Año CXXXVIII Nº 48833
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
El Mundo
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Escenario
Economía
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Salud 03/08
Autos 03/08
Turismo 31/07
Mujer 31/07
Economía 31/07
Señales 31/07
Educación 30/07
Estilo 02/07

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 07 de agosto de 2005  
Estrés: los chicos también sufren

El proceso de crecimiento trae aparejado tensiones y los niños son más vulnerables a sufrir los síntomas de estrés que los adultos, porque todavía no han aprendido las habilidades necesarias para lidiar con las situaciones que les toca vivir.

Para la mayoría resulta complicado explicar lo que les pasa, más aún si no están seguros de lo que les sucede. En general no logran identificar lo que sienten: saben que algo no anda bien, pero al tener un repertorio limitado de expresión les resulta difícil explicar la sensación de agobio y ansiedad, característicos del estrés. Los adultos muestran diferentes maneras de responder al estrés pero los niños ante la misma situación reaccionan de distinta forma. Por este motivo el diagnóstico de ansiedad y estrés infantil es complicado para muchos profesionales y tiende a pasar inadvertido.

Aunque son escasas las investigaciones epidemiológicas con respecto al tema se observa que más del 60 por ciento de los hechos estresantes ocurren dentro del ámbito escolar por ser el lugar donde pasa mayor cantidad de tiempo. Hay ocasiones en las que un niño puede verse sometido a un aumento de su ansiedad:

u Pérdida de algún padre o ser querido (por fallecimiento o divorcio).

u Orinarse en clase.

u Perderse, quedarse solo.

u Ser molestado por otros niños.

u Ser el último en lograr algo.

u Ser ridiculizado en clase.

u Peleas entre los padres.

u Mudarse a un nuevo colegio o grado. Repetir.

u Cambiar de casa, barrio o país.

u Ir al dentista, al médico o al hospital.

u Rendir exámenes.

u Llevar a la casa una evaluación negativa del colegio.

u Romper o perder cosas.

u Ser diferente (en algún aspecto).

u Nacimiento de un hermano.

u Hacer algo ante un público. Representar, actuar.

u Llegar tarde al colegio.


Según estudios internacionales, los trastornos de ansiedad en la infancia afectan a un 15 por ciento de la población infantil y adolescente y representan un 30 por ciento de los problemas psicológicos.
La ansiedad es una respuesta normal y adaptativa ante amenazas reales o imaginarias que preparan al organismo para reaccionar ante una situación de peligro real o imaginario. Es una emoción que surge cuando la persona se siente en peligro, sea real o no la amenaza. Hay ocasiones en que las respuestas de ansiedad no desempeñan una función adaptativa, se disparan de forma totalmente incontrolada y son causa de sufrimiento para los niños que las experimentan. Surgen, en estas circunstancias, como un "miedo sin saber a qué". En el caso de los trastornos de ansiedad, las respuestas de temor funcionan como un "dispositivo de alarma defectuoso" que se activa y previene de un peligro inexistente.

Cuando se remite a estímulos específicos, se habla propiamente de miedo. La mayoría de los niños experimentan muchos temores leves, transitorios y asociados a una determinada edad que se superan espontáneamente en el curso del desarrollo. Se trata de los llamados "miedos evolutivos" que se dan:

u Bebés: la pérdida de sostén, a la altura, a los estímulos inesperados, ruidos.

u 7-12 meses: a personas extrañas, a objetos de aparición repentina.

u 1-2 años: a extraños, a separarse de las personas de referencia, al agua, al baño, al inodoro, a lastimarse, a la oscuridad, ruido de sirenas, animales.

u 3-6 años: a la separación del padre o la madre, a seres imaginarios, a personas de "mal aspecto", a animales, a los ruidos, a la oscuridad.

u 6-12 años: a la separación del padre o madre, a los animales, a la inseguridad personal, a las catástrofes, a los fenómenos naturales, a sucesos aparecidos en la TV, imágenes impactantes, al fracaso escolar, a los médicos, a la muerte.

u Adolescentes: al fracaso escolar, a las relaciones sociales, al rechazo social, a la propia imagen.


Miedo al colegio
Es muy común observar que para algunos niños, el comienzo de la época escolar resulta ser agradable, pero para otros es una fuente de estrés y ansiedad. Frecuentemente vemos que se niegan a asistir al colegio argumentando dolores físicos y quejas, que remiten al quedarse en casa. Pero si esta situación se va tornando cada vez más frecuente y se vuelve una conducta habitual a la hora de ir a la escuela, podríamos estar frente a lo que se llama "fobia escolar". No es extraño que una de las manifestaciones de la ansiedad infantil sea el miedo al colegio. Este cuadro se caracteriza por un aumento significativo de los síntomas de ansiedad ante el momento de tener que asistir a la escuela o durante su permanencia en la misma. En algunas ocasiones los niños refieren dolores de cabeza o estómago antes de ir al colegio, y en otras ocasiones los padres son llamados para que los vayan a buscar al establecimiento, desapareciendo definitivamente sus molestias al llegar a casa o al quedarse en ella.

