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 domingo, 16 de octubre de 2005  
Ellas preguntan

Graciela, por qué los adolescentes dicen que les cuesta acercarse a la chicas y recurren al alcohol para "entonarse" antes de salir? Laura.

A menudo, al menos al decir de José María (un lector del suplemento), se las ve a las mujeres manejándose como si todo "estuviera bien". Parece que cuando están juntas pueden llegar a ejercer la ilusión de gozar de cierto bienestar, del que ellos quieren apropiarse o al menos animarse a estar un poco más cerca.

Esto puede alimentar, a modo de contrapartida, la fantasía de provocar un encuentro apacible, donde nada habría que arriesgar, solamente dejarse arrastrar y llevar un cierto grado de abandono. Pero, si despiertan esa inquietud, qué tendría de peligroso que la gente se acerque y hable. ¿Será realmente que "todo está bien" o esa apatía e indiferencia ante el mundo que las rodea no es más que una máscara, un extraordinario simulacro? Si el mundo es leído en términos de compra-venta y el ser humano se considera como una máquina de calcular, los disfraces terminan siendo más que necesarios.

¿Qué pasaría si no todo fuera intercambio, si se pudiera interrumpir el diálogo de la reciprocidad, si no se redujera todo a lo utilitario? Tal vez se abriría un núcleo de extrañeza que siempre despierta el semejante. Algunos adolescentes buscan un "remedio" para esto. Algo que los empuje y los lleve a cometer cierta acción pero que al mismo tiempo los adormezca. Ellos se alcoholizan o intoxican para animarse. Muchas veces el tóxico aparece como un recurso que los podría salvar de la indefensión. Como si no quisieran saber nada del malestar que los habita. Como si no pudieran correr ningún riesgo.

Pero no son sólo ellos los que se adormecen para no estar totalmente lúcidos sobre la escena, ellas también lo hacen. Entonces, ¿estará todo tan bien? ¿Por qué no animarse a hablar?

Graciela Lemberger Psicoanalista

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