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 domingo, 24 de abril de 2005  
El 1º de Mayo, ni fiesta ni santoral

El 1º de Mayo no es la fiesta del trabajo y poco y nada tiene que ver con celebraciones de carácter religioso. Desde la revolución industrial, con la consolidación del capitalismo, los trabajadores y sus familias fueron sometidos a rudas condiciones de trabajo. Largas y extenuantes jornadas con riesgo de mutilaciones y muerte. Las organizaciones proletarias lucharon por conquistar el reconocimiento de sus derechos. Se sucedieron múltiples huelgas en diversos lugares del mundo a partir de mediados del siglo XIX. La repuesta del Estado y los capitalistas fue la represión. Los acontecimientos de Chicago (EEUU), en 1886 encabezados por los caballeros del trabajo que postularon 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de recreación y estudio, derivaron en multitudinarias manifestaciones y en una serie de huelgas. El juicio y posterior ejecución de los mártires de Chicago, obreros de tendencia anarquista, marca un hito fundamental en el devenir de los conflictos sociales. Quedó en evidencia que lejos de reconocer los derechos de los trabajadores se los castigaba impiadosamente. Pero el ejemplo de esos libertarios fue y es bandera de libertad y justicia. Un congreso obrero socialista estableció el 1º de Mayo como Día Internacional de los Trabajadores. Años después, Mussolini en Italia, Hitler en Alemania y Perón en la Argentina, pretendieron distorsionar el sentido revindicativo de derechos de la clase obrera; también la Iglesia Católica buscó apropiarse de esta jornada. Pero el 1º de Mayo es por sobre todas las cosas un llamado a la acción para que los oprimidos de la Tierra asuman su destino sin la mediación de demagogos ni burócratas.

Carlos A. Solero


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