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domingo,
26 de
junio de
2005 |
[Primera persona]
Haim Avni: "En Argentina se estableció una vida judía intensa"
La inmigració judía en la Argentina, sus avatares y características, son el eje de un libro del historiador que acaba de ser reeditado
Haim Avni nació en Viena, Austria, en 1930 y emigró a Israel en 1933. Entre 1963 y 1966 estuvo en la Argentina, preparando su tesis doctoral sobre la inmigración judía. La investigación continuó en París, Londres y Viena y finalmente concluyó en un libro "Argentina y las migraciones judías, de la inquisición al Holocausto y después", que Avni presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires y en Rosario.
"Argentina y las migraciones judías" se publicó originalmente en hebreo. La primera edición en español apareció en 1983 y la reedición acaba de ser publicada por Editorial Mila, la Amia y el Instituto de Judaísmo Contemporáneo de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
-¿Qué lo llevó particularmente a investigar, desde Israel, la inmigración judía en la Argentina?
-Puede parecer extraordinario, pero no lo es, ya que el pueblo judío está compuesto de una gran variedad de circunstancias que a su vez están unidas por ciertos elementos básicos, como pueden ser la problemática de la Asociación Judaica o la inmigración, que son sumamente profundos. En esto puede encontrarse el por qué de la incorporación de América Latina en el marco de enseñanza a nivel de posgrado, ya que sin tener en cuenta todas las gamas y realidades judías es muy difícil comprender un proceso histórico. Es en este contexto que me he dedicado al estudio de América Latina y en especial a la inmigración, como un elemento analítico para entender la realidad judía y también comparativo entre las diferentes colectividades y regiones.
-¿Cómo analizaría, en esta comparación, el éxito de la inmigración judía en la Argentina con relación a la experiencia norteamericana o a la canadiense?
-El éxito depende mucho de la realidad socioeconómica del país de donde llega el inmigrante, en ese sentido la problemática es común. Lo diferente es la realidad local. Argentina ha sido un país agropecuario, podríamos decir desde siempre, y la comunidad judía que se instaló aquí lo hizo basándose en una obra colonizadora agrícola. Canadá también tenía colonias judías pero no fueron tan medulares en su historia, ya que se encontraban fuera de la órbita de los centros principales, alejadas de Montreal y Toronto. En Argentina la colonización organizada antecedió a la realidad urbana. Es más la misma empresa colonizadora -la Jewish Colonization Association- ayudaba a la formación y al mantenimiento de las principales instituciones en el país. La empresa del barón Hirsch constituyó una ayuda extraordinaria y única en su género en el mundo entero. Era una institución fortísima que puso los cimientos y fomentó una política inmigratoria que no existía antes. A diferencia de los Estados Unidos, donde había organizaciones comunitarias judías preexistentes que ayudaban a la población que llegaba, aquí aparece un tercero, que es la Jewish Colonization Association, que aporta en gran medida a la organización de la comunidad local.
-Dentro del proceso histórico argentino, ¿qué balance hace de la inmigración?
-A lo largo del libro me pregunto hasta qué punto se han aprovechado al máximo las potencialidades de Argentina. Aunque algunos me critiquen, creo que es un interrogante legítimo. El vaivén de la economía argentina nos va a ayudar a responder a la pregunta. El país recibió una gran inmigración, sobre todo en la época anterior a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo hubo personas que no se adaptaron y decidieron volver a su tierra. Pero la mayoría de los inmigrantes llegaron, se arraigaron y siguieron adelante, vivieron un proceso de desarrollo y progreso que les dio cierta satisfacción. Otro fenómeno es el de la vida pública, que en el caso de la comunidad judía, fue un elemento exitoso. Si el individuo hubiera decidido egoístamente hacerse la América, seguramente lo judío hubiera desaparecido, pero vemos que en el caso de Argentina se ha establecido una vida judía muy intensa, donde se plasmó el éxito desde el punto de vista público de la vida, que se dio también por las características particulares de la sociedad argentina.
-A propósito de esto y volviendo a la comparación con Estados Unidos, lo que allí se produjo fue una condensación de la vida hacia adentro de las comunidades, cosa que no se dio en Argentina.
-Así es, porque en Estados Unidos los inmigrantes al momento de su llegada sabían que luego de un lapso mínimo podían acceder a la ciudadanía. Entonces había instituciones judías cuya finalidad casi exclusiva era contener a los recién llegados, para que se hicieran americanos lo más rápido posible. Este empujón en la Argentina no existió. Fue recién la segunda generación de inmigrantes, y con ciertas restricciones, la que pudo tener algún tipo de participación. Estas características muestran las diferencias de cultura política de cada país.
-¿Cómo caracterizaría a la comunidad judía en Argentina luego de la creación del Estado de Israel?
-Hay toda una paradoja porque el momento de la creación del Estado de Israel coincide con el de mayor auge de la comunidad local, producido en parte por el nacionalismo económico y el desarrollo industrial que llevó a muchos judíos a convertirse en pequeños industriales. Entonces la idea de abandonar Argentina e ir a Israel, donde en ese mismo momento se estaba dando la absorción de los sobrevivientes del holocausto y de los judíos provenientes de países musulmanes, no resultaba muy atractiva. En este contexto sólo el componente ideológico, por cierto minoritario, hizo que judíos argentinos se fueran a Israel. Teóricamente, en una comunidad tan sionista, se aceptó la aliá (el irse a vivir a Israel) como una orden, pero esto no tuvo su correlato en la práctica.
-¿Cómo cree que golpeó el atentado a la Amia tanto a la comunidad judía como a la sociedad argentina?
-La impresión que me da no es la de una enajenación de la sociedad argentina respecto al atentado, sino justamente lo contrario. Percibo cierta solidaridad, cierto entendimiento a partir de la aparición de un elemento nocivo que puede afectar, y de hecho afectó, a la sociedad en su conjunto. Estando en Buenos Aires, vi un colegio judío rodeado de pilotes y enfrente un colegio nacional. A las 12 las madres tanto de uno como de otro colegio fueron a recoger a sus hijos, entonces me crucé de vereda y observé desde el colegio nacional. Me dije: "si yo fuera padre hubiera sentido temor ante esa vecindad". O sea, y retomando lo anterior, esto podría haber sido un elemento de rechazo dentro de la sociedad, pero no se manifestó de esta manera.
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