Momento de cambios

El embarazo funda un pronunciado cambio en el cuerpo y en la subjetividad de la mujer. Y si pensamos en prevención, atender a esas transformaciones, asistir y acompañar a las y los protagonistas de esta etapa vital, constituye una necesidad.

Una mujer embarazada tiene una historia que incluye a su cuerpo, su psiquis y su entorno. Suele enfrentarse a temores y vacilaciones; y muchas veces se la invade con sugerencias, mitos y "ofertas del mercado". Es aquí cuando se puede apreciar que lo que en realidad necesitan, tanto la mujer que está gestando como -en el caso de tenerla a su lado- su pareja, es espacio, escucha y sostén para su búsqueda y para la toma de conciencia de sus posibilidades y recursos.

Tanto las inquietudes y las necesidades como las posibilidades y recursos con los que se cuenta, son absolutamente singulares.

Cada persona transitará a su modo esta experiencia de gestar, parir y criar un hijo. No hay un "deber ser" ni un "deber hacer" al que habría que ajustarse.

Pero aunque hablamos de singularidad, sabemos que el ser humano aislado es una utopía. Es con los otros que crecemos, vivimos, somos. Y de allí surge la importancia de poder formar parte de un grupo, donde cada integrante puede aportar su particular modo de estar atravesando esta experiencia, así como sus ideas, expectativas, sentimientos. En ese interjuego, comparando, discrepando, puede enriquecerse el conocimiento y la realidad de cada uno de los participantes.

Si se propone un lugar donde suceda el despliegue de aquello que inquieta, moviliza o angustia, tendrá que haber quienes ofrezcan la contención y la orientación para aquellos que decidieron tener un hijo y se acercan buscando ser acompañados.

Transitar el embarazo, el parto y el puerperio aliviando y ejercitando el cuerpo a través del movimiento, recibiendo información adecuada y contando con la posibilidad de que la palabra circule y se refleje en las experiencias de otros, puede ser condición para que este pasaje sea saludable.

En el miedo y el dolor se funden la subjetividad y el cuerpo real. Con esto se puede contar para trabajar acompañando el despliegue de la naturaleza. Si se puede tomar conciencia del cuerpo, conocerlo, comprender sus transformaciones en este proceso, quizás también las sensaciones nuevas, ese código que se estrena, pueda abrirse para el disfrute.


Búsqueda de recursos
Durante el embarazo cambia el eje corporal de la mujer. Se dificultan la respiración, la digestión y la circulación. Las articulaciones están más laxas y también más vulnerables. Pero aprovechando la movilidad articular se puede trabajar para favorecer la elasticidad y el fortalecimiento de la musculatura y se pueden transformar estos cambios en oportunidad para tener el cuerpo más disponible antes, durante y después de parir, atendiendo a los requerimientos físicos del primer tiempo de crianza. La respiración es la herramienta fundamental con la que se cuenta para mejorar el resto de los sistemas.

Ejercitando posturas y movimientos específicos, el cuerpo de la mujer puede apropiarse de recursos para aliviar malestares y tensiones.

Cuando el bebé ya está en casa y vuelven a llover consejos, certezas de otros, pronósticos; cuando no se siente libertad y permiso para la búsqueda de los propios recursos, genuinos, naturales; contar con un lugar diferente donde mamá y bebé experimentan, juegan, aprenden uno del otro, también puede ser una vivencia de una riqueza insospechada.

Lo importante es acompañar a los protagonistas de esta etapa vital, porque sabemos de las huellas que deja este tiempo de comienzos.

Liliana Gorosito (psicóloga)

Carolina Stofblat (técnicas corporales)

[email protected]

[email protected]