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 domingo, 10 de julio de 2005  
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El Centro Cultural Parque de España presenta una retrospectiva de Annemarie Heinrich, la gran fotógrafa de la época dorada del cine y el teatro argentinos. Más de 200 obras que muestran el oficio de una artista consumada

Osvaldo Aguirre / La Capital

Trabajó como fotógrafa en todos los géneros pero hubo especialmente uno que en la Argentina lleva su sello: el retrato de personajes del mundo del espectáculo y la cultura. "Son imágenes únicas", dice Juan Travnik curador de "Un cuerpo, una luz, un reflejo", la retrospectiva de Annemarie Heinrich que se exhibe en el Centro Cultural Parque de España.

Nacida en Darmstadt, Alemania, el 9 de enero de 1912, Heinrich viajó con sus padres y su hermana a la Argentina en 1926. La familia se estableció en Larroque, provincia de Entre Ríos, donde un tío materno se ganaba la vida como fotógrafo rural y después en Villa Ballester.

"Ella no había decidido ser fotógrafa -cuenta Alicia Sanguinetti, hija de Heinrich y también fotógrafa-. Si hubiera seguido viviendo en Alemania, su carrera habría estado ligada al arte porque quería ser escenógrafa, dedicarse a las cosas del teatro. Pero cuando llegó a la Argentina las necesidades obligaban a ponerse a trabajar".

La fotografía significaba un trabajo para el cual no se requería conocer el idioma, que Heinrich ignoraba. A la vez, "habiendo algunos fotógrafos alemanes tenía la posibilidad de empezar a trabajar como aprendiz y de hacerse entender con el lenguaje que dominaba". Fue así como inició su formación junto a fotógrafos de origen alemán y austríaco. "Una formación de autodidacta, hasta que más tarde pudo viajar y hacer algunos cursos en el extranjero".

Pero en el origen, destaca Alicia Sanguinetti, no hubo exactamente una libre elección. "No fue decir «yo quiero ser fotógrafa porque amo la fotografía». Fue por una necesidad. Después pudo desarrollarse en contacto con gente del ambiente artístico, lo que la llevó a ligarse al ambiente de la gente de cine y de ballet".

En 1930 Heinrich instaló su primer estudio en su cuarto de la casa familiar. El padre armó con dos latas de kerosene sus primeros focos y con un tubo de metal brillante otro más chico para que funcionara como luz de efecto."Mi abuelo -cuenta Alicia Sanguinetti- era primer violín de la ópera de Berlín. No le quedó más remedio que ir a la Primera Guerra. Una granada le afectó el brazo y no pudo seguir tocando el violín. Cuando se vienen a la Argentina, por el tema del nazismo, él no tenía una profesión. Llegan con una mano atrás y una adelante y él se empleó en distintas empresas alemanas. Por su actividad antinazi fue radiado y terminó en la Italo. Cuando mi madre empezó a trabajar él le ayudó en lo que podía, armándole los primeros focos, o acompañándola cuando tenía que sacar fotos afuera, porque salían con las cámaras grandes de madera".

Esa colaboración inauguró una marca fuerte en la producción de Heinrich: la concepción del estudio fotográfico como empresa familiar. Así como sus padres y su hermana la ayudaron en sus inicios, su esposo, Ricardo Sanguinetti, y sus hijos Ricardo y Alicia trabajarían más tarde a su lado.

En 1932 tuvo su primer estudio en el centro de Buenos Aires. Las primeras fotos vinculadas con el mundo del espectáculo aparecieron en la revista La Novela Semanal. En 1934 comenzó a retratar en El Hogar a las bailarinas del Teatro Colón. Pero la publicación decisiva en ese aspecto de su carrera fue Radiolandia, cuyas tapas realizó entre 1935 y 1976.

Luis Saslavsky fue su enlace con los artistas de cine y el editor Julio Korn, fundador de Radiolandia, con los músicos. "Por una de esas casualidades -cuenta Alicia Sanguinetti- el segundo estudio de Annemarie, en la calle Esmeralda, quedaba a la vuelta de Radio El Mundo. Entonces empezó a hacer las fotos para las carteleras de la gente que cantaba o hacía conciertos o radioteatros en El Mundo. A la vez Julio Korn sacaba las partituras para los tangueros y la llamó porque las partituras de aquella época se hacían con la foto del compositor o del cantante en la portada".

En 1937 fue convocada para realizar las imágenes publicitarias de las películas de Argentina Sono Film (luego también trabajaría para Lumiton, Pampa Film y EFA). "Venían las primeras figuras individualmente o en grupos, con ropas, maquilladores, peluqueros y a veces también con algunos trastos del decorado que llenaban el estudio", recordó Heinrich en una entrevista.

"Cuando Annemarie empieza a trabajar con la gente que hace cine -dice al respecto Alicia Sanguinetti- no existía el fotógrafo que estaba en el set de filmación, porque todavía no se utilizaba la cámara de 35 milímetros. Todas las fotografías que se usaban para la publicidad de la película se hacían en un estudio. Se llevaba parte de la escenografía al estudio y se trabajaba el día entero, o durante dos o tres días, con cambios de ropa y haciendo distintas escenas".

La relación del fotógrafo con el modelo era entonces necesaria "porque hay que captar y conocer el personaje para plasmar lo que el personaje es". Aquí se plantea además una de las características centrales en el trabajo de Heinrich no tanto por cuestiones técnicas sino por la definición de una ética: quería obtener los rasgos positivos de las personas y ratificó ese precepto al punto de negarse a tomar fotos.

"Siempre quiso hacer fotos de Alicia Moreau de Justo -cuenta su hija- pero nunca se pudo dar la oportunidad. Cuando Moreau de Justo cumplió cien años la llamaron para que le tomara una fotografía pero ella se negó porque no quería mostrarla en su declinación física". Heinrich dijo entonces que "si el fotógrafo no tiene ética, la mejor foto del mundo no vale nada".

Entre los géneros que trabajó Annemarie Heinrich hay un punto en común. "Ella decía que había que pintar con la luz. Y viendo el desarrollo de sus trabajos, tanto retratos como desnudos, uno ve el trabajo que ha hecho con la luz", dice Sanguinetti.

Esa definición está ligada a la proximidad de Heinrich con los pintores Antonio Berni, Raúl Soldi y Juan Carlos Castagnino, entre otros. "Todos trabajaban sobre el tema de la luz. Incluso hacían trabajos en conjunto. Se iban juntos, por ejemplo a Mar Chiquita y trabajaban todos sobre un mismo tema".

En 1939 tomó las primeras imágenes de la entonces desconocida Eva Duarte, una joven actriz de veinte años. Mirtha Legrand, Zully Moreno, Delia Garcés y Tita Merello fueron algunas de las actrices a las que más fotografió. La retrospectiva expone esos trabajos y cinco de las fotos que integran la serie de artistas del cabaret Tabaris.

En su estudio, el curador de la muestra anotó que Heinrich "tuvo una sutil capacidad de observación para lograr extraer de cada retratado una mirada profunda o chispeante, un gesto único, mágico. Como una ilusionista, consiguió que sus retratos se convirtieran en imágenes que siempre están en tiempo presente. Sus personajes permanecen allí, emergiendo de las sombras o bañados por la luz, pero nunca indiferentes". Emociones que perduran en el tiempo.
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Laura Hidalgo, fotografiada por Annemarie Heinrich en 1954.

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