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 sábado, 21 de mayo de 2005  
El papel de los especialistas ante la violencia escolar
Sebastián Grimblat: "Los psicólogos no somos detectores de metales vivientes"
El docente de la UNR afirma que ya no se pide encontrar al niño con problemas sino al peligroso

Marcela Isaías / La Capital

"Caretas y buscapeleas". Así se definen unos a otros alumnos de dos escuelas ubicadas en un mismo barrio pero diferenciadas entre sí por el componente social que caracteriza a los chicos que reciben. Una y otra protagonizaron la semana pasada una pelea que trascendió lo que podría haber sido un clásico entre colegios para mostrar otra cara de la violencia escolar. Es que "la violencia es la caída del contrato social", dice el psicólogo Sebastián Grimblat para empezar a describir un fenómeno tan complejo como creciente.

Grimblat es también docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario y miembro del Colegio de Psicólogos de Rosario, institución que ha sido invitada a participar en un proyecto legislativo que propone la formación de equipos interdisciplinarios que atiendan los problemas de violencia que aquejan a las escuelas (ver aparte).

Pero el especialista asegura que esta caída del contrato social que establece los lazos necesarios para asegurar una convivencia que acepte las diferencias no llega por casualidad. "Se ha perdido la práctica cohesiva, está todo disperso, incluso la territorialidad del alumno que asiste a una escuela, ya que no es la de su barrio la que lo recibe", dice, y agrega que mucho pasó en la década de los noventa para que ahora se estén viviendo estas consecuencias.

Por eso entiende que cualquier análisis y propuesta que se hagan sobre estos fenómeno deberán mirar las acciones más como un proceso constructivo que preventivo, y donde deje de verse al otro como un potencial enemigo. Y a renglón seguido advierte sobre la idea que prevalece cuando se reclama la formación de equipos que atiendan los casos de violencia escolar: "Ya no se nos pide encontrar al niño con problemas de aprendizaje sino al peligroso. Y de ninguna manera nosotros (los especialistas psicólogos o psicopedagogos) podemos ser vistos como detectores de metales vivientes".

Entonces reclama que el trabajo que se desarrolle por parte de equipos de especialistas debe estar caracterizado por la continuidad en los procesos, y encabezados por profesionales que sepan bien a qué proyecto responden, porque si algo se ha perdido en materia de decisiones políticas es justamente esa capacidad de decidir con permanencia y continuidad.


Del folclore a la violencia
Para Grimblat lo ocurrido entre estas dos escuelas de Rosario, ubicadas a pocas cuadras entre sí, donde un grupo de alumnos salió a buscar a otro para pelearlo y robarles las mochilas y que derivó con la intervención policial, antes podría haber entrado en el orden del folclore.

"No es novedoso que haya rivalidad entre escuelas", dice el docente de la UNR y enseguida recuerda las históricas peleas que hubo entre el Poli y el Superior. "Siempre han existido rivalidades entre escuelas de una misma zona o procedencia, y muchas veces se las puede pensar como propias del mundo adolescente o preadolescente, ya que esas rivalidades afirman un rasgo identitario de pertenencia", analiza al respecto.

Pero de inmediato advierte que por las características que tomó este hecho (peleas, intento de robos de mochilas y hasta una alumna tajeada) muestra una realidad más compleja y en última instancia denuncia cómo se han roto los lazos sociales

Además, Grimblat considera que el acontecimiento deja de ser folclórico cuando toma un espacio en los medios, "porque ya no pertenece al conflicto propio de dos instituciones o del alumnado y adquiere una voz que llega a toda la sociedad".


Rasgos de la violencia
El hecho ocurrido entre estas dos escuelas se suma a otros rasgos de la violencia antes no conocidos y ahora caracterizados por maltrato, adicciones, pero sobre todo "por el desconocimiento del lazo con el otro, con el lazo institucional".

Para Grimblat, en este sentido, es llamativo darse cuenta de que "hay alumnos que transitan por el sistema educativo sin poder acusar recibo de haberlo transitado. Esto es aquellos que salen de la escuela como entraron, es como si la escuela ya no logra transmitir conocimientos válidos, o incluirlos".

"Hoy decirle careta a un alumno de una escuela es decirle quién es el que tiene y el que no". O, dicho de otra manera, quién está incluido y quién no; por eso Grimblat sugiere que esta lectura sea hecha al interior de las instituciones.

