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domingo,
11 de
diciembre de
2005 |
[Primera persona]
Carlos Solero: "Anarquía es ser responsable"
Milita desde los 19 años y es uno de los principales representantes del movimiento libertario en Rosario. Aquí cuenta su historia
Creció en la Biblioteca Alberto Ghiraldo, entre discusiones y asados. Carlos Solero conoció el anarquismo junto a su papá, su abuelo y otros miembros activos del sindicalismo y allí se forjó en el pensamiento libertario. Se define como militante "porque militante es el que hace lo que tiene que hacer" y lo aplica en todos los ámbitos de trabajo, desde las aulas hasta las marchas. En su discurso, el imperativo se desdibuja en la idea de compromiso con libertad que implica el deber para el anarquismo.
Solero mantiene firme su sueño de un mundo más justo y sin violencia, gobernado menos con la coacción de las leyes que con los acuerdos surgidos de la discusión y las decisiones responsables de los hombres. Reivindica los movimientos antiglobalización y cree que lo más importante de este momento es rescatar la solidaridad social. A sus 46 años, sostiene que "la indignación contra los atropellos no conoce edades"”.
—¿Cuál fue la primera idea que te sedujo del anarquismo? ¿Qué te despertó, que te hizo soñar?
—La primera cosa que me impactó del anarquismo fue el sentido de justicia, el espíritu de rebeldía contra los poderosos. Cuando era adolescente me acercaba a la lectura de los libros de Bakunin, como por ejemplo "Estatismo y Anarquía", y era poco lo que podía entender de sus profundos planteos, pero me seducía la actitud crítica del autor.
—¿Lo que dice un anarquista es representativo del anarquismo?
—Sí y no. Sí porque en buena medida representa una actitud de insumisión frente a los poderes, pero hay que considerar que para los anarquistas la libertad de opinión es fundamental y no hay un dogma al que adscribir.
—Si tuvieras que elegir ideales que considerás olvidados, descuidados o destruidos a fuerza de dedicación e inversiones y considerás primordiales en la realidad actual, ¿cuáles serían y por qué?
—El ideal principal a rescatar es la solidaridad social, también la coherencia entre el decir y el hacer, sobre todo en estos sombríos tiempos donde todo tiende a aparecer como flexible y light. No me gustan los planteos edulcorados.
—¿Qué pasa con la idea de igualdad?
—Me parece que corresponde diferenciar el derecho de la igualdad de acceso a los recursos con la homogeneización y uniformización que hace la sociedad autoritaria, donde todos creen ser distintos pero están encerrados en el discurso del poder. Pienso que como dicen los zapatistas es importante seguir luchando por el respeto a las diferencias.
—La diversidad aparece como un elemento muy actual. En otro momento, hablar de igualdad hubiera remitido a su íntima relación con la libertad, que el anarquismo desarrolló como ninguna otra línea de análisis.
—"Libertad, igualdad, fraternidad". Pero es que hay que replantearse muchas cosas, porque el sistema pega la vuelta. Hay que estar batallando todos los días con el lenguaje porque el sentido común lo dispone la clase dominante. Entonces hay que aclarar cosas como que anarquía no es caos, es ser responsable.
—Vivimos de acuerdo a leyes, se supone que sin ellas la sociedad sería un caos. ¿Para qué sirve la ley, según los anarquistas?
—Las únicas leyes que vale la pena respetar son las leyes naturales, que mantienen el equilibrio natural de la vida. Las otras son expresión de la dominación de una minoría. Lo importante son las normas acordadas para la convivencia, con respeto por la individualidad. Las leyes suelen ser telas de araña que atrapan a los desposeídos. Muchas veces generan el caos, por ejemplo la circular 1050, los corralitos de Cavallo y De la Rúa o la ley de lemas, entre otras.
—Es medio tramposo plantear qué ley habría que abolir primero, si es el funcionamiento de la ley el que está cuestionado. Pero aún así, ¿cuál es la que te parece que trae las peores consecuencias?
—Las leyes van a desaparecer de la sociedad cuando los individuos se den cuenta de su inutilidad y comiencen a caminar por sí mismos, sin esperar compasión de los poderosos. Lo que hay que abolir es el inconsciente estatal, pero eso sólo se da con la lucha y no sólo con discursos.
—¿En qué grupos, movimientos o colectivos sociales, (locales o internacionales) encontrás vivos los ideales anarquistas, o algunos de ellos? ¿Cuáles rescatás y en qué te diferenciarías?
—Hay gérmenes de anarquismos en algunos movimientos sociales de trabajadores sin empleo, en el movimiento de mujeres, en las luchas por la defensa del medio ambiente (ecología social), en algunas expresiones contraculturales juveniles.
—¿Y los movimientos antiglobalización?
—Son un referente importante en este momento, sobre todo cuando acaban de matar a un militante anarquista. Eso era porque había muchos anarquistas. Y son muy provocativos. Siembran margaritas sobre los adoquines frente al lugar donde se reúne el Banco Mundial, para demostrarles que a pesar de todo, la vida emerge.
—El anarquismo tuvo una fuerte producción intelectual. ¿Cuáles serían los autores que considerás más vigentes? ¿En qué autores contemporáneos encontrás planteos que enriquezcan, o reformulen las ideas anarquistas de acuerdo a los cambios que hubo en los últimos años?
—Pienso que vale la pena leer a Rafael Barrett, es notable la vigencia de su prosa. Es importante leer los trabajos de Diego Abad de Santillán, de González Pacheco. De los contemporáneos, Michel Foucault, Michel Onfray, con sus agudas críticas; Noam Chomsky y su denuncia de la política imperial, y a nivel local Christian Ferrer, sobre todo su último libro, “Cabezas de tormenta”.
—¿Qué pensás de ese dicho que asegura que a los 20 años todos son de izquierda, a los 30 de centro y a los 40, de derecha? ¿Qué se puede rescatar de eso?
—De ese dicho no hay nada para rescatar, porque es una posición de escepticismo que justifica todas las traiciones a sí mismo y hacia los demás. Creo que cuando se tienen convicciones firmes y no simples poses, se vive de acuerdo con principios, sin importar la edad. La indignación contra los atropellos no reconoce edades.
—¿Hay alguna época en la que te hubiera gustado vivir? ¿Por qué?
—Me hubiera gustado vivir en la España revolucionaria desde 1936 al 39. O bien en la Argentina de los 60 y 70. Pero soy feliz luchando aquí y ahora con mis compañeros.
—¿Cuál es el mayor olvido de la sociedad actual?
—El de las cosas esenciales: el respeto por las personas sufrientes. El de los valores esenciales, la libertad y la justicia social, el del derecho a ser felices y gozar del genuino amor, lo que no proviene de la posesión de objetos, de fetiches.
—¿Qué sueños conservás con todo y a pesar de todo?
—El de un mundo sin guerras, sin mediocres con poder y prepotencia. El de vivir en una sociedad con niños sin hambre, de ancianos sin angustia, de mujeres y hombres plenos y satisfechos. Con ganas de transformar y transformarse en el libre encuentro cotidiano.
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Definiicón. "La indignación ante los atropellos no conoce edades", dice Solero.
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