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 domingo, 18 de septiembre de 2005  
Reflexiones de un experto en prevención de la violencia
"Hay que renunciar a parte de la libertad para vivir con otros"
Reynaldo Perrone dirige un programa escolar en Europa. Sólo las reglas, dice, protegen al hombre de sí mismo

Silvina Dezorzi / La Capital

"El sujeto debe hacer un aprendizaje muy doloroso: renunciar a una parte de su libertad para poder vivir con los otros y para que los otros puedan vivir con él", afirma el psiquiatra rosarino Reynaldo Perrone, director del programa oficial Paz en las Escuelas que lleva adelante la Unión Europea. Desde Francia, donde vive hace 34 años, Perrone dialogó con La Capital sobre el tema que el viernes próximo desarrollará en las jornadas "Violencia en la ciudad" que la Asociación Rorschach organizó en la sede de gobierno de la Universidad Nacional de Rosario. Catedrático en las universidades de Lyon y Savoya, Perrone habló sobre la violencia y la paz. Y así como no pintó a la violencia como una amenaza externa que irrumpe en la diáfana escena humana, tampoco definió a la paz como una tendencia natural. Para él la clave sigue siendo la ley, la única instancia que protege a todos y especialmente los débiles. Y por eso, también, confía en que la paz es algo que se aprende.

-¿La paz y la violencia son valores absolutos o dependen del contexto sociopolítico y socioeconómico?

-Son conceptos relativos, que han cambiado mucho según los tiempos y las culturas, de la valoración que se da a la vida, a la posición de cada uno y a la noción de colectividad. Cada cultura pone en relieve determinados valores comunes, más algunos desarrollos del espíritu que otros.

-Habrá escuchado alguna vez calificar a este momento histórico como especialmente violento. ¿Es así o se debe a una percepción propia de cada época?

-La violencia es parte del hombre desde la génesis. Al principio el hombre fue muy violento. En sus primeras relaciones el hombre se mostró feroz con sí mismo. Las venganzas, aun viniendo de Dios, acababan con poblaciones enteras. El concepto que presidía las relaciones era el predominio de la fuerza. Esa violencia, que intentó calmarse a través de siglos de cultura, no ha logrado controlarse totalmente como pulsión. Se trata de hacer un camino hacia la paz, pero esa paz no es patrimonio natural del hombre.

-¿Ese camino es individual o social?

-Ambos. El hombre y la mujer, pero también el niño y el adolescente, tienen que aprender la paz en su manera de comportarse con los otros. Y también en la dimensión colectiva: la colectividad debe aprender esos valores de la paz.

-Usted se pregunta si la paz en la escuela es posible. ¿De qué escuela habla? ¿La sitúa histórica y espacialmente?

-Hablo del lugar diferenciado de otros espacios sociales donde las familias confían a los que enseñan, la tarea de formar a los niños. Allí los niños y jóvenes se relacionan poniendo en relieve sus propias pautas culturales.

-¿De un chico violento en la escuela usted infiere una familia violenta?

-Se puede suponer que los niños incorporan a la escuela las pautas que traen en cuanto a rivalidad, la no aceptación de las reglas, a interpretar ciertos mensajes como peligrosos o como desafíos. Juegan en la escuela los mismos escenarios que observan e interiorizan en la familia y en el contexto social donde han crecido.

-¿Cómo aborda con cierta especificidad la violencia escolar si está tan ligada a lo extraescolar?

-Intentamos enseñar la ley. Porque en esta realidad en que vive el hombre, donde usa la fuerza para organizar sus relaciones, la única instancia superadora es una regla supraindividual y de grupo que se imponga a todos con ciertas características, como la igualdad, la obligatoriedad, la continuidad. Esas leyes no emergen de la voluntad de un hombre, de un tirano que las dicta para su provecho, sino del pueblo ejerciendo su propio albedrío. Y no están destinadas a proteger a un grupo político, racial o étnico, sino a los débiles, a quienes resultan víctimas, perseguidos por los fuertes.

-¿Qué pasa cuando se transgreden esas reglas en la escuela? ¿Sirven la sanción, la represión, el castigo?

-Depende. Las reglas colectivas se transgreden por una tendencia del individuo de creerse y estimarse totalmente libre. El niño aún se cree libre, sin necesidad de conformarse a ningún esfuerzo que limite su sed de libertad. Por eso, todo el mecanismo que usted mencionaba, son sistemas para controlar los desbordes de quienes no entienden estas razones y anteponen su deseo de ser libres y su propia ley. Entonces se necesita introducir una instancia colectiva en la que la ley reaparezca en la representación que el sujeto tiene de sí mismo con los otros y donde se la perciba como intermediaria entre él y esos otros.

-¿Cómo juega en eso la autoridad, ya sea de padres o de maestros?

-La autoridad es una delegación consensual que se hace sobre algunas personas para que sean garantes de la ley y para que pueda existir cierta organización. Se cede a ciertas personas, pero la condición de justicia para que esa autoridad pueda ser ejercida es el saber de los individuos, su experiencia, la estima que tienen de sí mismos. La autoridad que no se funda en esas normas es autoritarismo y busca provecho personal.
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