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 domingo, 18 de septiembre de 2005  
El cluster del buen beber

"La industria vitivinícola es granero y góndola", dijo el viceministro de Economía, Omar Tangelson, y aseguró que ése es el modelo que "puede expandir la capacidad productiva de la Argentina".

Así como ocurre con la producción de soja donde la generación de valor agregado empezó a instalarse como el gran desafío, la vitivinicultura comienza a plantearse la internacionalización como el nuevo escalón en el desarrollo del negocio.

Y en ese camino, hay mucho por transitar. Por caso, la Argentina está en el puesto número 74 en el ránking de los países más competitivos de este segmento, mientras que por otro lado, es el quinto productor mundial, con una participación del 5,9% en el segmento.

Retomando el concepto de cluster, que prendió con fuerza en muchos sectores de la economía regional en los últimos años como el segmento de la maquinaria agrícola o de la producción sojera o de la industria del mueble, el sector vitivinícola comenzó a reparar en las ventajas que le aporta la localización geográfica de la cadena a la hora de ganar competitividad.

"Estar geográficamente concentrados permite tener cerca a productores de proveedores, contar con agencias de gobierno especializadas en el tema y también organizaciones educativas y de investigación especializadas en el sector", apuntó Javier Merino de Area del Vino en el 1º Foro Internacional de Vitivinicultura que se realizó en Mendoza el 2 de septiembre.

Pero este solo factor no garantiza el éxito. "Se pueden perder las fortalezas competitivas por fuerzas externas e internas como las discontinuidades tecnológicas, los cambios en las exigencias de los compradores que no son acompañadas y la inflexibilidad por las regulaciones sobre concentración", apuntó el analista.

Algunos países supieron aprovechar sus ventajas de cluster y sacar buen partido de los factores internos y externos. Un caso emblemático es Australia que está en el sexto lugar después de Argentina en producción de vinos con una participación del 3,8%, pero en exportación ocupa el cuarto puesto, mientras que Argentina no figura en el ránking de los privilegiados.

En ese país existe un consejo exportador financiado por la industria del vino que evalúa todo lo que se exporta y así garantiza calidad en las operaciones y el producto.

En Chile, otro caso emblemático -ocupa el tercer lugar luego de Italia, Francia y España en exportaciones- el instituto que nuclea a las empresas del sector denominado Wine of Chile tiene un presupuesto anual de 5 millones de dólares para la promoción de las actividades del sector.
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