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| lunes,
20 de
junio de
2005 |
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Charlas en el Café del Bajo
—Es justo un homenaje a uno de los más grandes hombre que tuvo esta Patria, hoy tan conculcada y ofendida. Es muy justo un homenaje a Manuel Belgrano, un hombre que si bien no descolló en las armas como el general San Martín —estratega sin par en América— fue sobresaliente como político y estadista y fue incomparable como ser humano. Figuras como la de Belgrano son las que están ausentes desde muchos años a esta parte en la Argentina. Leo esta carta enviada al Triunvirato por Belgrano renunciando a la mitad de su sueldo cuando es designado en el regimiento número uno. Aclaro que le era imposible sobrevivir sin cobrar dada su precaria situación económica por entonces, pero aún así renuncia a la mitad de su haber: “Excmo. señor: me presento a V.E. manifestándole haber cumplido la orden que tuvo a bien comunicarme con fecha 13 para que me recibiera del regimiento número 1 haciéndome más honor del que merezco y fiando a mi cargo un servicio a que tal vez mis conocimientos no alcanzarán. Procuraré con todos mis esfuerzos no desmentir el concepto que he debido a V.E. y hacerme digno de llamarme hijo de la Patria. En obsequio de ésta ofrezco a V.E. la mitad del sueldo que me corresponde; siéndome sensible no poder hacer demostración mayor, pues mis facultades son ningunas y mi subsistencia pende de aquél; pero en todo evento también reducirme a la ración del soldado, si es necesario, para salvar la justa causa con que tanto honor sostiene V.E. Dios guarde a V.E. muchos años. Buenos Aires, noviembre 15 de 1811”.
—Igual que en nuestros tiempos y “nuestros señores”. El 20 de junio de 1820 moría Belgrano en medio de una gran pobreza y una tremenda melancolía. Rodeado apenas por unos pocos amigos que lo ayudaron en los últimos meses de su vida. Demasiada injusticia para un talento, para un hombre bueno, para un idealista. Demasiada e inmerecida soledad. Algunos hombres de esta Patria siempre pagaron con la misma moneda a sus prohombres: sino con el ultraje y la infamia, con actitudes desdeñosas. Sólo el tiempo y la culpa; sólo el tiempo y el reconocimiento de las injusticias cometidas pudieron hacer que se reivindicara a tantos hombres y mujeres que lucharon y dieron su vida por este suelo. Sólo el tiempo sacó de la escena la filosa lanza del odio.
—Como todos saben, Belgrano sufrió una traumática derrota militar en Ayohuma. Pero en una carta a San Martín, al que admiraba, le dice lo siguiente, que es todo un ejemplo de vida: “He sido completamente batido en las pampas de Ayohuma, cuando más creía conseguir la victoria; pero hay constancia y fortaleza para sobrellevar los contrastes, y nada me arredrará para servir, aunque sea en clase de soldado, por la libertad e independencia de la patria. Somos todos militares nuevos con los resabios de la fatuidad española, y todo se encuentra menos la aplicación y constancia para saberse desempeñar. Puede que estos golpes nos hagan abrir los ojos, y viendo los peligros más de cerca tratemos de hacer otros esfuerzos que son dados a hombres que pueden y deben llamarse tales”.
—En el “Correo de Comercio”, del 9 de junio de 1810, Belgrano apunta que: “Todo se ha dejado a la naturaleza; mas es aún a esta misma, se ha tirado a destruir, si cabe decirlo así. Por todas partes que se recorra en sus tres reinos, animal, vegetal y mineral, sólo se ven huellas de la desolación”. Estas palabras jamás tuvieron tanta vigencia como ahora.
—Belgrano siempre defendió la causa del ser humano y fue un hombre solidario y de él comprobó el doctor Manuel Antonio de Castro, que sufrió privaciones, necesidades, clamores de soldado, miserias increíbles, “Yo sabía —dice de Castro— la situación de su ánimo, porque como jefe de la Provincia participaba de sus aflicciones, pero jamás vi turbada su serenidad ni alterada su firmeza; clamaba que con urgencia le enviaran ganado, no tenía con que alimentar a la tropa y hasta faltó el alimento para los jefes; el prócer comía carne cuando la podía brindar a sus subordinados. Cuando el gobierno le instaba a tomar la hacienda en disponibilidad en los campos, siempre se resistió a la propuesta y si alguna vez hizo uso de la oportunidad, y la caja del ejército estaba exhausta, pagó el ganado con dinero de su bolsillo”. ¡Qué hombre! ¡Qué patriota! Dios conceda a esta argentina un líder con apenas un poco de todas las virtudes del general Manuel Belgrano.
Candi II
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Politólogo, ex viceministro, periodista
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