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| sábado,
22 de
abril de
2006 |
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Charlas en el Café del Bajo
-La verdad, Candi, yo también me empiezo a sentir menos solo.
-¿Por qué dice eso Inocencio?
-Porque un joven de 36 años, Jorge, nos ha enviado una carta que, si me lo permite, quiero compartir con usted y todos los lectores.
-Claro, léala, Inocencio.
-"Estimado Candi: Sigo su columna desde algún tiempo y se ha convertido para mí en un guía y alguien con quien compartir cosas importantes. En esta oportunidad quiero contarle una pequeña parte de mi vida más reciente".
-Lo interrumpo para decir que "guía" es demasiado, sólo damos opiniones, pero gracias de todos modos. Siga con la carta.
-"Hace ya algo más de ocho años, un día confié en alguien que me ofreció una sociedad y en menos de un año quedé en la quiebra y embargado tal vez para el resto de mi vida. Sin dudas no culpo de todo a aquella persona; algo de culpa tengo desde el momento que acepté la propuesta, pero eso hoy ya no interesa. Desde que eso sucedió, acompañado por mi familia, he tratado por todos los medios de llegar a un acuerdo con mis acreedores. Curiosamente con los peores prestamistas logré acuerdos y soluciones; de ellos ya me olvidé y ellos de mí; en cambio con los «serios y prestigiosos bancos» no he dejado de endeudarme. Entre empleados, abogados y demás yerbas (gobernantes incluidos) no han dejado de hacer lo posible para que no sólo siga endeudado cada vez más, sino que además llegue al día de hoy perdiendo la casa que con todo el esfuerzo de sus vidas mis padres me regalaron al casarme. En 8 años sólo he dicho y pedido una cosa: «Quiero pagar, pero de una forma pagable; no discuto honorarios, intereses, ni nada, sólo quiero una cuota digna de un trabajador y no una propuesta que no pueda cumplir». Como única respuesta es escuchado: «Mientras existan garantías no nos interesa un acuerdo...».
-Interrumpo para decir que esa es una de las caras perversas y diabólicas del sistema. Siga.
-"En estos días que leo sobre lo mal que está la juventud y lo poco que muchos hacen por el futuro de este país, me pongo a pensar si muchos son realmente conscientes que desde el puesto insignificante o no que tienen, pueden hacer mucho si lo desean y que no todo es culpa del gobierno".
-Diría, amigo, que pocos son conscientes de eso.
-"En mi caso, si algún empleado bancario hubiese decidido ablandar un poco las reglas que endurecen cuando quieren, tal vez estaría pagando mi deuda y no perdería la casa en la que vivo y el banco no tendría que estar tratando de ser vendido porque las crisis lo hundieron (ya que no soy el único que le debe al banco). Por otro lado, si los bancos se olvidaran de las garantías y se dispusieran a cobrar, ¿cuántos remates se detendrían, cuánta gente no quedaría en la calle, sería necesario que el gobierno prorrogue los remates hipotecarios? Si el gobierno en lugar de patear hacia delante, propone una solución seria, ¿los bancos se aprovecharían de sus deudores? Y la cadena sigue, pero en esa cadena siempre existen personas de un lado y otro que viven en este país, que son vecinos de alguien, que hoy pueden estar bien pero tal vez mañana quién sabe. ¿Tomaremos conciencia de que todos podemos hacer algo por el otro y de esa manera lograr algo hasta para nosotros mismos? Bueno, estimado amigo, no sé si habré podido transmitir mi idea con claridad, le agradezco el tiempo que me ha dispensado. Sólo me queda decir que a mis treinta y seis años sigo peleando por lo mismo que hace tiempo y sin perder las esperanzas. Todos somos parte de una misma y única persona, el día que comprendamos que la sociedad la hacemos todos juntos, la vida en este mundo será mucho más maravillosa, sin injusticias, hambre, ni guerras. Hasta siempre. Jorge".
-La idea está tan clara que a mí sólo me resta decir: hasta mañana.
Candi II
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"Tomé buenas medidas, pero tuve mala suerte con los resultados"
Fernando de la Rúa
Ex presidente de la Nación
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