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domingo,
11 de
diciembre de
2005 |
Ayer, hoy y mañana
Antonio Solero, el padre de Carlos Solero, fue militante metalúrgico. Empezó a actuar en el sindicato "contra Perón", en 1946 y se integró a la Unión Socialista Libertaria, fundadora de la Biblioteca Alberto Ghiraldo. Carlos lo acompañó desde chico a las reuniones en la biblioteca y se unió "formalmente" a los libertarios en 1978, a los 19 años, cuando comenzó a formar parte del Centro de Estudios Rafael Barrett. La tradición anarquista llegó también por parte de su abuelo materno, miembro de los sindicatos de oficios varios. "Era el sindicato que agrupaba a los zapateros, sastres, paragüeros. Mi abuelo era gallego, carpintero y anarquista; una unión muy común en los años 20", cuenta Carlos Solero, quien rescata en esa diversidad de oficios la vocación de servicio o de servicio a la comunidad de los compañeros de militancia anarquista.
Entre las herencias anarquistas dentro de los oficios hilvana la tradición de los tipógrafos, "que hacía que hubiera tanta prensa anarquista", con la pasión por el diseño gráfico que tienen muchos de los jóvenes que se incorporaron al movimiento en los últimos años. El interés de los nuevos miembros creció durante el apogeo neoliberal de la década del 90, y se robusteció tras la crisis de 2001 y con las guerras sustentadas desde Estados Unidos. La presencia de los jóvenes anarquistas se hizo sentir en la marcha contra la presencia de Bush para la Cumbre de las Américas.
El anarquismo, sostiene Solero, se proyecta hacia el futuro. "Las generaciones más nuevas se acercaron desde el ecologismo, la música, el arte; por un lado distinto al de los sindicatos. Es que la clase obrera está marginada, y ya no es tan fuerte la importancia de los sindicatos en cuanto a la formación de la conciencia de clase", dice.
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