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 domingo, 15 de mayo de 2005  
candi
Charlas en el Café del Bajo
-Una joven psicóloga, inteligente, buena persona, atractiva y sensible está buscando un libro de vieja edición que se llama "El arte de ser feliz". Pensé y me pregunté: ¿Por qué una persona joven, con tantas gracias, buscaba un texto sobre el logro de la felicidad? y me dije que sería posible que lo hiciera para hacerse de más conocimiento y de una herramienta extra en la tarea de ayudar a sus pacientes. Pero recordando que cuando ayudamos a los demás también intentamos ayudarnos a nosotros mismos se dibujó en mi mente la mirada de esta chica. Inmediatamente se sucedieron las imágenes de las miradas de otros jóvenes que andan dando vuelta por mi vida y me puse a escrudiñar en ello. Concluí en que en la juventud también hay lo que he dado en llamar "Las miradas del vacío", es decir los reflejos de almas nostálgicas, insatisfechas, apesadumbradas porque no han logrado la completitud.

-¿Puede lograrse tal estado de satisfacción, de completitud?

-Creo que cada ser logra "su" completitud. Es decir de acuerdo con su estructura psíquica y espiritual es capaz de completarse hasta cierto punto. Pero es evidente que los seres humanos de nuestros días no alcanzan esos niveles y se nota la frustración y la pesadumbre. No es un estado que deba adjudicarse, como digo, sólo a los adultos o a los ancianos, sino también a los jóvenes; hablamos entonces de un fenómeno social signado por la infelicidad o para definirlo mejor por la carencia de paz interior. Como lo he dicho alguna vez, el setenta por ciento de su paz el hombre la obtiene de las circunstancias formadas en el grupo social organizado comprendiéndose en tal al Estado, ciertas instituciones y el entorno.

-Claro, porque el ser humano no puede mantenerse en paz en un contexto social que le es adverso, menos aún desarrollarse. Y lamentablemente casi todo parece estar hoy en contra del ser.

-Aclaremos que la felicidad no es el placer permanente que deviene de la satisfacción de las necesidades reclamadas por los sentidos, pues esto es imposible de lograr y aunque lo fuera el vacío existencial no puede erradicarse por tal vía. Tampoco es el logro del no dolor, porque también eso es una utopía y si fuera posible tal estado, esta vía nos llevaría al no crecimiento como ser en lo sustancial.

-Ahora bien, ¿qué es la paz interior?

-Para seres comunes como nosotros, ubicados en una escala media del nivel espiritual, sería algo así como el equilibrio emocional satisfactorio en la prosperidad y la relativa calma en la adversidad. ¿Se entiende? Lamentablemente es tanta la carga impuesta sobre la psiquis del ser humano, es tanto el "plus" de adversidades que debe soportar el hombre por culpa de las circunstancias que le son ajenas y ajenas al orden natural (circunstancias impuestas por la sociedad "organizada") que le resulta muy difícil lograr el equilibrio.

-La pregunta es siempre la misma: ¿Qué hacer? Difícil decirlo en dos líneas, pero apelo a su capacidad de síntesis.

-Cuando todos y todo en una sociedad desamparan al ser humano, como es bastante usual en nuestro país, por ejemplo, sólo quedan dos refugios y algunas herramientas. Los dos refugios son uno mismo y Dios y las herramientas la fe, una inquebrantable voluntad y la esperanza. Añadiría la oración, pero leyendo a Jaime Barylko vine a descubrir algo muy lindo y sobre lo que hablaré alguna vez: que el hombre en la adversidad y apelando a tales herramientas ya entra en contacto con la divinidad, no mediante una oración dicha de memoria, sino con la oración profunda, sin palabras, que parte de la profundidad del corazón. En esa disposición mental: fe, voluntad y esperanza, refugiado el ser en sí mismo (ensimismado para la reflexión) y en Dios comienza a fabricar un camino en el desierto de su existencia. Un camino que lo lleva a esa paz interior que no pudo obtener porque el prójimo organizado (pequeñas o grandes sociedades lideradas) no pudo o no quiso darle. Lamentablemente vivimos en una sociedad (la argentina) donde se instaló la cultura del no compromiso. El primero que no se compromete con el ser humano es el Estado y desde allí hacia abajo se ha renunciado al deber altruista de adoptar actitudes para una vida mejor. A veces, y esto es lo trágico, hasta la propia persona deja de comprometerse con sí misma.

Candi II

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