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sábado,
18 de
febrero de
2006 |
Cómo eran los preparativos
Los preparativos para la ascensión eran todo un ritual. La tarea de inflar el globo comenzaba desde la mañana temprano. Se armaba un gigantesco horno y se colocaba sobre él al aeróstato desinflado. Luego se quemaba abundante leña de sauce y la inmensa humareda poco a poco iba hinchando la esfera multicolor -tenía franjas coloradas, blancas y amarillas- de la que pendía solamente un frágil trapecio y que iba tomando forma de una enorme pera. La gente se agolpaba comentando el coraje del capitán y cuando todo estaba listo, Silimbani gritaba un "¡Suéltenlo!", y los ocho fortachones que sostenían las cuerdas dejaban en libertad a la nave. Mientras el globo subía, Silimbani se enganchaba con las piernas del trapecio y, cabeza abajo, tiraba los papeles de propaganda de los cigarrillos. Sin ningún tipo de medida de seguridad, a medida que el globo subía la gente murmuraba: "Se va a matar... se va a matar...", y la esfera continuaba su ascenso hasta que el intrépido aeronauta le abría la válvula de escape y se iniciaba el descenso. El público chiflaba, reía, lloraba, gritaba y aplaudía frenéticamente haciendo catarsis de la emoción y el suspenso vividos, y luego corría en tropel en persecución del globo hasta el lugar del descenso para ver a un orgulloso Silimbani saltando con elegancia desde su minúsculo trapecio hasta el piso.
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