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domingo,
16 de
octubre de
2005 |
Madres... seres sublimes
Dios es mucho más que una imaginación y una madre es también más que una imaginación. Estoy desgranando tu ausencia, que lenta respira a mi lado, como lentos eran tus últimos pasos, tu andar incierto, cálidamente grotesco, cuando tus ojos eran una súplica perdida en la vastedad del infinito y parecías desafiar cual Quijote de papel a un destino que te acosaba impiadosamente; cuando desnudabas toda la ternura contenida a través de años de luchas y sacrificios. ¿Quién no tiene o ha tenido una imagen así de su madre? Honrarla en su día y todos los días es regalar al espíritu su presencia imborrable, su compañía constante; llegar a acariciar sus palabras que fueron y serán la brújula de nuestra existencia. Una madre, por el solo hecho de serlo, es un ser sublime; le subyuga el advenimiento de los hijos por quienes vive y lucha tendiéndoles el mejor camino, el cariño, el amor y la sabiduría que forja la vida con sus goces y sufrimientos... Si la idealizamos que sea para siempre y que cada acto de nuestra vida lleve estampadas a fuego las enseñanzas apasionadas de ese ser tan querido y único. Hoy mi madre hubiese tenido, 111 años.
Mario Torrisi, LE 5.976.188
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