| miércoles, 24 de noviembre de 2004 | Más hechos consumados Con estupor leí en La Capital una nota referida a la denuncia de un grupo de concejales sobre la construcción de un gimnasio en uno de los terrenos públicos más importantes de la ciudad, violando la ley. En la misma nota se denuncia la construcción de mayor cantidad de cocheras que las permitidas por las condiciones de la licitación. Sin dudas en nuestra querida y hermosa Rosario funciona a la perfección la nefasta teoría de los hechos consumados. Hoy un gimnasio, ayer la construcción en Seguí y Circunvalación para la instalación de un supermercado mayorista. El método es simple: violar las normas. En el caso del gimnasio, construir y explotar más allá del objeto de la licitación. En el caso del supermercado mayorista, evitar cumplir con las leyes que regulan la instalación de grandes superficies comerciales, porque si se cumplen el supermercado no puede instalarse. El mecanismo incluye la toma de personal para luego presionar y obtener la habilitación, verdaderos escudos humanos en beneficio de empresarios inescrupulosos. La pregunta que debemos hacernos es: ¿dónde están los funcionarios municipales responsables de las áreas que deben aplicar las normas? La ciudad crece y la obra pública es importante, pero lamentablemente el área de gobierno sigue tan ineficiente como siempre sin poder ponerle el cascabel al gato. Queda por ver si la falta de controles y la discrecionalidad de los funcionarios responden a una política de gobierno o a la incapacidad de los responsables de la Secretaría de Gobierno. Si fuera lo primero estaríamos ante una peligrosa situación y merecería el repudio de toda la ciudad. Si fuese lo segundo, se requiere el inmediato cambio de los responsables del área que, con su accionar, enlutan y ponen en dudas una de las premisas más preciadas de la actual administración: la honestidad. El señor intendente debe saber que no sólo se debe ser honesto, también hay que parecerlo. Con acciones como las descriptas es difícil parecerlo, a pesar de que estoy personalmente convencido de la honestidad del ingeniero Lifschitz.
Félix Trapasso
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