jesuitas con los que trabajo," dijo Corbally. "¿Pero acaso ser un jesuita afecta mi apreciación de la ciencia? Por supuesto que sí. Es una alegría trabajar y entender el universo creado, el universo del Creador", agregó. (Reuters)
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