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domingo,
16 de
octubre de
2005 |
Dolina convocó anoche
a unas 2 mil personas
Fue en el CEC, en el marco de la Feria del Libro
Una mesita de café oculta debajo de un mantel e iluminada por una tenue luz roja. Un hombre enfundado en un traje negro y una camisa violeta sin corbata que pide (en broma) "fingir" la presentación de un libro porque en realidad vino a Rosario a encontrarse "con una dama". Dos mil personas que aplauden, reflexionan y se ríen. Esta fue la escena que se vivió anoche en uno de los galpones del Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC), donde Alejandro Dolina (el del traje negro y la camisa violeta) presentó su libro "Bar del Infierno" en el marco de la Feria del Libro Rosario 2005 y, como suele suceder en sus presentaciones, convocó a una multitud.
Habían pasado 20 minutos después de las ocho de la noche cuando Dolina irrumpió en el escenario y sorprendió con su comentario. "Se dijo que vine a presentar un libro, pero no es cierto. Vine a Rosario a encontrarme con una dama, pero ante el carácter clandestino del encuentro, lo disimulé de este modo", señaló y arrancó las primeras sonrisas. Y a renglón seguido pidió: "Les ruego discreción. Finjamos que esto es la presentación de un libro".
Desde las sillas, un público heterogéneo disfrutó con cada uno de los comentarios y las salidas desopilantes que caracterizan el estilo de Dolina. El escritor logró convocar desde adolescentes hasta gente que pisaba las seis décadas. Algo es seguro, todos disfrutaron del mismo modo de un diálogo intimista con el autor.
Reflexivo, dijo que a su entender "la poesía esta hecha de malas noticias y siempre funciona con ausencias". Y para remarcar este concepto, aseguró que "el poema titulado «Me compré una casa y estoy muy bien con mi mujer», sin dudas resultará muy poco eficaz".
El galpón del CEC estuvo a pleno. En rigor, y previendo la convocatoria, la presentación de "Bar del Infierno" fue la única actividad de la Feria del Libro que abandonó el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, ya que los organizadores estimaron que le quedaría chico.
Y no se equivocaron. Dolina convocó y los rosarinos dijeron presente. Se encontraron anoche, bajo la tenue luz roja que iluminó una mesita de café.
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