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 lunes, 04 de octubre de 2004

Arsenal y Racing firmaron un pacto de no agresión
Empataron y casi no crearon situaciones

El entonado Arsenal, ahora con veleidades internacionales, y el conflictuado Racing de las cinco derrotas consecutivas y las apretadas a jugadores y técnico, registraron un empate sin goles en Sarandí, que apenas contribuyó a apagar un poco el incendio en la Academia.

Claro que todo esto estuvo envuelto en el marco de un flojísimo partido, en el que a ninguno se le cayó una idea ofensiva.

Dentro de ese panorama hubo motivos, pero no excusas. En Racing faltó un conductor y Arsenal careció de rompimiento en la zona de volantes, especialmente porque el más dotado, Javier Morales, no tuvo compañía.

Para colmo el árbitro Daniel Giménez no contribuyó tampoco con el juego, ya que antes de los diez minutos ignoró un claro penal de Oscar Espínola a Lisandro López que podría haberle dado otro tono al desarrollo.

Por eso en el primer tiempo todo se circunscribió a apenas dos jugadas con cierto riesgo para los arcos.

La más clara de la etapa para el local fue un remate bombeado de Morales que dio en la parte superior del travesaño.

Y sobre el final Racing tuvo la suya, como para no ser menos, cuando un cabezazo de Lisandro López fue salvado con mucho esfuerzo por Alejandro Limia sobre el ángulo superior derecho.

Ahora, si el primer tiempo fue muy malo, el segundo directamente puede calificarse de pésimo.

Ese tramo se pareció en mucho a un pacto de no agresión entre un equipo que venía dulce como Arsenal y otro muy complicado por los problemas que afrontó internamente durante la semana.

Y eso se notó sobre el final en las tribunas, cuando los hinchas comenzaron a reclamarle a sus jugadores más garra, aunque el técnico salió indemne de estos cuestionamientos.

Y esto último terminó por darle la razón a Fillol, quien desde el primer momento que recibió amenazas telefónicas aseguró que los hinchas de Racing nada tenían que ver con ellas.

Algo llamativo, en definitiva, para un complicadísimo cuadro que se vive en la entidad gerenciada por Blanquiceleste, donde esos colores simbólicos se oponen al presente y tornan más negro aún el futuro de un club sin rumbo.

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En Sarandí maltrataron al balón.

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