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miércoles,
31 de
mayo de
2006 |
Reflexiones
La unidad de las religiones
Jack Benoliel
Dice Eduardo Galeano que la Declaración de los Derechos Humanos olvidó un derecho: "El derecho a soñar". Permítaseme restaurarlo y soñar que llegará el día en que las religiones, que pregonan sin cesar la unidad de los hombres, pregonen y concreten la "unidad de las religiones".
Las religiones del mundo no son más autosuficientes, no más independientes, no más aisladas que los individuos o las naciones. Las energías, las experiencias y las ideas que se originan fuera de los límites de una religión particular, o de todas las religiones, continúan desafiando e influyendo en todas las religiones.
Los horizontes son más amplios, los peligros son más grandes... "Ninguna religión es una isla". Estamos todos comprometidos, los unos con los otros. Una traición espiritual por parte de uno afecta a la fe de todos. Hoy el aislamiento religioso es un mito.
Dejamos de darnos cuenta que mientras diversos representantes de la fe en el mundo de la religión continúa mostrándose cautelosa con el movimiento ecuménico, existe otro movimiento ecuménico mundial en alcance e influencia: "el nihilismo". Debemos elegir entre el intercambio religioso y el intercambio nihilista.
El cinismo no es religioso: ¿deben insistir las religiones en la ilusión del aislamiento completo, debemos rehusar hablarnos los unos a los otros, debemos desearnos mutuo fracaso, o debemos tender a la salud del otro y ayudarnos mutuamente a preservar el legado respectivo, a preservar un legado común?
Somos los herederos de una larga historia de desprecio entre las religiones y las denominaciones religiosas, de coerción, lucha y persecución.
Aún en períodos de paz, la relación que se logra entre los representantes de distintas religiones no es sólo reciprocidad de ignorancia; es un abismo, una fuente de detracción y desconfianza que infunde sospecha y anula los esfuerzos de muchas nobles y honestas expresiones de buena voluntad.
Existen tareas que tenemos en común, males contra los cuales debemos luchar juntos, metas que compartimos, una situación difícil que nos aflige a todos.
La santidad no es monopolio de una religión. La humildad parece ausente donde más se la requiere: en la teología. Pero la humildad es el principio y el fin del sentimiento religioso. La fe humana es un camino permanente.
¿Cuáles son mis reflexiones? "Ninguna religión es una isla". ¿Deben insistir las religiones en aislarse por completo? ¿Deben desearse mutuamente un fracaso? ¿No deben propiciar preservar el legado común?
El diálogo judeo-cristiano debe ser luz en la oscuridad de nuestra hora. Que cese la ignorancia, la desconfianza y el desdén en las relaciones mutuas. Somos seres humanos que tenemos tantas cosas en común: un corazón, un rostro, una voz, un alma, temores, esperanzas, la posibilidad de confiar, la capacidad de compasión y comprensión. Un ser humano es toda la humanidad en uno. Y siempre que un hombre es herido somos todos heridos.
¿Cuál es entonces el propósito de la cooperación interreligiosa? No es lisonjearse ni refutarse entre sí, sino ayudarse mutuamente, compartir los frutos de la vida interior y del estudio, buscar fuentes de paz, de devoción, capacidad para amar y preocupación por los hombres. Tienen que bregar por la resurrección de la sensibilidad, por un renacimiento de la conciencia. Mantener la fe. Y fortalecerla.
Que cesen las disputas y polémicas; también el menosprecio. Diferir honestamente, pero de un lado al otro deben darse las manos. La religión se vuelve idólatra cuando se la considera un fin en sí misma y cuando se olvida que "ninguna religión es una isla". Pretender que todos los hombres abracen una única religión es una esperanza escatológica.
Es obligación de todas las religiones ayudarse unas a otras, a tratar de superar en los hombres las durezas del corazón, a cultivar el sentido del asombro y el misterio, a franquear las puertas de la santidad en el tiempo, entrelazando corazón y conciencia.
Este es el camino. Bucear en el fondo de los siglos para saber qué es lo que nos separa, siempre será temerario. Entrelazar inquietudes en un diálogo judeo-cristiano, que respetando diferencias tenga como objetivo el hoy y el mañana, constituirá un aporte sublime para la humanidad, cansada ya de tantos prejuicios y de tantos antagonismos, sedienta de paz y de amor. Entonces sí, el "Amaos los unos a los otros" será estandarte no sólo para recitar, sino para vivir y honrar los labios de donde saliera mensaje tan sublime.
Tanto la comunicación como la separación, son necesarias. Deben preservarse las individualidades, tanto como fomentar el mutuo interés, la reverencia, la comprensión y la cooperación. En el mundo de la economía, la ciencia y la técnica dicha cooperación existe y seguirá existiendo, felizmente. Hasta los Estados políticos culturalmente diferentes y en mutua competencia mantienen relaciones y se esfuerzan por coexistir. Sólo las religiones no se hablan o lo hacen circunstancialmente. Más de 150 naciones desean seguir siendo parte activa de las Naciones Unidas. Otras centran su esfuerzo en ingresar. ¿No podrían optar las religiones en integrar un movimiento llamado "Las Religiones Unidas"?
Por lo general es la ignorancia, la desconfianza y el desdén lo que caracteriza a las relaciones que mantienen entre sí. ¿Es el desdén por la oposición algo innato en la posición religiosa? Es posible y lo afirmo con vehemencia, la mutua estima, la defensa y la proyección de las religiones, coronando la vigencia plena de sus sagrados apostolados.
La presencia y palabras de adhesión y solidaridad del ex arzobispo de Rosario monseñor Eduardo Mirás, y del actual arzobispo, monseñor José Luis Mollaghan, en sendos actos de la comunidad judía de Rosario dedicados al Holocausto y a los inmolados en el atentado de la Amia, organizados por Daia y Asociación Israelita de Rosario, fortalecen las esperanzas de una armonía y acción conjunta y solidaria, que dará sus frutos traducidos en la hermandad pregonada por Juan XXIII, ratificada por Juan Pablo II, asumida en el presente por el Papa Benedicto XVI y honrada en los mensajes del arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina, monseñor Jorge Bergoglio.
Que no se trunque el sueño anhelado. Y que "Las Religiones Unidas" puedan demostrar incluso a las Naciones Unidas que la paz, el amor entre los hombres, y el numen sublime de la libertad, conforman sus apostolados y los exhiben como bello ejemplo de crisol universal.
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