Las razones por las cuales temen asistir al colegio son variadas (temor a separarse de los padres, a estímulos específicos del ámbito escolar o a situaciones sociales como ser burlado, hablar frente a sus compañeros).

Muchas veces la negación a asistir a la escuela se encuentra asociada a un trastorno de ansiedad en particular. Por eso es importante determinar qué grado y tipo de temor le provoca, cómo le está afectando emocionalmente para realizar una intervención adecuada en el problema.


Fobia social
El temor o estrés que genera la separación temporal con una figura de apego o significativa, la resistencia a la separación y las quejas cuando las separaciones se producen, son naturales en los niños de edad preescolar. Estos sentimientos y conductas van desapareciendo en la medida que se adaptan progresivamente a estas situaciones. Esta es una experiencia psicológica normal que se produce en la infancia y permite que el niño alcance una adecuada independencia respecto de sus seres queridos.

En algunos casos, cuando estos sentimientos y conductas se manifiestan de una manera prolongada, excesiva e inapropiada para su época de desarrollo (más allá de los cuatro años), acompañado por signos de ansiedad intensa o alteraciones en el funcionamiento cotidiano, es necesario realizar una consulta.

La fobia social es un temor persistente y excesivo ante situaciones sociales o de desempeño, en la cual el niño o adolescente se preocupa por una posible evaluación negativa por parte de los otros. El temor está relacionado a la posibilidad de hacer el ridículo y/o sentirse ansiosos y que los demás lo noten.

En general, la gran preocupación por las relaciones interpersonales se manifiesta de diferentes maneras como por ejemplo evitar jugar con niños de su edad, evitar ir al colegio, cambiarse de ropa delante de sus compañeros, realizar actividades deportivas en grupos, almorzar en el comedor escolar, hablar en público, hacer compras. Suelen ser niños o adolescentes tímidos y temen pasar vergüenza o sentirse "tontos". En otros casos, se preocupan demasiado por ponerse colorados o simplemente fallar en un examen o una actividad deportiva.


Trabajo compartido
Aquellos niños que experimentan una intensa preocupación que no está relacionada específicamente a un objeto o situación, sino a su desempeño en general, eventos futuros, seguridad personal y evaluación social, usualmente tienen dificultades con la concentración y el sueño. Pueden llegar a sentirse rápidamente cansados o con la sensación de "no dar más", estando irritables, impacientes y tensos la mayor parte del día.

Frecuentemente, padecen molestias estomacales, dolores de cabeza y bruxismo (rechinar de los dientes). Suelen ser descriptos como excesivamente responsables, muy maduros y perfeccionistas, lo cual hace que muchas veces pase desapercibido en el ámbito escolar por los docentes que lo califican como "el niño que no trae problemas". Aunque en otras ocasiones llama la atención su poca capacidad de tolerar una equivocación, produciendo irritabilidad e impaciencia.

El trastorno obsesivo-compulsivo se compone de obsesiones (pensamientos ilógicos o desagradables que surgen reiteradamente contra la voluntad del sujeto) y de compulsiones (conductas repetitivas sin sentido por sí mismas pero que consiguen reducir o suprimir, momentáneamente, la ansiedad producida por las obsesiones). Un niño puede tener la obsesión de que su madre tendrá una grave enfermedad si no sube las escaleras todos los días tres veces, por consiguiente su compulsión será realizar este rito todos los días para así disminuir o eliminar la ansiedad que le produce ese pensamiento.

No obstante, existen ciertos rituales que los niños practican y que no suponen en modo alguno un trastorno. Por ejemplo, a la hora de acostarse son muchos los pequeños que dan las buenas noches, beben agua, van al baño, agarran su muñeco y finalmente se acuestan. Esto es un ritual pero no es patológico, simplemente le da al niño cierta seguridad para irse a dormir.

Las técnicas terapéuticas más utilizadas son las mismas que las que se usan en el tratamiento de los adultos.

Comúnmente se trabaja en estrecha relación con los padres, solicitando la colaboración familiar. También es importante una relación estrecha con la escuela y educadores, puesto que ellos brindan la información necesaria acerca del desempeño del niño, tanto en lo académico como en lo social. Los psicofármacos son una ayuda complementaria al tratamiento psicológico y su utilización depende de la gravedad e interferencia en la vida cotidiana, analizándose cada caso en particular.

Asociación Ayuda

[email protected]

www.asociacionayuda.org
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados