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 domingo, 16 de octubre de 2005  
Panorama político
Tragarse el sapo

Mauricio Maronna / La Capital

La mesa está servida para que el presidente Néstor Kirchner le ofrezca mañana el último envión anímico a la campaña del Frente para la Victoria. Pero, como esas visitas inoportunas a las que nadie espera, la designación del multifuncionario Sergio Sapo Rossi en el Ministerio Coordinador (y sus derivaciones) les complicó la digestión a numerosos dirigentes justicialistas.

Las posteriores declaraciones del ex concejal binnerista, funcionario delarruista y también duhaldista se convirtieron en un batracio anuro indigerible para la gran mayoría de peronistas, que conocen al dedillo las potencialidades del oficialismo santafesino de cara al futuro según esté o no Carlos Reutemann involucrado en los procesos electorales.

El gobernador Jorge Obeid experimentó las consecuencias de un sudor frío que comenzaba a correr por su cuerpo mientras se extendía la mancha humana de la rebelión en la Legislatura, donde el viento de ruptura (tantas veces anunciada y hasta ahora solamente atada con piolines por la decisión del senador nacional de no encrespar las aguas) estaba a punto de convertirse en una fractura estentórea.

Temprano por la mañana, el jueves formateaba un día de furia. Los celulares de algunos periodistas repiqueteaban como un campanario y los presagios hacían recordar el desborde verbal de Billy Bond, el 20 de octubre de 1972 en el Luna Park: "Rompan todo".

Sin estar al tanto de los dichos del ex presidente del Frente Grande, desde la Casa Rosada intentaban ubicar a Reutemann para que acompañe al presidente en una nueva incursión electoral a las provincias. El ex gobernador había desistido de viajar a España en la comitiva oficial que participó de la Cumbre Iberoamericana para estar presente en la provincia a escasos días de las elecciones en las que el santacruceño apuesta a que se plebiscite su primera mitad de gestión.

Columpiándose entre la ira y la desazón, desde las cercanías del Lole pusieron al funcionario nacional que discó el prefijo 0341 al tanto de las últimas correrías en la provincia.

"¿Quién es ese ganso?", preguntó el ministro, que, rápidamente, dejó constancia de la nula predisposición del gobierno nacional a esbozar el arte de digerir el sapo.

La ausencia de Daniel Scioli y de Reutemann en un encuentro pactado junto a Obeid en la Bolsa de Cereales porteña le hizo entender el jueves al gobernador que había tomado una decisión equivocada. Y Rossi fue eyectado del Ministerio Coordinador.

Más allá de la resolución rápida, el episodio abrió nuevas cicatrices en la dañada dermis del justicialismo local, cuyas derivaciones no se harán evidentes hasta después del 23 de octubre. Hay manchas en el alma y marcas en la piel reutemista: solamente un iluso podría pensar que la caracterización "menemista" que hizo el estrecho colaborador de la vicegobernadora María Eugenia Bielsa responde a una creencia individual.

De hecho, en cierta capilla kirchnerista santafesina (una constelación de militantes peronistas setentistas y ex frepasistas, entre otras referencias) hay quienes creen que existen condiciones objetivas propicias para destronar a Reutemann del sillón mayor del Frente para la Victoria santafesino, una opción de la que se desentiende Agustín Rossi, quien comprobó en sus visitas al interior de la provincia que la ascendencia del ex gobernador está intacta.

Por eso, hay quienes están seguros de que el brote dialéctico antirreutemista del malogrado ex ministro Coordinador por 22 horas responde a una estrategia, que Obeid, con la aceptación de la renuncia, hizo deflagrar.

"Animémonos y andá", dicen que fue la orden no escrita que recibió el ex funcionario del ultraduhaldista Alfredo Atanasof a la hora de pretender entrarle al Lole con los botines a la altura del paladar.

"En mi gobierno nadie habla mal del presidente ni de Reutemann", manifestó Obeid apenas antes de blandir la renuncia del ex director del Pami, sabedor de que le quedan dos años de gobierno en los que deberá lidiar con un frente sindical complicado, una oposición que (si Binner gana las elecciones) plantará su bandera en las inmediaciones de la Casa Gris y un partido oficialista oxidado y repleto de autoproclamados caciques que por sí mismos no están en condiciones de encabezar ni una lista para una sociedad de fomento.

