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 sábado, 21 de mayo de 2005  
Tarea difícil, pero hermosa
El oficio de enseñar encierra en la actualidad una complejidad inusitada: trabajar con ideas y valores

Miguel Angel Santos Guerra (*)

La tarea que realizan los educadores encierra hoy una complejidad inusitada. En primer lugar, por las características de los "materiales" con los que trabajan, a saber: concepciones, sentimientos, motivos, creencias, expectativas, relaciones, ideas, actitudes, emociones, conflictos, valores...

Ninguno de ellos obedece a reglas o a leyes inexorables. Si un albañil coloca los ladrillos de una manera, se caen o no. Y, al día siguiente, sucede lo mismo. En el caso de los educadores, no. ¿Quién es capaz de manejar con arte y perfección estos "materiales" que responden a los estímulos de manera imprevisible?

En segundo lugar, es una tarea difícil por su propia naturaleza. En otras actividades el profesional más excelente es el que mejor manipula los materiales. En esta, es el que más y mejor los libera. El educador no tiene que pensar por sus alumnos sino ayudarles a pensar por sí mismos. No tiene que decidir por ellos, sino hacer que consigan autonomía. No ha de meter en su cabeza conocimientos sino ayudarles a buscarlos, a saborearlos y a interesarse por ellos. En definitiva, el educador maneja tecnología problemática. Los alumnos dicen a los profesores: "Ayúdame a hacerlo solo".

En tercer lugar, la tarea es compleja porque cada alumno es un mundo diferente a cualquier otro. No hay dos educandos iguales. He dicho en alguna ocasión que hay dos tipos de alumnos: los inclasificables y los de difícil clasificación. Lo que a uno le estimula a otro le hunde, lo que a uno le motiva a otro le desalienta.

A estas dificultades que podríamos considerar intrínsecas a la propia tarea de la educación, se añaden otras de carácter coyuntural. Por ejemplo, la contraposición de los modelos que ofrece el educador (argumentando) frente a los que proponen los medios de comunicación (seduciendo). El modelo de los medios para chicos es cantante y para chicas una modelo. Mientras tanto, el profesor insiste en que los alumnos deben estudiar cada día, respetar a los demás, ser responsables, ayudar a quienes saben menos, comportarse honestamente...

¿Qué decir de los ejes de la filosofía neoliberal, claramente enfrentados a los principios de educación democrática? Mientras la cultura dice "individualismo", el educador propone "solidaridad". Mientras la filosofía imperante exige competitividad, el educador plantea ayuda. Mientras los políticos declaran la guerra, los educadores hablan de paz.

Es preciso tener en cuenta que todo lo que anteriormente he dicho es necesario plantearlo en un grupo o en un centro escolar, no en una intervención individual como la que realiza el médico o el psicoanalista.

Muchos padres y madres entienden la dificultad que tienen los profesores al constatar lo que sucede con su único hijo. Y se preguntan, en buena lógica: ¿Qué me sucedería con treinta?

Añádase que, hoy día, algunos escolares a quienes se les ha aumentado el tiempo de enseñanza obligatoria (¿trabajos forzados?) acuden a la institución escolar con ánimo de hacer inviable la actividad de compañeros y profesores. Además, la institución en la que trabajan los profesionales de la educación adolece de rigidez, homogeneización y jerarquización casi consustanciales.

No es fácil, pues. Por eso hay que ayudar desde la sociedad, desde la política, desde las familias a que estos profesionales puedan ejercer su profesión con autenticidad, competencia y éxito.


Fuente de poder y riqueza
El escritor gallego Manuel Rivas ha escrito un texto titulado "Amor y odio en las aulas", a la vez certero y hermoso, del que extraigo los siguientes pensamientos: "Mucha gente todavía considera que los maestros de hoy viven como marqueses y que se quejan de vicio, quizá por la idea de que trabajar para el Estado es una especie de bicoca perfecta. Pero si a mí me dan a escoger entre una expedición "Al filo de lo imposible" y un jardín de infancia, lo tengo claro: me voy al Everest por el lado más duro. Ser enseñante no solamente requiere una cualificación académica. Un buen profesor o maestro tiene que tener el carisma del presidente del Gobierno, lo que ciertamente está a su alcance; la autoridad de un conserje, lo que ya resulta más difícil, y las habilidades combinadas de un psicólogo, un payaso, un disc jockey, un pinche de cocina, un puericultor, un maestro budista y un comandante de la Kfor. Conozco a una profesora de ciencias naturales que sólo desarmó a sus alumnos cuando demostró unos inusuales conocimientos futbolísticos, lo que le permitió abordar con entusiasmo la evolución de las especies".

¿Cómo no rendir homenaje, cómo no profesar admiración, cómo no prestar ayuda a estos profesionales esforzados? En una sociedad que ha descubierto que el conocimiento es una fuente de poder y de riqueza, estos profesionales, por oficio, no se dedican a buscarlo, almacenarlo y utilizarlo en su beneficio sino que viven para compartirlo, para ayudar a que otros lo descubran y lo disfruten.

Esta es una tarea tan difícil como hermosa. Por eso hay que vivirla con pasión y con entusiasmo. A pesar de las dificultades que hoy la convierten en una actividad particularmente problemática. Arrastrada es insufrible. Vivida con ilusión es apasionante. Ser profesor no es sólo una forma de ganarse la vida; es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los alumnos.

Ha llegado a mis manos un precioso texto del escritor brasileño Frei Betto en el que agradece al fallecido Paulo Freire la tarea de formación que realizó con Lula, actual presidente de la República del Brasil. Dice, entre otras cosas: "Fueron sus ideas, profesor, las que permitieron a Lula, el metalúrgico, llegar al gobierno. Eso no había sucedido antes en la historia de Brasil y, quizás, en el mundo, excepto por la vía revolucionaria. Hablo de la elección a presidente de la República de un hombre que venía de la miseria, que enfrentó, como líder sindical, una dictadura militar y fundó un partido de izquierda en una nación donde la política pública siempre fue negocio privado de la élite".

Dice muchas cosas importantes el autor del texto. Una de ellas alude al compromiso ético de la educación: "Pero su pedagogía, profesor, permitió que los pobres se volvieran sujetos políticos. Hasta entonces, el protagonismo de los pobres tendía al corporativismo o no pasaba de revueltas desprovistas de un proyecto político inclusivo. De ese modo, ellos sólo aprecian como figuras de retórica en el vocabulario de la izquierda...Por ese nuevo Brasil, muchas gracias profesor Paulo Freire".

Pienso que las sementeras de la educación tienen cosechas seguras. No se sabe cuándo se producirán. No se sabe dónde. Muchas veces no se sabe cómo. Los interesados tienen que ser concientes de ello. Todos hemos de agradecer a esos sembradores admirables (no a todos claro, porque algunos se empeñan en aplastar cualquier semilla que crece en la mente y en corazón de sus alumnos) el esfuerzo, la paciencia, el entusiasmo con que van depositando semillas de esperanza en los surcos de la tierra.

(*) Catedrático de didáctica y organización escolar de la Universidad de Málaga (España)
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