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 domingo, 24 de abril de 2005  
Rosario desconocida
El arte alimenta la historia urbana
Zonas desaparecidas vuelven a la vida gracias a la magia de distintos pintores

José Mario Bonacci (*)

Con mayor asiduidad de la que se supone, el arte de la pintura colabora en mantener la memoria urbana. Zonas desaparecidas fagocitadas por el progreso, rasgos perdidos para siempre sin posibilidad de rescate, vuelven a la vida. La magia que el pintor instrumenta con paletas y pinceles, deviene en proceso milagroso. La gente de hoy puede así conocer cosas perdidas en la ciudad que eligió para vivir. A este proceso se antepone la actitud del artista que decide pintar este o aquel sector llevado por su deseo, por su inspiración. La paleta satisface la necesidad y los pinceles ejercen la danza mágica llevados por las manos en movimiento. Poco a poco el color lo inunda todo con sus vibraciones y la decisión de plasmarlo así va conformando el resultado del cual nacerá la nueva realidad atesorando lo buscado...


Hacia la eternidad
Son innumerables los ejemplos a los que se puede recurrir para comprobar lo que antecede. Todos los capítulos de la pintura universal así lo confirman. Nuestra ciudad, con orgullo, agrega el suyo salido de la inventiva y el esplendor dejados por los artistas locales para que vivan por siempre. En este encadenamiento se incluyen entonces aquellos pedazos de ciudad que el tiempo se llevó para siempre. Pero la historia los cobija y los incluye en su memoria, con lo que resulta posible salvar una dosis importante de ideas y sensaciones que la vivencia del espacio real producía con sus volúmenes brillando bajo la luz...

Resulta magnífica y grandiosa la expresión de Le Corbusier que definió a la arquitectura como "El juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz". Una luz que el pintor inventa con sus tintes y fórmulas alimentadas por la creación justa y contundente, para brindar el legado a los tiempos por llegar.


Obra de Zaino
El Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino tiene en su patrimonio una obra de Salvador Zaino (1858-1942) titulada "Plaza Belgrano" que ilustra con creces lo que queremos transmitir. Esta plaza llenaba el predio que hoy ocupa el Monumento Nacional a la Bandera. Seguía el descenso hacia la zona baja como simple baldío, luego fue parquizado y tomó el nombre que inspiró a Zaino. Desapareció a principios de los '40 al comenzarse las obras del Monumento.

El cuadro analizado de izquierda a derecha muestra el sector verde de la plaza ocupando más de los dos tercios de su ancho. Arriba aparece una construcción que se situaba en calle Córdoba y a la derecha de ésta, se ve al actual Liceo Avellaneda que nació en 1888 como "Hotel France et Angleterre" (luego "The Grand Hotel"). Siempre por detrás del arbolado se elevan la cúpula y el campanario de la catedral, luciendo su remate de cupulines bizantinos o "acebollados". A la derecha de estos, la Municipalidad ostenta su fachada blanca por calle Santa Fe como se veía en tiempos del cuadro citado. Finalmente, en el centro de la escena, el declive de calle Santa Fe y un escalonado curvo llevan al nivel inferior de la hoy avenida costanera. El color naranja-amarillento de la llamada Casa de Comas cierra la escena por la derecha. Tal cual se percibe en la pintura, la casa ocupaba el terreno que hoy se inscribe entre la prolongación de calle Juan M. de Rosas que toma el nombre de pasaje Angel Guido entre el Monumento y el Pasaje Juramento. Su eje, cruzando Santa Fe, continúa en la escalera que desciende hacia el bajo.

La Casa de Comas lucía una escalera con igual uso que corría en su costado oeste. Seguramente inspiró a la actual, que también busca el bajo. La vivienda tenía tres niveles escalonados con terrazas, balaustradas de corte italiano y esculturas en su fachada este, culminando en su encuentro con Santa Fe a la manera de una proa de barco. Este rasgo se lee con claridad en la pintura de Zaino. Desapareció por iguales motivos que la Plaza Belgrano lo que debe haber ocurrido alrededor de 1939-1940. Esto se deduce aunque la pintura no tiene fecha.

Zaino murió en 1942 y el Monumento se comenzó en 1943. El artista dejó también un esquicio de 1890 titulado "Vista del Parque Belgrano", en donde aparece borrosamente el actual Liceo Avellaneda de 1888, aunque no el Palacio Municipal de 1896. Es correcto suponer que la obra analizada sea cercana en su ejecución a la del esquicio citado. De todo lo que ella cuenta hoy queda el Liceo Avellaneda con su tercer piso demolido injustamente y la catedral con sus nuevos remates en estilo barroco italiano, cambio efectuado hacia 1927 cuando el templo subió de rango. La Municipalidad por calle Santa Fe muestra la fachada blanca, llevada a su color actual cuando el Socialismo Popular accedió a la conducción municipal.


Catálogo de recuerdos
El resto integra el catálogo de los recuerdos y es allí donde la contribución del arte pictórico alimentando la memoria urbana se ennoblece con todo su valor. Gracias a la labor de Zaino podemos hoy enterarnos de estos rasgos perdidos. Es entonces cuando el agradecimiento se hace necesario, incluyendo un homenaje a Zaino para señalar que fue autor de las pinturas destacadas en cielorrasos del foyer del Teatro El Círculo.

También el edificio "Santa Inés" de San Juan y Maipú (sur-oeste) luce en la caja de su escalera principal frescos de calidad superlativa realizados por este espléndido artista. En el sitio que ocupa el Palace Garden con ingreso por peatonal Córdoba existió una casa, demolida a causa del proyecto actual. Tenía sala de estar y comedor principales con magníficos vitraux en el centro geométrico de los techos. A su alrededor se desplegaba la inventiva de Zaino con escenas etéreas logradas con gran delicadeza. Muchas viviendas privadas de la ciudad gozaron o gozan aún de los valores de su arte.


El paso del tiempo
Salvador Zaino vivió hasta su muerte en Alberdi, calle Alvarez Thomas 2049, frente a plaza Santos Dumont. Su tumba está en el cementerio de Granadero Baigorria. Ya lejos de escenas idílicas colmadas de angelitos, nubes vaporosas, guirnaldas floridas y luz, el art decó cobija sus restos como respuesta a la vanguardia de la época que recorría la transición entre este movimiento y el racionalismo...

Lo emocionante del proceso relatado estriba en el hecho de no imaginar el artista las sensaciones que produciría con el paso del tiempo. Lo que comenzó como una pintura estática se convierte de pronto en un llamado hacia el tiempo pasado dirigido a quienes conforman el presente.

El arte no sólo cumple así con su destino. Agrega generosamente grandes capítulos de memoria para conversar con un tiempo que se creía perdido. Vuelve a lanzar mensajes a través de la obra de arte devenida en constante alimento por recuerdos y hechos fundantes de la vida desarrollada en el paisaje urbano de hoy y de ayer...

Justamente el camino que debe transitar toda sociedad que se considere madura, ensanchando el territorio de la memoria colectiva.

(*)Arquitecto

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