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 domingo, 19 de diciembre de 2004  
Prestigiosa, condecorada y ahora acusada de "traición"

La neurocirujana cubana Hilda Molina, quien solicita permiso para viajar a la Argentina para visitar a su hijo y a dos nietos que no conoce, fue considerada en la década del 80 y principios de los 90 una de las más importantes científicas de ese país.

La trayectoria de Molina era reconocida en ámbitos oficiales de La Habana, sus viajes al exterior eran periódicos y sus reuniones con Fidel Castro habituales, incluso como invitada en el Palacio de la Revolución, sede del Ejecutivo cubano,

Hilda Molina, de 61 años, fue elegida diputada en 1993, a través de una candidatura impulsada por las autoridades castristas, después de fundar el prestigioso Centro Internacional de Restauración Neurológica (Ciren) en la ciudad de La Habana.

Ese centro médico es considerado una de las joyas del sistema de salud cubano y, como tal, Castro solía seguir con suma atención su desarrollo, y sus visitas a la institución llegaron a ser habituales.

En ese instituto médico se atienden pacientes de todo el mundo pagando un arancel que no se aplica para la población local, cuya atención, en cambio, dejó de ser una prioridad a partir del año 1994 para privilegiar el ingreso de divisas al país.


La experiencia de Jaroslavsky
Uno de esos pacientes fue el ya fallecido dirigente de la Unión Cívica Radical César Jaroslavsky, quien ingresó a la clínica paralítico y sin control de esfínteres y la abandonó caminando por sus propio medios.

En ese momento, que coincide con el denominado "período extraordinario" de racionamiento de productos tras la caída de la Unión Soviética y el cese de su ayuda, la doctora Molina renunció a su cargo de parlamentaria y médico en el Ciren.

Las críticas de Molina fueron tomadas como una "traición" por las autoridades cubanas, que la aislaron e "intervinieron" su teléfono, según denunció oportunamente.

Ese mismo año, Molina devolvió las numerosas condecoraciones oficiales con las que había sido premiada a lo largo de su carrera, entre ellas la medalla "Carlos J. Finlay", la más alta distinción científica cubana, y la "Hazaña laboral", con la que el gobierno de la isla caribeña premia a sus trabajadores más distinguidos.
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