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 domingo, 10 de julio de 2005  
Una magia incomparable
Para Juan Travnik, curador de la muestra, "los fotografías de retratos de Annemarie Heinrich son únicas, resisten cualquier comparación"

Juan Travnik, fotógrafo, docente y director de la FotoGalería del Teatro San Martín, de Buenos Aires, es el curador de "Un cuerpo, una luz, un reflejo", la retrospectiva de Annemarie Heinrich. La muestra, dice, "no tiene una estructura ni cronológica ni estrictamente temática: hay agrupamientos sistemáticos pero los temas se cruzan para crear climas en la sala". La curaduría parte de una premisa bien definida: "no se trata de recurrir a la nostalgia o a la cosa melancólica de la historia. La muestra está presentada como si fuera de una artista contemporánea. Todo lo que tiene que ver con el peso de la historia, la estética de los años 40 y los 50, está reflejado en las imágenes y no en la puesta en la sala", dice.

-¿Cómo se hizo la selección de las fotografías?

-El trabajo de Annemarie es muy extenso en su volumen y muy diverso en la cantidad de temas. Pero en general es bastante referido al trabajo en estudio. La selección tuvo en cuenta una mirada que respetara el estilo, los criterios y la filosofía de Annemarie, a quien conozco desde hace mucho tiempo. El respeto por la mirada de Annemarie fue uno de los ejes sobre los que pivoteó ese trabajo. A veces, al visitar el archivo de un fotógrafo se va en contra de lo que es su forma de expresarse y se logran imágenes que poco tienen que ver con su modo de trabajo. Revisitar un archivo y tomar esas imágenes presionando un poco la estética del fotógrafo es una política que no me interesa como curador. Entonces, sabiendo que Annemarie tuvo un gran respeto por sus modelos, que siempre tendió a ennoblecer al personaje para dar de él una visión positiva fue que como eje tomé ese criterio.

-¿Cómo puede describirse la mirada de Annemarie Heinrich?

-En los retratos es una mirada que tiene que ver con enaltecer al personaje para que a través de la comunicación el público pueda percibirlos como las grandes figuras de la actuación o de la danza. Por supuesto que también tiene retratos de escritores y de pintores donde trabajó con un criterio muy personal. En gran parte hay una mirada que tiene que ver con el glamour, la fotografía de la época dorada de Hollywood, de los años 40. Ella de hecho tuvo en esos fotógrafos referentes a los que admiraba.

-¿Hubo algún episodio decisivo en su formación como fotógrafa?

-Habría que señalar dos cosas. Por un lado esa cuestión de enaltecer la figura del retratado la tuvo siempre como concepción, desde sus comienzos. Por otro, hay una maduración de su estilo como autora que tiene un crecimiento en la medida que desarrolla su trabajo. Pero no creo que haya un punto donde se produzca un click para que de alguna forma se establezca un cambio.

-El registro de la luz ya se puede ver en su primer retrato profesional, de 1930.

-Totalmente. Ya en sus comienzos ella fue muy metódica y muy autoexigente. Sus ejercicios y sus búsquedas de estilo se ven en sus primeras carpetas, donde guardaba sus estudios de iluminación y de pose. Esto marca desde sus comienzos una forma de trabajar que se va puliendo, que incorpora otros elementos pero que no cambia demasiado.

-¿Ella inicia el género del retrato en la Argentina?

-El retrato en el mundo del espectáculo. Ese tipo de retrato. A pesar de que tiene paisajes de excelente factura, estudios de naturalezas muertas que son hermosísimos, lo más emblemático de su trabajo es el mundo del espectáculo. Ella es incomparable en la fotografía de las figuras del espectáculo y la cultura trabajadas con ese sentido de enaltecerlas y mostrarlas de manera casi mítica. Es la que va a salir airosa en Argentina le pongas al lado a quien le pongas. El tema del desarrollo de su forma de trabajo tiene que ver con una época en que las grandes figuras del espectáculo eran mostradas en una determinada manera. En la década del 60, del 70, cuando empieza a tomar auge una manera más llana de mostrar a los personajes, una manera más trivial, más parecida a la foto que se hace del primo o del amigo de uno, el retrato de Annemarie deja de tener la importancia que pudo haber tenido para ese sistema de comunicación. En la medida en que cambian algunas formas de comunicación cambian los paradigmas de trabajo y en función de eso es también que Annemarie es representante de una época.

-En el estudio sobre su obra, decís que sus retratos mantienen las imágenes en tiempo presente.

-La actitud vivencial que ella rescata de sus modelos, las miradas de sus personajes hacen que parezcan realmente estar presentes. Esos modelos que uno ve en sus fotos mirando la cámara establecen un diálogo con el espectador que los hace aparecer en tiempo presente. Los modelos parecen estar hablando con el espectador en el momento en que está mirando la foto. En el caso de Annemarie también está el tema de que no fotografiaba al ser humano desde una búsqueda psicológica sino que tenía más en cuenta la imagen que ese personaje configuraba en el mundo de relaciones en que se movía.

-Ella dijo que la belleza se aprende mirando. ¿Cómo se explica esa frase?

-Crear en una imagen fotográfica algo bello es algo que se aprende mirado. Esa frase encierra una clara referencia al tema de que no es necesario sacar algo bello sino que lo que importa es lograr algo bello en la fotografía.

-Es decir, la belleza no está dada sino que es una creación del que observa.

-Sí, no hace falta que la cara sea bella sino que la fotografía final de ese rostro sea bella. La belleza, en este sentido, no tiene por qué estar atada a los cánones convencionales. Para mí lo más importante de ella, si hablamos de sus retratos, es que esos retratos terminen por estar en tiempo presente, que uno termine hablando de las miradas, de los ojos de los personajes y no de lo excelente que es la fotografía. En un retrato como el de Gilda Lousek, por ejemplo, uno ve que la habilidad del fotógrafo ha sido muy grande porque lo que hace es poner a su modelo delante tuyo de una manera vivencial. Evidentemente ha iluminado muy bien, evidentemente ha compuesto muy bien, pero sobre todo ha tenido una habilidad para lograr de ese modelo una expresión que hace que esa fotografía tenga una magia especial. Cuando uno mira la fotografía se encuentra ante algo que lo conmueve. En esa comunicación tan fuerte entre el modelo y el espectador está la grandeza del retratista.

O. A.
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Del espectáculo. Una de las imágenes de la serie Tabaris, tomada en 1938

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