Justo cuando Agustín Rossi comenzaba a desatormentarse de la catarata de pronósticos negativos que bajaba desde el coro mediático porteño y preparaba con pulcritud la mesa para recibir al presidente, otro Rossi, su primo, tiró desde la punta del mantel.

El candidato a diputado viene realizando una fenomenal tarea de instalación, cumpliendo a rajatabla con lo que le aconsejaron Kirchner y Reutemann: caminar, caminar y caminar. "Llevo recorridos 115 pueblos y ciudades en 100 días y no voy a parar hasta el último minuto", dice el presidente del Concejo Municipal, a quien no le cae en gracia que le recuerden aquello de que no hay peor astilla que la del mismo palo.

Afortunadamente para el justicialismo, el presidente Kirchner sacará mañana de la escena esta comedia de enredos y blindará su estómago para tragarse el sapo, por más grande que sea.

De lo contrario, podrían leer un extraordinario artículo publicado en el diario español La Vanguardia. Allí, la analista Laura Freixas escribió el 18 de agosto pasado una bonita historia de sapos. "Un cantante (Joan Manuel Serrat) es elegido para representar al país en el festival de Eurovisión de 1968. El dice que canta en catalán o nada. Ni corta ni perezosa, la autoridad competente le da una patada en el trasero y pone a otra en su lugar. Esta va al festival y lo gana. Casi treinta años después, he aquí la moraleja: Massiel (la cantante) ha desaparecido del mapa, mientras que el ejemplo de Serrat demuestra que pocas cosas tienen más hierro, fibra y vitaminas que un buen sapo tragado con la cabeza muy alta, cuando no queda más remedio".

Lo de Sergio Rossi no fue un "sincericidio", se trató de una pésima lectura de la realidad provincial. Quien se tome el trabajo de recurrir a los archivos observará que el justicialismo (más allá de la ley de lemas) sigue en el gobierno por la presencia de Reutemann, quien "participó del menemismo" como la mayoría de los dirigentes justicialistas que hoy ocupan posiciones de peso a lo largo y ancho del país, pero que logró arrimarse al millón de votos en las dos últimas elecciones.

"Obeid tiene que leer bien los números de los comicios", aconsejó el Lole el día después del 7 de septiembre de 2003, ultima batalla electoral, en la que el PJ venció al socialismo por la tracción que produjo el hombre de Llambi Campbell. A la hora de tomar el toro por las astas (los sapos no tienen astas), Obeid debe haber recordado esas palabras.

Hace pocas semanas, mientras el atardecer caía sobre el bar del hotel Plaza Real, un ex vicepresidente de la Nación preguntó qué era de la vida de aquel muchacho que una vez había puesto como presidente del Frente Grande santafesino. "Es subsecretario de Turismo", le respondieron. "A ese siempre le gustaron los cargos", fue la respuesta del hoy potencial candidato a reemplazar a Eduardo Duhalde en el Mercosur, en una especie de confirmación de la creencia.

A un tris de las elecciones, los justicialistas deberían poner en el freezer el episodio y concentrar todos los esfuerzos en superar el bajón. Cuentan para eso con la inmejorable oportunidad de inaugurar la última semana de campaña con la presencia del presidente Kirchner (el mandatario con mayor imagen positiva en Rosario desde el 83 hasta la fecha).

Sea cual fuere el resultado del 23 de octubre nadie tendrá nada que reprocharle en Santa Fe al jefe del Estado que, pese a los pronósticos agoreros, subirá por segunda vez al escenario montado en el gimnasio cubierto de Newell's tratando de remontar esos puntos que le faltan al frente para llegar a la victoria.

Más allá de la sopa de números que cada encuestador repite como un mantra a los oídos de quien le paga por su trabajo, la apatía es el denominador común en el último tramo de una campaña en la que, otra vez, los santafesinos se vieron privados de un debate cara a cara entre los candidatos.

Si los electores privilegian el viento a favor con el que viaja a velocidad crucero la gestión Kirchner, el domingo a la noche Rossi podrá cantar victoria. En cambio, si los ciudadanos internalizaron la idea fuerza de Binner provincializando la campaña desde el principio hasta el epílogo, la oposición estará desde el 24 de octubre golpeando las puertas de la Casa Gris.

Unos y otros deberán recordar una máxima futbolera dirigida a los arqueros: "Las que van a los ángulos, si no las alcanzas, no importa. Las que van al marco, si las mides mal o te equivocas, ni hablar: mala suerte. Pero, por lo que más quieras en el mundo, a las pelotas que vayan para afuera, no las metas en el marco".
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