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 lunes, 04 de octubre de 2004

Editorial:
Vigencia del Tratado de Kioto

Finalmente, la persistente lucha de entidades y grupos ecologistas en defensa del medio ambiente del planeta parece comenzar a ser reconocida, tanto que sus proclamas ya se pueden ver incorporadas en cualquier plataforma programática de instituciones políticas y sociales que pretendan mejorar el mundo que habitamos. Es que aquellas advertencias o premoniciones de "los verdes" sobre el calentamiento de la tierra, que en décadas pasadas solían mover a la ironía o eran subestimadas, hoy son parte de un fenómeno que viene produciendo estragos y que puede acarrear consecuencias más graves si no se actúa a tiempo.

En este sentido, un dato esperanzador de la última semana fue la determinación del gobierno ruso de aprobar la ratificación del Protocolo de Kioto, firmado en 1997, que busca estabilizar la producción de gases que deriva en el efecto invernadero. El Tratado de Kioto requería para entrar en vigencia de la compromiso de los países más industrializados responsables de por lo menos el 55 por ciento de las emanaciones de dioxido de carbono. Con la decisión de Rusia, que se descuenta será aprobada por su parlamento, se supera esa cifra y, pese a no contar con EEUU, que produce el 35 por ciento de los gases contaminantes, podrá comenzar a regir el plan europeo.

Esto implica concretamente que todas aquellas industrias que sobrepasen sus cuotas de emisión serán forzadas a adquirir derechos de otras empresas que cumplan con los requisitos, caso contrario sufrirán severas multas económicas. Por otra parte, existen varias maneras de abaratar el costo en la reducción de las emisiones; al respecto el Protocolo de Kioto permite a las naciones tener un acceso más directo a métodos adicionales para cumplir con sus compromisos, como el respaldo a planes de energía sostenible o que cada país asuma la responsabilidad por el carbón que los árboles y otros tipos de vegetación absorben del aire.

Desde ya, el Tratado de Kioto no es la solución definitiva a los problemas del calentamiento, pero es un comienzo ineludible para comenzar a poner un límite a la acción devastadora del hombre. Y es de esperar que su entrada en vigencia colabore para que otras iniciativas en defensa del medio ambiente -locales, regionales o continentales- logren mayor consenso y puedan plasmarse. Las futuras generaciones sabrán reconocerlo.

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