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domingo,
11 de
diciembre de
2005 |
Pistas clandestinas. Una historia de amenazas y atentados
El alto costo de la lucha contra las mafias
El ex funcionario paraguayo dijo que entregaría a sus hijos pero nunca retrocedería frente al contrabando
Encarnación (enviado especial).- Durante su permanencia al frente de la fiscalía de esta ciudad, Eduardo Petta San Martín sufrió varias amenazas contra su vida y la de su familia. Sin embargo no se amedrentó. Y dice que tiene un pacto con su esposa y con Dios. "Si es necesario entregaremos a nuestros hijos en sacrificio, pero jamás vamos a retroceder en nuestra lucha para desbaratar la mafia que se enquista en el poder".
-Hubo fiscales que resultaron amenazados. Algunos incluso recibieron ataques y se salvaron milagrosamente. ¿Usted enfrentó alguna vez ese tipo de situaciones?
-Sí, lo más grave fue un atentado contra mi vehículo en (la ciudad de) Obligado por parte de un grupo de desconocidos que nos atacaron a balazos y que mis hijos sufrieron durante mucho tiempo.
-¿Su convicción era tan grande que llegó a arriesgar la seguridad de su familia en pos del objetivo de combatir al narcotráfico y al contrabando?
-Nosotros vivimos y mis hijos se movieron en una casa alquilada de 12x40 metros por espacio de cuatro años. No salían a una plaza, no andaban en bicicleta. Recuerdo que una vez hicimos un operativo donde incautamos 15 mil kilos de marihuana. Entonces me llamó uno de los dueños de la mercadería y me dijo que si no me retiraba de allí que me olvidara de uno de mis hijos, que lo tenía localizado y que vestía de tal manera. Era mi hijo del medio, el de 9 años. Ahí es cuando opera la fe, yo soy muy creyente. Me daba minutos para que me retirara. Disimuladamente tuvimos que llamar a una vecina para que sacara al chico de ese lugar. Eso hizo que cuando llegara a casa conversara mucho con mi esposa y decidimos hacer un pacto, pero con Dios: el pacto era entregar a nuestros hijos en sacrificio, pero no retroceder.
-Cualquiera pensaría que su grado de creencia lo coloca ante una actitud rayana a la locura o a un grado de crueldad impensado.
-Sí, pero yo puedo dar testimonio de la existencia de Dios y él me ha salvado a mí. A mi no me van a hablar de creer por creer nomás. Yo he percibido la presencia de Dios. Otros dirían que esto es un acto de locura. Pero yo le digo al funcionario público que quiere ser diferente en la función que debe presupuestarse. Y que uno de los presupuestos es perder la vida o la posibilidad de perder la vida de sus hijos. La estructura está tan corrompida y te crea tanta inseguridad jurídica y personal que tenés que presupuestarte. Es decir, van a atentar contra mi vida, van a perseguirme, esto está vinculado a la actividad política nacional, tenés un jurado de enjuiciamiento manejado por la clase política que en el mínimo de los errores te va a cortar la cabeza. Decidí entonces irme por un tiempo a Nueva York, donde trabajé como obrero, y eso teniendo la maquinita de hacer dinero. Eso fue en 2003. Pero después hubo un quebrantamiento y sentí la necesidad de volver al lugar donde estaba para provocar un caos. Si no era huir y adoptar una actitud cobarde como la de cualquier funcionario, de llegar a fin de mes y cobrar mi sueldo y cerrar los ojos y hacer como que no pasaba nada.
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