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jueves,
01 de
junio de
2006 |
Viajeros del tiempo
Un loco lindo. El Diario de Buenos Aires recibido ayer trae este curioso relato: En la avenida Callao esquina Cuyo, un señor bien vestido, de tipo vasco pero acriollado, fácil de lengua y de ademán afable, frena insistentemente a los transeúntes. Cada detenido piensa que va a pedirle una dirección, alguna información, pero no: el sujeto moja un dedo, extrae cuidadosamente un billete de 20 o 50 pesos de un grueso mazo que tiene en la mano izquierda y lo alcanza con exquisita cortesía. "Sírvase", dice, y el transeúnte se azora, pero como en el tomar no hay engaño, vacila poco: mira rápidamente al dadivoso y a los lados a ver si será alguna broma, y agarra, seguro que agarra. Por lo demás, cuando duda un poco el señor insiste: "¡Tenga la bondad! El dinero es mío, ¡sírvase con confianza!". Y así va repartiendo billetes. Pronto tiene público, y hasta hay personas honestas e ingeniosas que pasan dos veces a ver si se repite. Pero el señor no es tonto: los reconoce, y variando de tono les muestra el camino y dice cadenciosamente aunque con un inquietante brillo en los ojos: "¡Tenga la bondad!". La escena se prolonga. En la esquina no hay agente o no se ha apercibido. Pronto la chiquillada olfateadora rodea al generoso señor y para ellos tiene otro fajo de a un peso. Y reparte que es un contento. La clientela crece y pronto se hace montón. La gente empieza a temer que se trate de algún singular circulador de billetes falsos y los examina con desconfianza, pero los guardan. De pronto pasa un oficial de policía. Lo choca el grupo, se acerca, y el señor le alcanza con exquisita cortesía un billete de 20 pesos. El oficial, sorprendido, lo toma y se lo devuelve diciéndole: "¿Qué hace usted?". El señor cree que aquel mozo se ha ofendido porque le ha dado uno de 20, y con cierta premura repara la falta escogiendo uno nuevito de 50 pesos: "¡Usted dispense, aquí tiene de los otros!". La satisfacción le esparce en el rostro un regocijo beato. Pero con estupefacción y descontento general el oficial formaliza un interrogatorio: se empeña en averiguar por qué está aquel señor repartiendo dinero. Y el hombre, sorprendido, dice mientras alcanza un billete a un recién llegado que estira la mano con naturalidad: "¿Por qué? ¡Porque se me da la gana!". El oficial estorba la acción. El señor protesta y el que iba a recibir la plata también: "¡Es una intromisión indebida!, la plata es de él y es muy dueño!...". En el mismo sentido, con lucidez y firmeza, el hombre argumenta. Y tan seguro de su derecho está, con tanto aplomo y cortesía se expresa, que el oficial vacila. "Sí, señor oficial, es el fruto de mi trabajo honrado de 20 años: son veinte mil pesos que me he propuesto regalar. Es una satisfacción para mí... ¡y un modo de curarme! ¡Cuando haya dado el último peso ya no me picará la hormiga colorada!". La gente se empezó a reir y el hombre de pronto se desnudó y con cara de angustia comenzó a gritar: "¡Ya me pica otra vez! ¡Agarre este dinero, oficial; agarre o lo reviento!". Llevado a la comisaría, resultó que el pobre infeliz había repartido ya más de mil pesos.
Coup de froid. Falta todavía un mes para que comience el invierno pero ya se nos ha venido encima y sin previo aviso. Algunos vaticinan que la gente se va a morir por las calles de coup de froid en vez de coup de chaleur como pasó este verano. De distintos puntos de la república nos llega esta voz de alarma: en Luján el termómetro ha bajado a un grado bajo cero y en Salta la temperatura polar se alterna con aguaceros helados y copos de nieve. También La Rioja está cubierta por un manto blanco y en Buenos Aires ya han aparecido los primeros atorrantes helados muertos de frío. Será necesario proveerse pronto de ropas y sobretodos, porque el invierno que se nos echa encima va a ser de los más crudos.
Investigación y realización Guillermo Zinni ©
Ver La Capital de 1900.
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