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 domingo, 26 de junio de 2005  
Una situación particular

En fecha 9 de septiembre del año pasado me encontraba haciendo las compras en compañía de mi hija María Fernanda Villarreal y de mi nieto menor de edad. Días pasados al leer la nota de la señora Adriana Casalotti, publicada el 6 de junio en página 6 de La Capital, reviví los hechos que nos sucedieron a nosotras y que fueron de muy similares características a las vividas por esta ciudadana. Es que en pos de la seguridad económica de estos “grandes monstruos comerciales” atropellan el honor, la honestidad y el pudor humano, sin reparar en la existencia de niños de escasa edad en la escena que se monta. Como dijera, sentí en carne propia los momentos sufridos por esta señora que al igual que nosotras sufrió un atropello flagrante a sus más elementales derechos, y sobre todo al pudor, y sufrió el escarnio y la vergüenza pública a las que los consumidores muchas veces somos sometidos. Nuestro padecer, si bien guarda similitudes, se diferencia en que data de septiembre de 2004, y que duerme pacientemente en los estrados judiciales a la espera de una resolución que nos deje realmente sentirnos protegidas por el sistema judicial de nuestro país, y que llegue a la verdad de lo sucedido ese día. Al igual que el caso Casalotti al momento de retirarnos de un gran supermercado de capitales rosarinos, y estando mi hija abonando en caja la mercadería, yo y mi nieto intentamos salir por donde se encuentra el sistema de alarmas. Fue allí que comenzó a sonar el sistema, por lo que la jefa de cajeros se me acercó y me solicitó vuelva a pasar por el censor. En esta segunda oportunidad la alarma no sonó. Así las cosas procedimos fuimos con nuestras pertenencias a la playa de estacionamiento; fue allí que se acercaron primero dos hombres uniformados de seguridad, y luego personal femenino, quienes insistieron en hacernos ingresar para requisarnos dentro del local. Como no accedimos, fuimos “encubiertamente golpeadas” para ser llevadas (en segundos) a la seccional 17ª. Allí, en virtud de estar sospechadas de robo, nos hicieron desvestir íntegramente (cuando digo íntegramente es así) a mi hija y a mí en tres oportunidades. Al nene también lo revisaron delante nuestro; en ninguna de las veces encontraron absolutamente nada, pero en el quedaron lesiones psicológicas de cierta importancia. También requisaron el auto, en tres oportunidades, dando resultado negativo. Luego de más de tres horas de peripecias, y como no podían imputarnos delito alguno, nos terminan fichando por lesiones. El objeto de esta nota es solidarizarme con los rosarinos y demás argentinos que sufrimos esta clase de atropellos, y que esperamos, como en mi caso, se sepa la verdad, para sentir que el sistema judicial y la verdad triunfa, a pesar de que es lento y difícil el camino que hay que transitar. Gracias, por darnos la oportunidad de expresarnos libremente y de ser escuchados, aunque sea demasiado tarde para curar las heridas que en mi nieto fueron realmente graves.

DNI 11.753.842


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