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domingo,
24 de
abril de
2005 |
Panorama político
La gestión, la política
y la lucha por las listas
Mauricio Maronna / La Capital
Néstor Kirchner está preocupado por la provincia de Santa Fe. No entiende cómo un Estado bendecido por las condiciones estacionales de la economía sale en los diarios nacionales únicamente como consecuencia del paro de maestros, la rebelión policial y la orgía de sangre ocurrida en la fétida cárcel de Coronda.
Pocas cosas irritarían más al jefe del Estado que se acusara a la Argentina en los tribunales internacionales de no respetar los derechos humanos. Por eso, la cacería desatada en las celdas corondinas se posó sobre él como la única nube negra que ensombreció la exitosa gira por Alemania. De regreso, conminó al ministro de Justicia, Horacio Rosatti, para que destine de inmediato una delegación conformada por integrantes de la Secretaría de Derechos Humanos y de otras reparticiones nacionales.
No fue casual que, casi en paralelo con la explosión en la ciudad de las frutillas, desde la cartera de Justicia se distribuyera a algunos periodistas santafesinos un detallado informe sobre los millones de pesos que recibió Santa Fe para la construcción de alcaidías.
La comisión enviada a Coronda ya tiene un primer borrador sobre la situación, aunque falta culminar el trabajo. "Lo que nos llega es demoledor", dijo a La Capital, el viernes, un funcionario del ministerio.
Como nobleza obliga, dos aclaraciones al margen: el titular del Servicio Penitenciario, Fernando Rosúa, y el diputado provincial del radicalismo Santiago Mascheroni aclararon que "de ninguna manera responsabilizan por la masacre a las leyes impulsadas por Juan Carlos Blumberg", como se consignó el domingo pasado en esta columna.
Casualmente (o no tanto), la vicegobernadora María Eugenia Bielsa admitió también anteayer que hay responsabilidades políticas por la tragedia. Una declaración que cayó como una patada en el hígado en la Casa Gris. "La reunión (de la vicegobernadora) con Kirchner tendría que haber operado como un remanso. Pero en vez de abrir una puerta a su candidatura o entretener a los periodistas, nos mandó un sablazo", comentó un diputado provincial mientras el mediodía del sábado se consumía y la peatonal Córdoba quedaba despoblada.
Cuando todavía no terminaban de digerir los dichos de la rosarina (ese nuevo objeto del deseo), en el Palacio de Gobierno leyeron ayer en La Capital la entrevista exclusiva a Carlos Reutemann. El ex gobernador recordó que la provincia recauda diez veces más que en junio de 2001 (cuando la Argentina comenzaba a convertirse en un polvorín que, con las excepciones de Santa Fe y Santa Cruz, regaría de bonos basura toda la geografía) y aseguró que "ahora hay más plata para obras y salarios".
Reutemann comparte el diagnóstico de Kirchner, pero muestra una preocupación adicional: más allá del proceso electoral en curso es hora de que la administración provincial reaccione para que la gobernabilidad no entre en estado de zozobra. "Hay que darle una mano al peronismo santafesino", les dijo a sus íntimos, tras leer y releer declaraciones. En esa línea debe interpretarse su primera aparición en campaña: "La palabra alianza trae un mal recuerdo para los argentinos".
La afiatada relación del Lole con el presidente de la Nación se demuestra en una frase de la jerga automovilística que desempolvó en la localidad de Murphy: "Si lo pide el número 1, habrá que apoyar a Bielsa". La interpretación no merece demasiados devaneos intelectuales. Más allá de que Reutemann asimile en silencio los dardos que ocasionalmente le dispensa la vicegobernadora (a veces en forma de chicanas indirectas y otras con disparos a quemarropa, como por ejemplo el contenido de un reportaje a la revista santafesina "Entre líneas"), cree que Bielsa es la única que le puede hacer frente a la alta intención de voto que recibe Hermes Binner en Rosario.
"Bielsa y Rosatti son buenos para encabezar la lista, ¿pero sabe algo de (Omar) Perotti?", dicen que preguntó el viernes como al pasar. El intendente de Rafaela siempre figuró como un candidato necesario para que el justicialismo retenga votos en el centro norte.
Durante el periplo germano, el presidente también habría consultado sobre Julio Gutiérrez, un legislador de buen desempeño en el Congreso que ya blanqueó sus intenciones de ir por la reelección. Su antigua pertenencia al Grupo Talcahuano (del que tomó distancia en los últimos meses) es lo que le genera algunas dudas al santacruceño.
En el justicialismo imaginan al menos tres actos en la provincia, con Kirchner, Reutemann, Obeid, Rosatti y Bielsa compartiendo el palco y escuchando anuncios sobre obras e inversiones.
Los peronistas no deberían excederse en la euforia. Alguna vez el constitucionalista René Balestra (que les ganó una elección) les dijo a sus alumnos universitarios: "¿De qué vale la foto si la novia está en Italia?".
Por eso, en el oficialismo cuentan los minutos para que el gobernador empiece a hacer realidad su prometido motor de campaña: "Gestión, más gestión, más gestión".
Aunque la supuesta candidatura de María Eugenia Bielsa comienza a convertirse en un episodio más largo que "2666", la novela póstuma de Roberto Bolaño, Rosatti paró en seco, el lunes, a un operador presidencial: "Yo no voy a encabezar una lista de impresentables. Para ganar tiene que estar la vicegobernadora. A mí no me importa quién va primero o segundo. Y voy a cerrar la cuestión con el que tiene los votos, que no es otro que Kirchner".
Desde las filas de la oposición, los socialistas (prolijos y eficientes) afilan los colmillos de Binner y están dispuestos a jugar a Silvia Augsburger, una concejala no menos prolija y eficiente. El marasmo puede sobrevenir en sus aliados radicales a la hora de definir quiénes serán los hombres que completen la grilla.
Sabedores de que fuera de Rosario baja ostensiblemente su caudal de votos, el socialismo le ha concedido dos lugares expectantes a la UCR. Eso sí, el PS quiere reservarse el derecho de admisión a la hora de que el centenario partido designe los nombres para secundar a Binner.
La adicción del radicalismo por las internas hace que la fumata blanca se demore más que lo que tardaron los cardenales en ungir Papa a Joseph Ratzinger.
El que gestiona, gestiona y gestiona es Miguel Lifschitz, a quien el presidente le dijo: "Quedate tranquilo, quiero que gane el justicialismo pero sé diferenciar las cosas. Lo que me pidas, lo vas a tener". El titular del Palacio de los Leones cree que el 23 de octubre llegará el momento de tener una primera minoría propia en el Concejo que le permita transitar sin inconvenientes los dos últimos años de su gestión, y no muestra demasiado entusiasmo por una alianza ceñida exclusivamente al radicalismo.
Sin que se refleje en las fotos ni que se publique en letras de molde, Lifschitz es un "transversal" que ha entablado excelentes relaciones con intendentes, presidentes de comuna y militantes de otros partidos (incluidos algunos justicialistas) que, aunque no los vean, están trabajando para que un rosarino llegue a la Gobernación.
Pero, si el 2007 queda lejos, el 2011 todavía es una eternidad.
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