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domingo,
24 de
abril de
2005 |
Lenguaje no verbal: la ciencia de la afectividad
Marcelo Rodríguez
Catherine Dolto, pediatra francesa especialista en parto humanizado, visitó la Argentina recientemente, y ofreció en Buenos Aires una serie de conferencias y seminarios para profesionales (médicos, psicólogos y psicopedagogos) sobre "Seguridad afectiva y haptonomía" (ciencia de la afectividad) que giró en torno a la importancia del momento del nacimiento como clave para la vida afectiva del niño, y propició un encuentro educativo para padres, maestros y directivos de escuelas.
El enfoque terapéutico que plantea Dolto es transdisciplinar (compete a la colaboración de médicos, psicólogos, psicopedagogos y otros profesionales) y se denomina "haptonomía" (del griego haptein: contactar). Surge de las investigaciones de Frans Veldman sobre lo que denomina "lenguaje no verbal": formas comunicativas que no son estudiadas por otras corrientes terapéuticas como por ejemplo el psicoanálisis o las terapias conductistas.
Dentro de ese concepto, la especialista consideró la importancia de que se trabaje con los bebés desde recién nacidos y aún antes, para que de todas las potencialidades y fuerzas vitales creativas y agresivas "se exprese lo mejor en lugar de lo peor". Desde ese punto de vista, su disciplina se diferencia de las líneas mayoritarias de la medicina occidental, que según define expresivamente, "aprendió de cadáveres y de cuerpos estresados".
Dolto explicó a los profesionales que la haptonomía busca "salir del dualismo cuerpo-mente tan arraigado en el pensamiento occidental" pero "sin pasar por prácticas orientalistas" a diferencia también de muchas de las que se denominan terapias alternativas, y reemplaza ese dualismo por lo que llama "corporalidad animada de encuentro". De acuerdo a este concepto, el cuerpo tiene "memorias" en plural y no en singular. Según la explicación de la visitante "en cada parte está presente todo el cuerpo".
La piel, por ejemplo, se forma muy tempranamente en el vientre materno, y cada célula de ese órgano posee una "memoria" para los estímulos externos (golpes, ausencias, caricias) pero también para las reacciones que tuvo anteriormente, es decir que puede hacer actuar al bebé en virtud de esta "memoria" independientemente de los procesos cognitivos que ocurren a nivel del pensamiento. A esta memoria que hace actuar al niño (o al adulto) la llama "recuerdo afectivo": un concepto fundamental a la hora de tratar, por ejemplo, traumas surgidos de experiencias muy dolorosas sufridas en la primera infancia cuando a pesar de no existir el lenguaje para dar cuenta de lo que ha ocurrido el cuerpo guarda, a pesar de todo, una especie de "memoria".
La especialista recordó que no hace más de 15 o 20 años se solía intervenir quirúrgicamente a recién nacidos sin anestesia, dado que no tenían una forma particular de expresar el dolor (se creía que no iba a tener consecuencias sobre el desarrollo). Esta diferencia entre recuerdo afectivo y memoria, y esa revaloración de la experiencia vivida por sobre el pensamiento están en el centro de una complicada trama que es el núcleo de su línea terapéutica que incluye el tratamiento de las parejas desde mucho antes del nacimiento del hijo (apenas quedan embarazadas, si es posible) cuando hubo alguna situación que puede condicionar seriamente la salud del niño que va a nacer, como puede ser un proceso de fertilización asistida muy desgastante, o la pérdida de un embarazo muy avanzado o a poco tiempo del parto.
Seguridad afectiva
Doltó señaló que "hay una agresividad que es necesaria para sobrevivir: es el mamífero que habita en nosotros, y a veces es más importante de lo que debiera ser. Pero también son las vivencias de comunidad y de seguridad afectiva las que permiten que esa agresividad no se vuelva contra nosotros mismos." La haptonomía, aclaró, no se contrapone con el psicoanálisis, ya que coincide con algunos de sus conceptos básicos, aunque no le da un lugar de relevancia al inconsciente. Como se centra en la vivencia de las experiencias anteriores a la palabra, se vale también del acompañamiento y del contacto físico en las sesiones de terapia.
La doctora contaba cómo algunos pacientes adultos no pueden discernir si una mano colocada en su hombro, por ejemplo, les resulta agradable o desagradable. Esto puede deberse a una "memoria afectiva" de una experiencia traumática sufrida en la primera infancia, aunque desde la psiquiatría convencional se apela a explicaciones fisiológicas. "Donde se pensaba que había una lesión neurológica, lo que se ve ahora es una carencia afectiva", resumió Dolto.
Esta capacidad de discernir lo agradable de lo desagradable, a la que Veldman llamó vis aestimativa, sería anterior al lenguaje y estaría presente desde antes del nacimiento. Y esas memorias afectivas negativas -aunque no en todos los casos, aclaró la experta- se pueden revertir. A este respecto, señaló la importancia de que los padres puedan dar seguridad afectiva a sus hijos pequeños: "Los niños necesitan sentirse seguros de quien los sostiene, para poder mirar un poco más allá de sí mismos".
Marcelo Rodríguez
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