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domingo,
18 de
septiembre de
2005 |
Un test centrado
en reformar al
agotado Estado
de bienestar
Berlín. - Las elecciones alemanas colocan a la mayor economía de Europa y tercera del mundo ante una encrucijada política cuyos resultados podrían tener repercusiones en todo el continente e incluso en el resto del mundo.
En las urnas se decidirá el destino de dos visiones opuestas acerca de cómo reactivar la economía estancada del país, cómo dar renovado impulso al proyecto de unificación europea y cómo mejorar los deteriorados lazos de Berlín con Washington. Los analistas vaticinan una ajustada victoria de la democristiana Angela Merkel. Si la candidata consigue la mayoría, podría poner en práctica sus planes para reestructurar el sistema tributario, flexibilizar el sistema laboral con el fin de reducir el 11,4 % de desempleo, el peor de los problemas que afronta Alemania, y mejorar el reducido nivel de crecimiento económico, de 1,2% el año pasado.
Los resultados electorales serán una prueba clave para determinar si el mayor de los motores económicos de Europa avanzará hacia una mayor competencia y menos regulación gubernamental, o si continuarán las políticas del Estado de bienestar de la posguerra, que desde hace años aparece como un costoso freno al desempeño de la economía y que Alemania paga con más de 5 millones de desocupados.
Tales preguntas se plantean en toda Europa y particularmente en Francia, donde una nueva generación de políticos debate intensamente la posibilidad de recortar protecciones sociales que cuestan cada vez más al erario público y que mantienen estancada a la economía. En cuanto a la tercera gran economía continental, la italiana, se halla aún peor que las de sus dos hermanas mayores. Italia irá a elecciones en menos de un año, luego del fracaso de Silvio Berlusconi en cumplir sus promesas de liberalizar las numerosas regulaciones que frenan la inversión en su país.
En Francia, en tanto, se votará en 2007. Por esto la de hoy en Alemania es la primera de una serie de casi seguros cambios de gobierno en las tres grandes economías de la "eurozona", la región de 12 países en que rige el euro. La cuarta gran economía europea, la británica, ya fuera de la zona euro, goza de un nivel de crecimiento muy superior al de sus agotados vecinos y de un desempleo sustancialmente menor. No casualmente, se trata de la única de las cuatro grandes naciones que aplicó a fondo políticas de desregulación, primero bajo Margaret Thatcher y luego, en manera más moderada, con el premier laborista Tony Blair.
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