El psicólogo insiste con la pregunta que apunta a definir "¿quién sería aquí el careta?" y entiende que "es el que tiene, el que está inserto", algo que se muestra como "una ecuación que habría que ver cómo se transmite", porque la definición de careta "tiene que ver con ciertos rasgos de identidad".

-Algo parecido ocurre con muchas escuelas de un mismo barrio, donde algunas reciben a los alumnos de clase media y a pocas cuadras está la que recibe a los chicos más pobres. Y, por si esta segregación resultara insuficiente, parecería que las políticas del Estado se empeñaran en reafirmarlas: por lo general son también las escuelas más abandonadas en infraestructura y recursos humanos y materiales.

-En estos últimos años lo que era conocido como el contrato social ya ha dejado de funcionar como un suelo nacional por el cual podríamos pensar un principio de igualdad (educativa). Hay algo que se quebró y no es fácil de recuperar. Se ha dejado de pensar el cuerpo social, el ámbito público como un espacio de inversión. La escuela históricamente siempre tuvo que remar contra la heterogeneidad, contra las dificultades propias de homogeneizar gente de distintas clases sociales, y logró cierto orden de igualdad. Hoy parece que está rebasada por los problemas sociales y que enseguida pueden convertirse en acciones violentas.

-¿Qué significa esto para la escuela de hoy?

-Con esto quiero decir que de alguna manera uno ve el efecto Cromañón multiplicado en todos los ámbitos sociales y en el espacio público. Y cuando una escuela está deteriorada, esa es la que requiere la mayor inversión. Sin embargo, esto ha cambiado por la descomposición del ámbito estatal. Aquí lo que se ha caído es un proyecto, porque cuando uno ve que hay un alumno que es pobre y recibe menos, lo que se percibe es la caída de un proyecto y esto el alumno lo percibe.

-¿Habla de una escuela que ya no cumple la misión de incluir?

-Claro. Hay cierta concepción de la miseria social, de los bolsones de pobreza y que al no poder proveerlos de ciertos recursos quedan en algún estatuto de algo que sobra y que hay que alojarlos en algún lugar; estas son las personas que quedan en una situación de mucha desesperanza. Porque ¿cómo se siente alguien que pasa a ser un sobrante de la sociedad? Cuando la escuela argentina se constituye como tal tenía esta finalidad de incluir, esto hoy es difícil de llevar a cabo. En todo caso está la idea de que hay que alojar cierta adolescencia ante la crisis, cierta infancia pobre, pero no hay un proyecto real de inclusión, la escuela ha perdido ese proyecto y pasa a ser un alojamiento de gente, un galpón. Hoy hay un grado de diferenciación muy grande: mientras hay escuelas que siguen funcionando como tales, otras son prácticamente contenedores de alumnos.

-Muchos autores afirman que la escuela es el lugar que forma subjetividades. ¿Qué pasa con los niños para quienes por las condiciones en que aprenden la escuela no marca diferencia con su realidad cotidiana?

-Una institución que no puede recortarse del contexto seguramente contribuirá a esta descomposición del lazo social. Si un chico vive en condiciones precarias, pero va a la escuela y encuentra allí otra condición, otro trato, otro sentido de las cosas, seguramente tendrá una salida. Pero cuando el contexto invade el medio escolar, y alguien por el simple hecho del mandato social generado en la década del 90 prefiere bajar los costos por cualquier medio, entonces la escuela no hace la diferencia. O bien, cuando alguien se pregunta "de qué se quejan los maestros si trabajan cuatro horas y tienen tres meses de vacaciones, que trabajen doble turno para ganar más", habría que preguntarse qué lugar le puede dejar a la enseñanza alguien que trabaja doble turno, qué registro puede tener de los alumnos, qué programación puede hacer. Seguramente llegará a los 50 años con medicación psiquiátrica, con estrés. Es decir, las condiciones para aprender no sólo son edilicias. Esto es preciso entenderlo, porque el neoliberalismo ha impuesto una apertura del derecho laboral, del derecho de pertenencia tanto a un territorio como a una identidad profesional. Y cuando esto empieza a descomponerse es cuando tenemos alumnos que vienen de familias destruidas y lo que encuentran en la escuela es una situación similar a la que viven diariamente.
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Para Sebastián Grimblat falta un proyecto educativo de inclusión que atienda los problemas sociales y la heterogeneidad.

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