Situación patética

Un mismo día, igual hora, dos acontecimientos, dos realidades y una sola causa: la crisis profunda de nuestra sociedad que nos muestra la vida y la muerte, la implosión y la descomposición de la que no podemos sustraernos. Imposible ser ajenos a la misma, nos obliga a asumir compromisos permanentes que nos van colocando en una u otra vereda de la enorme tragedia que se avecina. Una plaza enfervorizada donde hombres y mujeres, con o sin trabajo, hambrientos de dignidad y justicia, exigiendo que un Estado, ajeno a los intereses del pueblo, garantice salarios justos para los trabajadores; planes y subsidios para jefes y jefas de familia, niños y ancianos desocupados y excluidos por planes genocidas implementados por gobiernos serviles a los intereses multinacionales; desprocedimiento de luchadores sociales criminalizados, condena y castigo a los responsables políticos y ejecutores de los asesinatos de trabajadores mineros en las minas de Río Turbio y la defensa de las tierras en vías de extranjerización. A pocas cuadras de allí, también hay dirigentes gremiales enriquecidos con los aportes de los afiliados pauperizados, ostentando su hipocresía y decrepitud, responsables de la pérdida y entrega de históricas conquistas sociales de los trabajadores. En el marco de mutuas desconfianzas entre sí, "enroscaban" el surgimiento de una dirección unificada de la confederación de trabajadores, la que en los últimos años se ha mantenido atada a las políticas de flexibilización y superexplotación que las clases dominantes someten al conjunto de los trabajadores, a los cuáles estos "gordos" sindicales dicen defender. Ambas imágenes nos recrean un panorama que de hoy en más pueden constituirse en luchas de opciones que insuflarán contradicciones profundas y necesarias para que el conjunto del pueblo pueda evaluar en qué lugar podrá encontrar respuestas a sus ansiedades, sabiendo que en este país en tanto no se resuelva el no pago de la deuda externa tramposa, fraudulenta e ilegítima y la cuestión de la tenencia de la tierra, seguiremos mordiéndonos la cola de la desesperación.

Amílcar Monti